Un joven trabajador ve su final en las vías de un tren. Le reza a una entidad para poder tener una segunda oportunidad y esta le cumple su deseo.
Y renace en un mundo de fantasía con magia y mechas llamados Armaduras.
Pero para su desgracia, él está...
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Han pasado cuatro meses desde que Rudel se fue y no volvió.
Era de tarde y había cuatro personas dentro de la casa del territorio Bradford. Una de ellas era el jefe de la casa, Walt, su esposa Sonia, su hija Pola y un hombre de baja estatura muy redondo, calvo y con un raro bigote puntiagudo.
Ese hombre era el Barón Lebrón, estaba aquí para recoger a Rudel tras su viaje de diecisiete meses. Estaba muy molesto ya que no fue directo a su territorio sino al territorio vecino.
─Y bien, Bradford-dono. Pensé que habíamos hecho un trato y parece que usted rompió esa promesa.
Exclamó el regordete hombre.
El padre de Rudel, Walt, estaba sudando frío ya que él había hecho una promesa de entregarle a su hijo en cambio de que este hombre pagara sus deudas, pero dicho hijo había salido de casa a hacerse un nombre como aventurero y así, salvar su pellejo.
─V-Verá, barón. Es que mi hijo, él salió de aventuras... y usted sabe que cuándo los jóvenes deciden eso, no hay nada que pueda detenerlos. —Habló con una voz temblorosa y ansiosa.
─Es cierto eso, pero nosotros teníamos un acuerdo verbal no es así, ¿Sabe lo que les pasará si él no estaba para cuando yo llegué, no?
El hombre de baja estatura le dio una mirada punzante al padre de Rudel, este se hizo para atrás cuando vio su cara molesta. Los prestamistas estaban a la vuelta de la esquina ya que solo quedaban días hasta la fecha de pago destinada.
El terror se asomaba en los ojos de la familia Bradford, la esperanza que era su hijo no había vuelto, ellos creían que tal vez, él consiga algo de valor y volviera rápido, pero tras cuatro meses desde su último vistazo, solo podían esperar que huyera o peor aún...
Fue entonces donde la joven hija de la familia, la cual estaba en la cocina, gritó como una alarma de sirena.
─¡¡Madre!! ¡¡Padre!! ¡¡Miren afuera!!
Inmediatamente, tras oír eso sus padres se levantaron del sillón donde estaban y miraron por la ventana para gritar sorprendidos y asustados. El hombre de baja estatura se puso de pie para ver afuera también y hacer la misma expresión y palabras.
─ ¡¿Qué demonios es eso?! Es muy grande para ser un barco, no. ¡Ni un galeón llega a ese tamaño! —Exclamó con asombro el hombre gordo y los padres de Rudel.
Salieron los cuatro a ver que era el extraño barco que se acercaba desde el cielo al suelo. A unos metros antes de aterrizar estaba, Rudel, saludándolos con su mano derecha en el aire y su izquierda apoyándose en el barandal de la nave.
─Oiiiigaaaan~ todos, volví ♡.
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