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Eso es lo último.

____ se metió las manos en los bolsillos y observó cómo la última caja de recuerdos se cargaba en el camión. Le había costado dos semanas de lágrimas e insomnio ordenar las cosas de su familia y decidir con qué se quedaba y qué tiraba.

-¿Estás bien? -le preguntó Suzette.

-Lo estaré.

Entre la reorganización de su casa y la organización del desfile, no había tenido tiempo de lágrimas ni de lamentaciones. Había tomado una decisión y viviría con ella. Al menos, el hecho de estar tan ocupada le había evitado pensar demasiado en Harry, aunque solo a ratos. Las noches eran lo peor. Muchas veces tomaba el teléfono para llamarlo y decirle que había cambiado de opinión. Luego se acordaba que había sido él quien había insistido en que fuera algo temporal. La gran sorpresa había sido que fue ____ la que terminó la relación.

-Vamos a tomarnos un café antes de que llegue el anticuario.

-Buena idea.

Entraron en la casa para escuchar el sonido de los martillos y las taladradoras. En el salón principal, se estaba instalando un sistema de vigilancia para cuando ella abriera al público aquella sala. Aún tenía que decidir qué antigüedades vender y cuáles quedarse.

-Es la decisión correcta.

-Es cierto -murmuró Suzette-. Supongo que, después de todo, debo estarle agradecida a ese Harry por hacerte ver lo que yo llevaba dos años tratando de que vieras.

-Tal vez hayamos terminado, pero él ha sido lo mejor que me ha pasado nunca.

Suzette se detuvo en seco y la miró a los ojos.

-Sigues enamorada de él.

-Sí. Tardaré en olvidarlo, pero lo superaré con el tiempo.

-Te hizo mucho daño.

-Porque yo se lo permití, Suz. No fue culpa suya. Él jamás ocultó lo que quería. Ahora, vivo con las consecuencias.

____ se detuvo en la entrada del atrio que su padre había mandado construir un año antes de morir. El sol entraba a raudales por las dos vidrieras, llenando la estancia de colores. Como el resto era de cristal transparente, la habitación tenía mucha luz natural.

Había pasado lo peor. Las cosas solo podían mejorar a partir de aquel momento. Sin embargo, algo bueno había salido de lo malo. Harry la había ayudado a reafirmarse como mujer. Ya no quería pasar desapercibida. Quería brillar.

-Me encanta esta habitación -dijo, sonriendo por primera vez en semanas. Entonces, señaló con la cabeza la pila de sillas de cafetería que se amontonaban junto a una docena de pequeñas mesas. Había vitrinas y perchas contra la pared-. Y la voy a convertir en mi sueño.


Harry contempló el océano. La bruma borraba la línea del horizonte al verse azotada por los fuertes vientos. Era del color de los ojos de ____. Por tercera vez en menos de quince minutos, estuvo a punto de tomar el teléfono. Aquella era la gran noche de ____. Debería llamarla. Decirle que estaba pensando en ella y que le deseaba suerte.

Sin embargo, ella le había dicho que todo había terminado entre ellos. Lo último que quería hacer era reabrir viejas heridas.

Debería haberse marchado a Fiji tal y como era su intención, pero no había podido poner aquel sello de finalidad en su relación. Se sentía atrapado en un agujero que él mismo se había cavado, incapaz de desatar sus temores y compartirlos con alguien a quien le importaba, alguien que podía ayudarlo a superarlos. Alguien que lo amaba.

Recordó la última vez que vio a ____. Ocurría algo en aquella escena... ¿Qué?

¿Acaso creía que se había liberado? ¿Era aquello lo que de verdad quería o se trataba más bien de una barrera que había erigido para mantener alejada a la gente, algo que lo ayudaba a ocultar el profundo anhelo que tenía de conectar con otros? De confiar y pertenecer. De ser aceptado por sus fallos y sus fracasos.

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