Capítulo 12: |Prepárate, cariño, la guerra está por comenzar|

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Gabriel

Justo cuando salía de lo de Eva, tuve otra visión. Una visión muy diferente a las que antes había tenido. Era sobre Esteban, y fue realmente extraño, ya que no sabía que podía tener visiones del futuro de personas que ya habían perdido la vida. Lo malo de todo era que no sabía si lo que veía tenía alguna relación con todo lo que sucedía o si de alguna manera podía controlar las visiones y hacer algo con ellas. Pero ahí estaba Esteban, de traje. Más bien, acomodándoselo frente a un espejo, en un hotel de bajo presupuesto, que seguro solo lo había rentado por una noche. Se estaba preparando para algo importante —para una cena, quizás— debido a que, minutos después, tenía una botella de alcohol en la mano y unas flores y se las daba a su mujer. Marta estaba emocionada, por volver a verlo, porque justo en esa noche especial estaba con ella, abrazándola y besándola con cariño.

Sin embargo, como dije, había algo extraño. Parecía ser Esteban, pero al mismo tiempo no lo era. ¿Por qué? Bueno, yo estaba esa noche ahí, en esa cena, en esa fiesta especial y ni siquiera se acercó a mí. ¿Por qué no se acercó a mí cuando prácticamente fui como un hijo para él? Tal vez aún no olvidaba cuando pasó lo de la venganza y él me vio a la cara con esos ojos, con esos ojos juzgándome y expresando lo diferente que estaba. Además, Eva quedó en la escena como en un segundo plano, como si casi no importara. Como si en ese momento solo fueran Esteban y Marta. ¿Y Eva? ¿No vas a correr a abrazar a tu hija después de tanto tiempo? ¿Ni siquiera te vas a preocupar porque ahora es una vampira y su vida es mucho más complicada desde que se convirtió?

No sé, supongo que puede ser un recuerdo, un recuerdo viejo. El caso es que Silvia no aparece si es un recuerdo viejo; y si con más razón lo fuera, debería estar ahí con su hermana. Es decir, cuando sus padres aún estaban juntos. Así que Esteban estaba raro, la visión también. Todo.

Retomando mi camino, me dirigí a buscar al doctor Diego, el médico que había atendido a mi novia cuando ingresó con una herida de cuchillo en el abdomen. Había pensado en pedirle ayuda a Julián, pero me advirtió que no lo hiciera, ya que estaba atravesando una etapa de transformación que debía superar solo, así que decidí no visitarlo. Mi novia me había descrito un poco al doctor. Me dijo que tenía el cabello castaño y ojos verdes, que era alto, que usaba gafas gruesas y rectangulares de color negro, y tenía barba en el mentón y un poco de bigote. Según ella, parecía que bebía bastante, ya que los bordes de su bigote siempre estaban un poco descoloridos en comparación con su cabello. Su piel era de un tono blanco moreno y tenía un extraño tic de abrir y cerrar las manos con fuerza cuando estaba nervioso.

Finalmente, lo encontré en su consultorio. Una de las puertas tenía una placa con su nombre. Entré sin llamar. Estaba con un paciente, entregándole unos resultados, y cuando me pidió que saliera, que me llamaría cuando fuera mi turno, le indiqué al paciente que se fuera, casi alzando la voz. Este se asustó, recogió sus cosas y cerró la puerta. Yo, por mi parte, me aseguré de que la puerta tuviera algún tipo de cerrojo y lo utilicé para que el doctor no pudiera escapar.

—¿Quién es usted? ¿Qué le da el derecho de echar a mis pacientes de esa manera? —preguntó, temblando de miedo.

Me acerqué a su escritorio. Saqué una foto de Eva de mi bolsillo y la dejé sobre la mesa.

—¿La recuerda? ¿Sabe quién es?

—No, no, yo no... —No sabía qué decir. Su mandíbula se desencajó y sus dientes temblaban de nerviosismo, de miedo.

—Sí, la recuerda. Es la chica a la que dejó morir cuando ingresó de emergencia con un cuchillo en el abdomen —espeté mientras lo agarraba del cuello—. ¿Para quién trabaja? ¿Quién le ordenó hacerlo?

—Yo no trabajo para nadie. Yo no...

—¡No mienta! —grité en su cara—. ¿Quién le ordenó matar a Eva Martínez? Si no habla, le juro que le arrancaré la cabeza aquí mismo.

El regreso: Desvanecidos (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora