Nivel 3

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Corrí disparada a bañarme. Unos 10 minutos después, tiempo récord, cerré la llave y entré a mi cuarto para cambiarme el pijama de oso por unos jeans negros de tiro alto y un buzo holgado celeste, colocándome sobre unas botas marrones oscuro, tipo leñador salvaje del bosque. Peino mi cabello medianamente. Son las 08:23pm cuando el timbre suena, avisando que los invitados ya estaban en casa. Mi abuela ya había venido para avisarme sobre la puntualidad mientras me duchaba, así que me alegraba haber sido puntual esta vez.

–¡Cariño, baja! - gritó mi abue desde la entrada o por ahí cerca.

–¡Ahí voy!

Bajé corriendo las escaleras luego de ver que todo estuviera más o menos en orden y al llegar vi a una mujer mayor, vestida como una señora que se pasa el día haciendo galletas y cocinando montones. Muy humilde, con ropas de la década pasada, pero que resalta aun en esta época y que no se ven mal. Su cabello totalmente blanco y corto. Ella hablaba con mi abuela, mientras que a su lado una mujer que seguramente era su hija, con pintas de tener más de 40 años aunque eso no quitaba que se conserva excelente, viéndose simpática, me mostró una sonrisa en cuanto me vio. Además de ellas, no hay nadie más.

–Cariño, ella es mi amiga Susan y su hija. Chicas, ella es Katherine.

Las saludo con una reverencia, y aquellas sonríen haciendo lo mismo.

–Oye, no me dijiste que tu nieta se había vuelto preciosa – dijo la señora, acercándose a mí -. Te pareces a tu madre.

A pesar de que sabía que su comentario no fue con intenciones de ofenderme, me terminó provocando malestar porque aunque no quisiera, seguramente me parecía a mi mamá, pero hasta ahí. No quería parecerme a ella en nada más, además si eso implicaba terminar un matrimonio por dinero y abandonar a tu hija, definitivamente ya no quería ni parecerme en físico a esa mujer.

Simplemente me quedé callada, esperando a que el comentario se desvaneciera en el silencio. Mi abuela al notar la situación invito a las señoras a que pasaran al comedor, donde la comida ya estaba lista. Yo le agradecí con palabras imaginarías la intervención en cuanto pase a su lado. Ella me sonrió apenada, y yo le sonreí queriendo hacerle entender que me encontraba bien.

Nos sentamos a la mesa.

–Pensé que tu nieto vendría, Susan – habló mi abue, colocando la fuente de comida en el medio. Había hecho Espagueti con salsa de tomate. Mmh, que rico.

–Y vendrá – aseguró la señora, sonriendo -. Tuvo que ir a buscarme los remedios. Ya sabes, la vejez es dura – se rió, igual que mi abuela que seguramente concordaba con ella en eso -. Volverá dentro de poco.

–Entonces esperaremos a que vuelva para comenzar a comer.

–Oh, no te preocupes. Si quieres comenzar ahora no tenemos problema – esta vez fue la más joven de las tres señoras.

Yo, entre tanto, miraba la bandeja como si pudiera comérmela con los ojos. Diablos, tenía tanta hambre y eso era mi culpa por pasarme la tarde jugando y comiendo comida inexistente que a mi estómago no aportaba más que vacío existencial. Genial, discutían cuándo comenzar y yo ya quería devorarme hasta la fuente.

En eso el timbre suena, y mientras mi abuela va a abrir, la señora y su hija me observan como si fuera la cosa más interesante del universo en ese instante. Y me pone muy incómoda ser el centro de atención de ellas. Dios, que lleguen pronto a la mesa así dejan de mirar mi cara de muerta de hambre y alivian mi dolor estomacal por falta de nutrientes.

–Buenas noches.

Escuché una voz masculina que me resulta demasiado familiar y volteo mi rostro de los espaguetis para fijarla en un chico de cabello oscuro largo hasta debajo de los ojos, lindo rostro y cuerpo de infarto, porque no es por ser una hormonal, pero ciertamente este chico si era para comérselo con salsa de tomate. Iba vestido con una camiseta manga larga y pantalones negros, junto con unas botas del mismo color. Su cabello caía a los lados, mostrándolo misterioso y sexy. Ja, si fuera una colegiala hormonal de mierda ahora estaría babeando, dejando toda mi saliva esparcida en el suelo e intentando desvestirlo con los ojos, pero nel, prefería usar mis glándulas salivales para la comida.

Virtual Love | JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora