Un joven trabajador ve su final en las vías de un tren. Le reza a una entidad para poder tener una segunda oportunidad y esta le cumple su deseo.
Y renace en un mundo de fantasía con magia y mechas llamados Armaduras.
Pero para su desgracia, él está...
Quería poner más explicaciones de la madre, pero no había espacio, es lo que pasa cuando piensas en el capítulo y se desarrolla de forma distinta a la prevista.
Mañana terminamos el volumen y el domingo sale el documento.
Sinceramente quiero ver a Marian y Lecia charlando o vestidas con minifaldas.
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Todavía lo recuerdo como si fuera ayer.
Estaba en una fiesta de compromiso, era la mía.
El hombre frente a mí se convertiría en mi esposo.
─Mucho gusto en conocerlo, soy Marian de la Casa Wayne.
─Igualmente, Randolf de la Casa Rosenberg. Un placer en conocerla.
El hombre frente a mí es alguien quien conocía desde mis días en la academia, pese a que nunca hablamos. Yo siempre estuve enamorada de él.
Lo miraba de lejos, siempre pasaba junto con una chica, la heredera de la Casa Vermillion.
Vivíamos vidas diferentes, en ningún momento planteamos que nuestros destinos se entrelazaran.
En el fondo estaba feliz. Me iba a casar con el hombre que amaba.
Pero un día le pregunté tras verlo tan decaído.
─ ¿Ocurre algo?
Él miraba por la ventana, siempre a la misma dirección.
─Nada, solo ando pensativa.
Reconocía esa mirada, era la mirada de impotencia que tenía yo cuando lo miraba desde lejos.
Lo entiendo, lo sé mejor que nadie.
A pesar de estar casados y tener hijos, él aun la ama a esa mujer.
Ella lo abandonó en el altar, yo estaba furiosa por lo que le hizo, dejó a un buen hombre por un plebeyo que nadie conocía.
Pensábamos que lo hizo para molestar a su familia, pero lo convirtió en el guardián, incluso envió una solicitud de compromiso a nuestra casa.
Realmente me enfadé con esa mujer. No solo se burló de mi esposo, sino que ahora lo atormenta.
En el fondo, estaba un poco feliz por lo que pasó.
Cuando Randolf-san regresó a casa, traía consigo algo.
Fue a la parte más alejada del jardín y lo enterró.
Cuando vino a nuestra recamara, me abrazó con fuerza y me hizo el amor.
Estaba feliz porque mi marido me deseaba, pero la expresión en la cara de mi marido no parecía estar viéndome a mí.
Antes de dormir le dije.
─No importa lo que hayas hecho, no importa lo que ocultes. Tu esposa siempre estará de tu lado, mi amor.
─Gracias, Marian.
Era la primera vez que él pronunciaba mi nombre como al de un igual y no con un respeto hacia un desconocido o familiar.
Cuando una mujer ama a un hombre, no solo es en las buenas y en las malas. También es para ocultar cualquiera cosa que haya pasado en sus vidas.
─Por eso, amor mío, no hiciste nada malo. Solo duerme plácidamente para ver un nuevo día.
El deber de una esposa siempre será ser la mano derecha de su marido, y yo apoyaré al mío siempre. Incluso si eso me lleva al infierno.
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