AUNQUE NO PUEDA VERTE- LIEAN (TERMINADA)

♡CAPITULO 42♡

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-¡ERES UNA ZORRA! -me espetó Nicole.

Para luego darme una bofetada super fuerte en mi mejilla dejandola roja.

Una extraña y poderosa sensación de coraje me invadió por completo. Mi mandíbula se apretó con fuerza, una extraña picazón me llenó las manos; quería golpearla.

Estaba furioso y de pronto, mis manos volaron hasta conectar con los hombros de Nicole, y la empuje logrando casi que se cayera.

Un grito ahogado salió de su boca.

Sus ojos se encontraron con los míos y me regresó el empujón con intensidad.

De pronto un grito detrás de mí me sacó de mi estado furioso.

Un par de manos delicadas se posaron alrededor de mis brazos, tirando de mí hacia atrás.

-¡Ven aquí, Libi!, ¡Ven! -la voz de Mae sonó detrás de mi.

Era ella quien me estaba sosteniendo.

-¿Qué demonios está pasando? -la voz angustiada de Jean me hizo voltear a verlo y la angustia se filtró por mis pensamientos.

¿Acababa de empujar a Nicole?, ¡Dios mío!... La realidad de mis actos me golpeó y sentí mi pecho encogerse.

Jamás había reaccionado así ante nadie y éso me asustó.

-¡Vine a hablar contigo y este estúpido me golpeó! -chilló Nicole poniéndose firme.

-¡N-no te golpeé, solo te empuje, aparte tú m-me insultaste y me golpeaste primero! -solté tartamudeando por la adrenalina.

Las mejillas de Nicole se encendieron con coraje y la furia volvió a crecer dentro de mí.

-Déjennos solos - dijo en mi direccion Jean quien por su voz se escuchaba molesto.

Yo me volví para mirarlo, incrédulo. ¿Por qué me pedia eso? Iba a aceptar ver a Nicole despues de que ella me golpeo?. Iba a recibirla despues de lo sucedido.

-¿Q-Qué? -susurré incredulo y con pequeñas lagrimas en los ojos.

Él volvió a hablar.

-He dicho que nos dejen solos Libardo!

-¡Pero Jean ella no deberia..! - intervino Mae a mi favor.

-¡Maldita sea!, ¡Déjenme a solas con Nicole! - nos grito molesto él y sus palabras me golpearon el corazón.

Las lágrimas picaron dentro de mis ojos y el nudo en mi garganta se volvió intenso. ¿Nicole me había insultado y golpeado y él quería estar a solas con ella?, apreté mis manos en puños antes de caminar serenamente hacia las escaleras, rumbo a la habitación de Mae, no sin antes mirar la cara a Nicole, quien me miraba con una sonrisa triunfante.

Mae me siguió y cerró la puerta detrás de mi.

-Libi... -comenzó.

Me volví y cerré los ojos, liberando las lágrimas que había contenido hasta ese momento.

-¡No llores, por favor! -dijo acercándose a mi, enredando sus brazos en mis hombros.

Yo solté un sollozo y enterré mi cabeza en su hombro llorando. No podía entender qué diablos tenía que hablar Jean con ella y sobre todo por qué tenía que ser a solas.

Mi pecho se hundió una vez más. El coraje me invadió y salí de la habitación de Mae.

-¡Libardo! -me llamó Mae.

Entré a la habitación de Jean y me quite su ropa.

Tomé mi ropa y me la puse, me cepillé el cabello y me lavé la cara; tomé mis zapatos y para ese entonces Mae ya se encontraba en la habitación.

-¡Oh, Dios mío!, ¡¿No te vas a ir, verdad!?, no puedes darle ese gusto a Nicole, Libardo! -dijo con angustia en la voz.

Yo ni siquiera la miré. Me puse los zapatos y caminé rumbo a la puerta.

Ella me obstruía el paso.

-¡No dejaré que te vayas! -me dijo.

-Déjame salir -siseé.

-¡No! -me soltó.

-¡Mae, apártate de mi camino! -chillé.

-¡No! -dijo.

Como pude logre hacerme paso escaleras abajo. Cuando llegué a la puerta, podía escuchar las voces de Nicole y Jean, y la curiosidad me invadió.

Me acerqué un poco a la estancia y escuché claramente.

-¿Estás diciéndome que si quiero que tu papá solvente la operación, tengo que estar contigo otra vez? -dijo Jean con la voz ronca e incrédula.

El silencio lo invadió todo.

-Sí -dijo la voz de Nicole.

-¡Estás enferma! -soltó él. Una risa amarga salió de su garganta y yo me estremecí. Era una risa sin humor.

-Entonces, quédate ciego -siseó Nicole.

-¡Me encanta estar ciego, Nicole! -dijo Jean.

-¡Si vieras a tu noviecito te daría asco! Te darias cuenta del error en el que estás!, ¡No es nada como yo!

-¡Claro que no es nada como tú!, ¡Por eso estoy enamorado de él! -espetó Jean.

El corazón me dio un vuelco y me mordí el labio inferior.

-¡Es tan insignificante!, ¿Te ha dicho como es realmente? -chilló ella con coraje impreso en la voz -, ¡Es un "Don-nadie"!

-¡Y YO LO AMO, NICOLE!, ¡LO AMO!, ¡SIENTO POR ÉL LO QUE NUNCA VOY A SENTIR POR TI Y LO QUE NUNCA VOY A SENTIR POR NINGUNA OTRA PERSONA , ¡¿ES QUE NO LO ENTIENDES!?

Aquellas palabras se incrustaron en mi pecho. Jean realmente me amaba.

Estaba dispuesto a no hacerse aquella operación con tal de estar conmigo, y yo lo amaba a él.

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