Harry escuchó la risa en cuanto abrió la puerta y sonrió él también. Hasta que la vio sentada en el sillón, de perfil, mirando por la ventana. Su cabello oscuro parecía arder con los últimos rayos del sol. Su sonrisa se transformó en una expresión de admiración. Suelta y brillante, aquella sedosa melena le caía por los hombros como si estuviera celebrando su libertad.
Ella había encendido la televisión para escuchar un canal de radio. Se trataba de algo suave, con notas de jazz. Resultaba evidente que ella no le había escuchado entrar, por lo que Harry aprovechó el momento para observarla.
No tardó en darse cuenta de que estaba siendo testigo de algo que dudaba que vieran muchas personas cuando miraban a ____. Su belleza interior. La sexualidad innata que él encontraba tan irresistible. Le daba la sensación de que ella no mostraba a menudo aquella faceta de su personalidad y que mucho menos la compartía.
Esperaba que se atreviera a compartirla con él.
Se había quitado el horrible traje y se había puesto el albornoz del hotel. ¿Estaría completamente desnuda debajo? Sintió que la entrepierna se le tensaba. ____ aún llevaba puestas las perlas. Su iridiscencia reflejaba los rayos del sol. Harry se imaginó levantándolas, notándolas cálidas por la piel con la que habían estado en contacto y deslizar la mano por debajo para explorar la cremosa garganta. No recordaba haberse sentido nunca tan cautivado por una mujer.
Una vez más, se sintió atrapado por la sensación de que aquello era diferente, de que ella era diferente. Discretamente, se aclaró la garganta para anunciar su presencia.
-¿Le apetece a alguien un trozo de pizza?
____ se dio la vuelta para mirarlo. Parecía contenta de verlo.
-Sí, por favor -dijo mientras se levantaba del sillón-. ¿Dónde la has comprado?
-En la pizzería del aeropuerto. Era la última. O más bien la última mitad. Tuve que pelearme con las hordas hambrientas -dijo. Colocó la caja sobre el escritorio y encendió la lámpara. Entonces, agarró la botella de vino que había sobre el frigorífico del bar.
____ sonrió y se arrebujó un poco más el albornoz.
-Eres mi héroe.
-¿Te apetece un poco de vino?
-Gracias -respondió. Entonces, levantó la tapa de la caja-. ¡Qué buena! ¡Me encantan las alcachofas! Porque es de alcachofas, ¿verdad?
-Creo que sí.
____ tomó su bolso y sacó una servilleta de lino bordada con su nombre. Entonces, procedió a limpiar la cubertería. Harry se quedó muy sorprendido. Abrió la botella de vino y tomó un par de platos de cartón que había junto a la caja.
-¿Te gusta la comida italiana?
-Sí, pero el marisco es mi favorito -respondió ____ mientras separaba las porciones con un cuchillo y las colocaba en los platos-. En Glenelg, en el embarcadero del paseo marítimo, hay una maravillosa marisquería.
-Sé a la que te refieres -afirmó él. No le dijo que su apartamento tenía vistas a ese embarcadero. Se limitó a servir una generosa cantidad de vino en las copas-. Estoy de acuerdo contigo. Cuando estoy en Adelaida, es uno de mis restaurantes favoritos.
-El mío también. Parece que tenemos algo en común -comentó ella conteniendo el aliento.
-Espero que no sea todo lo que tenemos en común -susurró él mientras le acariciaba suavemente la mejilla con los nudillos. La piel de ____ era tan suave como la seda y olía a flores.
-No íbamos a hablar sobre nosotros...
-¿Y quién ha dicho nada de hablar?
Sus miradas se cruzaron, pero Harry no respondió al deseo que atenazaba la parte inferior de su cuerpo. Ya habría tiempo. Una mujer como ____ necesitaba tiempo y él ya había decidido darle la oportunidad de decidir si aún quería dejarse llevar por la pasión que había visto reflejada en sus ojos anteriormente.