Capitulo Ocho

252 36 28
                                    

San

Siendo domingo también he de trabajar, habiendo pasado ya la mañana, ocupándome ahora de arreglar los alrededores de esta casa en lo que la señora Jung y su hijo comen.

Cogiendo las tijeras de podar una vez más, habiéndolas dejado para poder beber un poco de agua porque hoy también hace mucho calor y no me da tregua en ningún momento, podando las pocas plantas que me falta por arreglar.

Ahora viene lo más cansado y es que recoger todas las sobras de las plantas del suelo, bajo el sol, con el calor que hace, es demasiado agotador, no por la tarea porque eso en realidad no lo es tanto. Que haga este sofocante calor agota a cualquiera, agradeciendo tener agua conmigo porque a ratos ya me estoy sintiendo mareado.

Agachándome, empezando a recogerlas todas, intento mantenerme lo más estable posible, no agachar mi cabeza demasiado para no perder el equilibrio. Limpiándome de vez en cuando mi frente ya llena de sudor, al igual que todo mi cuerpo, sigo con mi trabajo, no parando hasta que ya no queda nada en absoluto para recoger.

Sentándome por unos minutos en el suelo miro hacia la casa, hasta la puerta que no he cerrado por completo para poder entrar.

El silencio que reina aquí ya es algo a lo que me he acostumbrado. Poniéndome en pie, cogiendo el cubo con las todo lo que he cortado, me dirijo hasta los contenedores, habiendo dado solo unos pasos cuando llego, dispuesto a arrojarlos en su interior cuando lo escucho.

No son gritos.

No hay una voz más alta que la otra.

Lo que escucho es algo rompiéndose, como si toda la vajilla que hay en esta casa se hubiese caído al mismo tiempo armando un estropicio que me tocaría recoger a mi.

Dejando el cubo a un lado, dudando en si entrar o no, empujo lentamente la puerta, abriendo esta lo suficiente como para poder ver lo que ocurre en el interior de la vivienda de tres pisos.

La entrada está como si nada hubiese ocurrido en esta zona. Está claro también que no ha podido ser aquí porque no se ha escuchado en realidad tan cerca. Cerrando la puerta a mi espalda, me adentro cuidadosamente más en el lugar, pudiendo escuchar con cada paso más clara la voz de la señora Jung, gritando perdiendo la paciencia en cada palabra.

Según más me acerco puedo ver como el comedor, el suelo del mismo está lleno de pedazos de platos y vasos rotos. Pero no solo de eso.

Un cuerpo, él en concreto, está en el suelo, arrodillado, gritando palabras que no comprendo. Su rostro así como el viernes está cubierto por esa tela negra que no me permitió apartar, ocultándose tras ella el mismo y lo que sea que esté ocultando.

— San vete a tu habitación.

Esas palabras de la señora Jung, quien ya ha perdido la poca paciencia que tenia, me hacen reaccionar al igual que los pasos que escucho, los brazos que rodean mi cuello y el cuerpo que se agita contra el mio, claramente debido al llanto, a esas lágrimas que llegan hasta mi camiseta.

Rodeando el delgado cuerpo con mis brazos, abrazándole con calma y cierto miedo, miro a la señora Jung, quien también nos mira con cierto cambio en sus ojos, en su mirada.

¿Acaso la señora Jung está sintiendo lástima o compasión por la reacción de su propio hijo, quien seguramente esté dando y recibiendo un abrazo por primera vez?

— Hijo deja de molestar a San y vete a tu habitación —ordena con cansancio en su voz —San suelta a mi hijo.

— Su hijo está llorando señora Jung y no voy a soltarle si se siente cómodo y seguro así —le abrazo con más firmeza —si me disculpa le acompañaré a su habitación. Necesitan calmarse y si después me quiere castigar por ser amable con su hijo aceptaré lo que sea aunque no me lo merezca.

Promise // Sanwoo //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora