♡CAPITULO 4♡

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—Gracias —dijo con los labios pegados al dorso de mi mano.

Y ahí iba mi corazón acelerado, una vez más. Retiré mi mano de su contacto, con mucho nerviosismo. Doña Sandra nos miró de hito en hito; primero a Jean y luego a mí.

Me aclaré la garganta y dije—: Ahora, necesitaré su ayuda doña Sandra

Ella alzó las cejas con sorpresa mientras Jean fruncía el ceño.

—Te voy a enseñar a ver el rostro de una persona con tus manos.

Jean apretó el bastón ansiosamente mientras yo lo ayudaba a sentarse al pie de la cama.

Me quité un tenis y lo dejé en el lugar de donde quité el banquillo del escritorio. Sólo para recordar el lugar exacto y volver a acomodarlo allí. Doña Sandra soltó una risita divertida y me ruboricé lentamente.

Coloqué el banquillo y lo dejé frente a Jean. —Siéntese, por favor— le dije a la mayor mirándola.

Ella se sentó frente a su hijo quedando cara a cara. Me paré junto a ellos y dije —Jean, vas a recorrer su rostro con tus manos y me vas a describir sus facciones. ¿Crees que puedas hacerlo?

Él frunció el ceño.

—Pero no serviría de nada porque conozco el rostro de mi madre. —

Hice una mueca. Tenía razón. Tenía que ser alguien a quien no conociera.

—¿Por qué no tomas mi lugar? —sugirió doña Sandra.

Abrí los ojos como platos de la sorpresa y titubeé. Ella se levantó del banquillo y me hizo sentarme sin que tuviera tiempo para protestar.

—Jean puede hacerlo contigo y describirte hacia mí. Yo le diré si es correcta la descripción que me dé —dijo ella parándose justo donde yo me encontraba.

Me desvené el cerebro intentando encontrar una buena excusa; un buen motivo para no ser yo el que tuviera que estar tan cerca de aquel chico tan extraño pero no lo encontré.

Miré a Jean y dije en voz baja —Está bien.

Él elevó ambas manos con lentitud y las puso sobre mis mejillas con delicadeza. El simple toque hizo que la piel se me pusiera de gallina.

Sus manos eran cálidas y grandes. Sentí mi corazón acelerándose y cerré los ojos con fuerza intentando tranquilizarme. Deslizó su mano derecha por mi mejilla hacia abajo y su meñique me acarició aquel punto en el que la mandíbula se une con el cuello. Me estremecí por completo y apreté los puños intentando no jadear. Deslizó su mano hacia arriba y rozó mi oreja. Posicionó su mano en mi nuca. Su pulgar me rozaba un costado del rostro y el resto de su mano estaba en mi cuello. Me sostuvo con firmeza mientras con la otra mano examinaba mi rostro.

Contuve la respiración mientras las yemas de sus dedos bordeaban mis labios, mi nariz, mis mejillas, mi mandíbula, mi frente..., sonrió al tener que alejar un par cabellos de mi frente y siguió su recorrido por mi cuello.

Sentí sus dedos cerca de mis ojos y los cerré. Segundos después, los sentí sobre mis párpados cerrados.

—Sus ojos son medianos —comenzó a hablar con la voz más ronca de lo normal —, tiene pestañas largas y rizadas, nariz pequeña, labios gruesos pero pequeños, mejillas suaves y la mandíbula fina.

Doña Sandra abrió los ojos con sorpresa. —Así es. —dijo.

Jean sonrió. Su mano se deslizó fuera de mi nuca. Su toque había sido eliminado y pude respirar con naturalidad otra vez. Jean parecía satisfecho con él mismo.

El resto de la tarde la pasamos dándole objetos sin decirle que eran para que él, con el tacto, lo descubriera. Se frustraba con mucha facilidad al no reconocer los objetos al primer intento pero, tras varias rabietas, comenzó a acertar con rapidez.

Eran casi las nueve de la noche cuando decidí dejarlo por ése día.

—Terminamos por hoy — anuncié con una sonrisa cansada. Miré el reloj y recordé mi tarea de química. No iba a dormir ésa noche.

—¿Vendrás mañana? —preguntó Jean poniéndose de pie aferrado al bastón blanco.

—Sí, pero será más tarde, ¿Está bien? —dije.

—Bien. — me sonrió amablemente y apreté su mano.

—Descansa —dije.

—Gracias —dijo él con una sonrisa tímida.

Sonreí y bajé las escaleras con rapidez. Al pie de la puerta, se encontraba doña Sandra esperándome.

—Muchas gracias, Libi. —dijo apretando mi mano.

—No hay de qué —dije regresándole el gesto. Vi que intentó sacar un par de billetes de su monedero y abrí los ojos como platos.

—Toma —dijo. —. No es mucho, pero...

—¡No, no y no! —dije alzando las manos a la altura de mis hombros. —, no puedo aceptarlo.

—¿Cómo no vas a aceptarlo?, Tómalo —dijo extendiendo el dinero hacia mi.

—No. Lo hago con mucho gusto, de verdad —dije negando con la cabeza.

—Pero...

—Sin ningún "pero". Lo hago porque me nace hacerlo.

Ella, sin decir una palabra, se me echó a los brazos tomándome por sorpresa.

—¡Gracias, Libi!, ¡Muchas gracias! —dijo, sollozando. Un nudo se formó en mi garganta mientras correspondía su abrazo. Doña Sandra era una mujer que amaba a su hijo más que a nada en éste mundo y podía notarlo. Era la clase de mujer que daría todo por su hijo.

Tomé el autobús rumbo a mi casa y aquella noche, fue la primera noche que soñé con sus hermosos ojos color cafe. Fue la primera noche que soñé con Jean Carlo León

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Holaa♡

♡Aqui esta el cuarto capitulo♡

♡Espero y les guste♡

AUNQUE NO PUEDA VERTE- LIEAN (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora