03 • Prostíbulo

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Un chico de 18 años fumaba tabaco desde una pipa que su "jefe" le había obsequiado hace una semana, fuera de un establecimiento, exactamente uno en donde las prostitutas de las calles cercanas ofrecían sus servicios. Sí, trabajaba ahí, a pesar de ser el único hombre, tenía rasgos finos que hacían que el chico se viera como una mujer. Ésto aveces causaban problemas, puesto que los clientes al saber que era varón, se desilusionaban o le hacían cara de asco, no del todo mal también, pues también algunos hombres cumplían sus fantasías con él, y costaba caro, era el mejor pagado de ahí. Vió como un hombre de aproximadamente 40 años entraba al establecimiento, para que minutos después, saliera con una de sus compañeras. Le restó importancia, disfrutando de su descanso.

— ¡Anthony! — escuchó una madura voz de hombre que conocía muy bien. Valentino, su jefe, lo llamaba desde dentro del establecimiento. Apagó la pipa y la guardó para después entrar dirigiéndose a la habitación en la que se encontraba Valentino, tocó tres veces la puerta blanca y recibió un "pase" por respuesta desde adentro. Jalo la manilla de una de las dos puertas de madera fina, vio a su jefe sentado en un sofá algo grande color púrpura, fumaba desde una pipa color negra mientras miraba a otra dirección. Anthony pasó y cerró la puerta, acomodó su cabello.

— Ponle llave a la puerta — Anthony obedeció, volteó y giró la llave de oro que estaba en la cerradura para dirigirse de nuevo a la dirección de Valentino, odiando estar ahí.

— ¿Si, Lord Valentino? — preguntó con formalidad haciendo notar el "respeto" que le tenía a ese hombre.

— Ven aquí Anthony, siéntate a mi lado. Debo charlar un asunto contigo — ese "debo charlar un asunto contigo" puso nervioso a Anthony. ¿Qué de malo hizo esta vez?

Obedeció y fue con Valentino para después sentarse a su lado, el mayor se giró hacia él y acarició el blanco rostro del menor con gentileza, sólo se dedicó a verlo por unos segundos para después hablar.

— Tú sabes bien que eres mi Ángel, ¿cierto? — Anthony se quedó callado, nunca le gustó que lo llamara así. Valentino al no escuchar respuesta, frunció el ceño. Si algo le molestaba mucho, era que no le respondan cuando preguntaba. — ¿Cierto? — dijo haciendo notar su molestia, Anthony no tuvo opción y suspiró.

— Sí — Valentino sonrió satisfecho por la respuesta afirmativa del otro.

— Y también sabes, que eres mi mejor trabajador de aquí, y el más hermoso, ¿lo sabes, verdad?

— Si, Valentino

— Y aún así, siendo el mejor, eres el que termina decepcionándome — a ese punto Anthony no sabía a lo que se refería — Ahora me dirás ¿por qué no complaciste correctamente al señor McGee? — preguntó con cierto enojo en su tono, y con su mano agarró fuertemente el mentón del rubio e hizo girar de manera rápida su cabeza hacia él.

Ahora Anthony lo recordaba, ese hombre que le dio repulsión, pudo ser hombre de dinero pero con fetiches tan raros.

— Anthony, responde ahora. Pagó mucho por ti y tuve que regresar parte del pago por tu culpa. Te dejé muy en claro que debías complacer en todo al cliente, esas prostitutas sencillas de afuera son más obedientes que tú

— El tipo me golpeó, no quería permitir eso — Valentino rió por la razón que dio el joven, sin soltarlo.

— Si resistes unos golpes míos ¿por qué de otra persona no? Escuchame, te dejaré pasar esta, pero si prometes que te portarás bien y serás obediente con toda la clientela, sin excepción. ¿Oíste, Anthony?

El nombrado maldecía internamente y sólo quería golpear su cara. No tuvo otra opción más que aceptar, o ese hombre lo mataba, y no quería morir, no en ese momento.

— De acuerdo

— Muy bien — Valentino lo soltó y Anthony pudo voltear a otro lado — lo siento mi ángel, por agarrarte así, pero si no lo hacía no lo tomarías enserio — esta vez, Valentino tomó suavemente el mentor del otro y lo volvió a girar a él pero más lento. Prosiguió a besarlo en los labios de manera dulce, a lo que el menor correspondió.

Odiaba la sensación que tenía cuando Valentino lo besaba de esa manera. Lo odiaba, de eso estaba seguro, pero se sentía protegido cuando hacía eso, sé sentía querido y aceptado. Valentino lo recostó lentamente al chico delgado en el sofá y le quitó el moño rosado que estaba en su delgado cuello, Anthony empezó a quitarle el saco al contrario y el mayor a desabotonar el traje blanco.

El acto fue interrumpido por unos golpes en la puerta, Valentino se separó del rostro de Anthony y gruñó con enojo. Se volvió a sentar en el sofá y se puso nuevamente el saco. Anthony pasó su mano por su frente y de igual manera se sentó, buscó con la vista su moño que momentos antes Valentino aventó a no se donde. El proxeneta se paró, después lo hizo el rubio al localizar su pequeño adorno, el mayor abrió la puerta y se encontró a un hombre agarrando bruscamente a una mujer del brazo que trabajaba ahí, el hombre claramente se veía enojado.

Anthony abotonó su traje y vio al hombre y a su compañera.

— ¿Qué sucede? — el hombre entró a la habitación sin permiso del proxeneta, lo que le hizo enojar.

— ¡Está desdichada pateó mi cara!

— ¡Señor, Valentino, él me pateó a mi!

Valentino suspiró, vio a Anthony y le hizo una seña con su cabeza para que saliera de la habitación, a lo que él obedeció. Empezó a dirigirse ala salida, cuando lo hizo cerró la puerta y se quedó parado allí escuchando un poco de la conversación del otro lado.

— En primera, no tiene permitido golpear a las trabajadoras a menos que le haya pagado una buena suma de dinero, si lo pateó fue por una buena razón. En segunda, debes tener más respeto, llegas gritando como un idiota y entras a la habitación sin permiso. ¿Eres estúpido o algo?

Anthony decidió no seguir escuchando, tal vez y Valentino termine matando al hombre y se solucionó el problema. Prefirió subir a su habitación a descansar, no quería saber nada del exterior. Subió las escaleras para llegar al segundo piso,caminó hasta al fondo y abrió la puerta de su habitación. Él era el único "empleado" que tenía una habitación grande, estable y bonita, tal vez era algo bueno de ser el favorito del que manejaba todo. Buscó a su pequeña mascota, un cerdito pequeño de apenas 1 año, del que se había encariñado mucho rápidamente. Lo encontró en la cama en una esquina, dormía muy plácidamente, el rubio sonrió y se sentó en la cama, se quito los zapatos y se acostó. Faltaban unas horas para anochecer, quería escapar esa noche, aunque sea un tiempo, tal vez y en un futuro escape para siempre de ese lugar junto a su cerdito.











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