Capítulo 13:|Deberías estar agradecida por todo lo que he hecho|

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Eva

Me levanté. Era mi cumpleaños. Aunque ya no me emocionaba como antes, sonreí. Fui a la cocina para preparar mi desayuno como siempre hacía antes de ir a la universidad. Pero para mi sorpresa, ya estaba servido. Gabriel estaba allí, sosteniendo una caja de bombones, y Julián también estaba presente. Lían me lanzó confeti cuando salí de la habitación y los papelitos quedaron pegados a mi pijama. Creo que quisieron recrear aquel «feliz no cumpleaños» que había inventado para que dejaran de pelear y se llevaran bien cuando apenas comenzaban a conocerse.

Los abracé con fuerza y les agradecí por lo que habían hecho. Me cambié, nos sentamos y disfrutamos de la deliciosa comida que habían preparado, aunque sabía que para vampiros como ellos y yo tenía poco efecto. Mientras comía, los observé. Estaban contentos, felices, bien, y, por un momento, deseé estar así. Pero luego me di cuenta de que eso nunca sucedería, no mientras Lucas siguiera ahí afuera, en su residencia, y con todos los problemas que generaba. Aunque me gustaría dejar de pensar en todas las cosas por solo unos minutos y disfrutar, simplemente no podía hacerlo. Y dolía, porque quería que ese día fuera algo especial y celebrarlo de alguna manera, pero me estaba acostumbrando. Me estoy acostumbrando al caos, al desorden, a perder a las personas que me importaban, a confiar en quienes no debería, a meter la pata cada vez que tenía la oportunidad, a ser terrible en el vampirismo y a no tener todo bajo control. Y sí, todo esto apestaba.

¿Sabes qué también apesta? Que no haya tenido tiempo para visitar a Sasha, contarle el secreto que ahora guardaba y hacerle saber que estoy bien. Apestaba haberle prometido que no la abandonaría durante todo el año, que no me apartaría de ella, y aun así lo hice. Apestaba mi padre con su mensaje de que si necesitaba ayuda con esto, debía pedírsela a Egan.

¿Por qué?

¿Por qué no estuviste aquí cuando realmente necesitaba tu ayuda? ¿No pudiste comunicármelo antes de tu muerte?

No quería la ayuda de nadie. Quería a mi padre, a Silvia, a mi familia completa como antes.

Apestaba que mi madre no me lo hubiera dicho. Apestaban las mentiras, los engaños, los secretos, todo.

—Eva, ¿está todo bien? —me preguntaron. No me había dado cuenta de que ya no comía, de que mi mirada se había perdido en el vacío y de que las lágrimas habían comenzado a caer sobre mis mejillas.

—Lo siento, me trajo recuerdos —contesté mientras me las limpiaba con las manos.

—No tienes que disculparte por llorar, pero nos preocupaste —agregó Lían—. ¿Estás segura de que todo está bien?

—Sí, tranquilos. No es nada. —Saqué una servilleta y me soné la nariz. Luego me levanté de mi asiento—. Bueno, creo que debería ir hoy a hablar con el asesor académico. Tengo que justificar mi ausencia. Espero que puedan aceptarlo para que pueda regresar a clases y rendir mis exámenes, ya que estoy bastante atrasada.

—¿Quieres que te acompañe? —dijo Gabriel.

—No, gracias. Iré sola.

—De acuerdo. Si pasa algo, me llamas.

Asentí y me dio un beso antes de marcharme.

—Y, chicos —giré sobre mis talones—, gracias de nuevo por el desayuno.

—No hay de qué —dijo Lían—. Ah, Eva, no olvides que esta noche debemos hablar. Hay cosas que...

—Claro, después lo hablamos —le dije con prisa.

Me dirigí a la universidad y conversé con el asesor, quien, sin poner demasiada resistencia a lo que expresaba y presentaba, comprendió. Los directivos, mis compañeros, incluso algunos profesores, no dejaban de murmurar a mis espaldas, en el campus y en los baños, cuando me veían. Mi mera presencia, el simple acto de caminar por los pasillos y saludarlos, los aterraba. Y no me sorprende, mi muerte había sido noticia y habían salido a pedir justicia por lo que me habían hecho.

El regreso: Desvanecidos (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora