Capítulo 20:|No me agrada tu presencia|

38 9 0
                                    

Eva

Mi hermana apareció, pero ya no quise correr hacia ella para abrazarla, ya no deseaba volver a verla como solía hacerlo. Si tan solo me hubiera dicho la verdad, si me hubiera contado lo que estaba sucediendo en lugar de ocultarlo, si me hubiera compartido sus problemas y el aprieto en el que estaba, lo habría entendido. Quizás habría estado dispuesta a hacer todo lo que ahora ya no quería.

Su presencia me generaba una sensación incómoda en el pecho, pero no era exactamente dolor. Tampoco era enfado. Me sentía traicionada, una sensación similar a la que sentí con Lucas: tristeza, decepción. Ambos eran responsables del desastre que habían causado. La muerte de mi padre, mi propia muerte y mí transformación en vampiro, el malestar de mamá, la muerte del hermanastro de Alessia, la petición de los Miracle, el accidente, el riesgo de perder el año universitario, mi carrera y mis ganas de hacer reportajes, de estudiar. Se estaban robando mis ganas de tratar de ver lo bueno en todo esto, de seguir adelante. Pero, aunque lo intentara, no podía verlo de esa forma, no cuando lo hacían más difícil.

—Eva, ¿por qué estás llorando? —interrumpió mis pensamientos y mi estado de shock.

—No, no estoy llorando —negué, y sequé la lágrima que sin querer resbaló por mi mejilla—. ¿Qué haces aquí?

—Yo también te extrañé.

Sus brazos rodearon mi cuello y me apretó fuerte, como si quisiera escapar. Bueno, sí quería escapar. Pues no quería aceptar su cariño, su amor a medias después de no verla durante más de dos años. No me gustaban las mentiras, ni que me mintieran en la cara, ni los abrazos que no son sinceros. Así que la aparté.

—Te hice una pregunta —dije con seriedad.

—¿Por qué esa cara? ¿Por qué me tratas así? ¿Acaso no estás contenta de que he regresado?

—No. No me agrada tu presencia.

—Deberías estar contenta de tenerme a tu lado de nuevo. Sí, ahora soy como tú, pero eso no cambia las cosas.

—¿Debería estar contenta? ¿Contenta por qué? ¿No ves lo que han causado? —Me pasé la mano por la frente, en cualquier momento perdería la paciencia—. No te quiero a mi lado, Silvia. Tu regreso no me pone contenta; al contrario, me molesta, me deprime. Y las cosas sí cambiaron, ¿o acaso se te olvidó?

—No, claro que no. A mí no se me olvida nada de la noche a la mañana. Los recuerdos siguen intactos en mi mente.

—¿Entonces?

—Entonces, necesito que me perdonen. Necesito que perdones mis errores, mis acciones, solo así dejaré de sentirme tan culpable.

—No te perdonaré. Debes sentirte culpable porque eso eres. Perdonarte no regresará el tiempo atrás, no arreglará lo perdido.

—Lo necesito, necesito que lo hagas. Pero no de esta forma. —Aclaró tomándome de los hombros—. No digas que debo quedarme con la culpa. ¿Acaso no la necesitas tú también después de haber matado a ese pobre chico y tirarlo en el contenedor de basura? ¿No la necesitas después de no controlar tu sed de sangre y perseguir a esa pareja de jóvenes?

—¡Basta! —exclamé—. No quiero escucharte. Parece que estás muy bien informada de todo lo que he hecho y lo que no.

—Tuve que hacerlo. Solo de esa manera estaría alerta por si algo malo te sucedía. Siempre cuido a los que amo. —Me corrió un mechón de pelo de la cara y lo llevó detrás de mi oreja.

Una vez más la aparté de mí, pero con brusquedad.

—No lo intentes. No haré lo que me pides y punto —sentencié.

El regreso: Desvanecidos (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora