Capítulo 22:|Redención|

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Eva

El atardecer llegó rápidamente.

Era el momento. El día de la coronación. El de la redención de Silvia. Un escalofrío recorrió mi cuerpo de solo pensarlo.

A pesar de estar con Sasha, todavía sentía miedo, pero también estaba nerviosa, demasiado. Sin embargo, como dicen, cuanto antes mejor, y debía hacerlo rápido si quería llegar a tiempo a la ceremonia. Así que nos dirigimos allí. Tuvimos que dejar el auto estacionado en la entrada de un camino de tierra, ya que lo siguiente era continuar a pie. En el trayecto, era imposible evitar encontrarse con árboles y un amplio campo.

—¿Estás segura de que es aquí? —preguntó Sasha, haciéndose sombra con la mano por sol—. ¿Dónde está la granja?

—Es un granero. Y sí, estoy segura de que es aquí —afirmé.

—Por «granero» pensé que te referías a una granja y no al campo —comentó aún confundida.

—El granero no es solo campo. Bueno, en su mayoría sí, o al menos en este lugar. La propiedad está abandonada desde que éramos niñas y veníamos a jugar con mi hermana. Tiene un galpón, un aljibe que ya no sirve y una mansión deshabitada a unos cuantos metros, alejada de este. —Hice una pausa y continué—: Como estábamos a diez cuadras de casa, cada vez que pasábamos, veníamos todo el tiempo. La curiosidad nos mataba. Y nunca nadie lo reclamó. Tampoco supimos si alguna vez tuvo un dueño, así que cada vez que usábamos algo, tratábamos de dejarlo en el mismo lugar y no romper nada.

—¿Nunca las atraparon?

—Creímos que lo harían cuando Silvia rompió un jarrón de vidrio, pero no. No aparecimos por una semana, y luego solo desde lejos comprobábamos si alguien nos estaba esperando para castigarnos. Pero nada, nunca nada. En el galpón solo hay antigüedades que ni siquiera sabemos si tenían algún valor especial para la familia.

Finalmente, nos detuvimos al llegar al granero. Observamos a nuestro alrededor durante horas, pero no había rastro de Silvia.

—¿Qué es aquello? —Señaló el evidente aljibe que le había mencionado.

—Es el aljibe. Pero te recomiendo nunca caer ahí.

—¿Por qué? ¿Qué sucedió?

—Una vez fingimos que era una torre alta, pero en este caso bajo tierra, y que una de las dos estaba en peligro. Pero tropecé y caí sin querer, y terminé ahí adentro en una absoluta oscuridad de la que no podía escapar. Por suerte, Silvia no tardó mucho en ayudarme a salir. Pero lo que había logrado ver ahí abajo fue tan aterrador.

—A mí me suena a que te empujó. Siento que desde pequeña ya no te quería y quería acabar contigo —dijo frunciendo el ceño—. ¿Y qué había que te asustó tanto?

—Estaban los...

No logré terminar de explicarle a mi amiga, ya que Silvia se acercó a nosotras.

—Así que vinieron y va en serio —dijo sorprendida, con una sonrisa enorme como cuando se despidió de mí al salir de la casa de mamá—. Empecemos rápido con esto, para no perder tiempo.

Debió haberse dado cuenta de que estaba mirando a su alrededor, buscando si alguien más la acompañaba. Había llegado hasta aquí sola, probablemente para que nadie sospechara.

Sasha comenzó a hacer el conjuro al lado del aljibe, pronunciando unas palabras en latín, las mismas que antes yo había tratado de leer.

—¿No crees que este no es un buen lugar para hacer el ritual? —le pregunté a Silvia, que aún seguía con los brazos cruzados sobre el pecho, esperando a que Sasha terminara su trabajo. Una brisa caliente y fuerte comenzaba a soplar, oscureciendo el cielo. Además, si mi amiga estaba a punto de terminar, ¿por qué no nos tomábamos de las manos? ¿Por qué el hechizo tenía oraciones tan cortas?

El regreso: Desvanecidos (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora