♡CAPITULO 41♡

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-Libardo, amor, por el amor de Dios, ven a la cama -se quejó Jean.

-Quiero ir al baño -susurré en la oscuridad.

Todo el cuerpo me dolía debido a nuestras actividades anteriores; sin embargo, necesitaba ir al baño.
Una risa ronca resonó en la oscuridad y me ruboricé.

Entré al baño de la habitación de Jean y encendí la luz; pude ver mi desnudez en el espejo, tambien observe mercas por mi cuerpo desnudo, en mi cuello, en mi pecho, en mi estomago, en todos lados y otro rubor se extendió por mi rostro.

Definitivamente, necesitaba un ponerme algo de ropa. El alivio llegó a mi cuando hice mis necesidades y cuando salí del baño, busqué a tientas mi ropa.

-Bonito, ven a la cama, regresa a mi lado -dijo Jean con la voz adormilada.

-Necesito mi ropa interior -mascullé mientras me agachaba buscando a tientas en el suelo.

Él suspiró

-Abre el cajón de la cómoda, el de la izquierda -me dijo.

Hice lo que me pidió y me topé con el cajón de su ropa interior.

-Toma solo unos bóxers y ven aquí -dijo.

En sus labios bailaba una sonrisa burlona. Yo me ruboricé, pero tomé un bóxer negro y lo deslicé por mis piernas. Abrí otro cajón y tomé una playera antes de meterme en la cama.

Cuando llegue junto a el, me abrazo por la cintura pegando mi espalda a su pecho en posicion de cucharita siendo el la cucharita grande.

-Te pusiste una playera -se quejó.

-¿Te gusta tenerme todo desnudo en tu cama? -bromeé.

Una risa ronca brotó de la garganta de Jean y susurró

-Me encanta.- dijo

Sin decir una palabra más, deslizó sus manos alrededor de mi cuerpo, mientras enterraba su cabeza en el hueco de mi cuello y lo besaba.

-Duerme un poco más -murmuró contra mi cuello y presionó un beso suave.

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Una pierna grande alrededor de mis caderas, no me dejaba moverme, mientras un pesado brazo caía sobre mi cintura. Intenté moverme de la prisión que formaba el cuerpo de Jean a mi alrededor pero era imposible y me quejé.

Todo el cuerpo me dolía; era como si hubiera corrido una maratón sin descanso.

Jean dormía profundamente y yo moría de calor. El sol entraba de lleno en la ventana. Probablemente eran las doce del día y nosotros aún seguíamos en la cama.

Intenté moverlo para liberarme y hacerle algo de desayunar pero era imposible. Moví su brazo con cuidado de despertarlo e intenté deslizarme fuera de su pierna sin éxito. Él se removió un poco y liberó la mitad de mi cuerpo.

Tras un par de intentos, logre liberarme de su pierna y sonreí victorioso. Me senté en la cama y justo cuando iba a ponerme de pie, un brazo se enrolló en mi cintura deteniendome.

-¿A dónde crees que vas? -ronroneó la voz ronca de Jean.

Mi corazón dio un vuelco y él tiró de mí hasta recostarme en la cama a su lado nuevamente.

Comenzó a presionar varios besos en mi cuello y mi hombro juguetonamente, mientras me hacía cosquillas con las manos.

-¡Jean! -me quejé entre risas.

-¡Ven aquí! -gruñó juguetonamente mientras me tiraba a la cama y se posicionaba sobre mí. Su cuerpo presionando el mío.

-Déjame ir -me quejé bromeando.

-Nunca -susurró con intensidad.

El corazón me dio un vuelco al escuchar la promesa implícita en ésas palabras y me estremecí por completo.

Sin decir una palabra más, salimos de la cama, no sin antes tener una sesión matinal de besos. Jean se vistió con unos pantalones de pijama y bajamos a la cocina para encontrarnos a una soñolienta Mae.

-¡Ew!, ¡Ew, ew, ew! -chilló al vernos.

Miré hacia abajo y recordé que vestía ropa de Jean y que él sólo vestía unos holgados pantalones de pijama y su torso descubierto.

El rubor se extendió por mis mejillas mientras Jean reía estruendosamente.

-¡Cállate, escandalosa! -bromeó Jean.

-Definitivamente una imagen de ustedes dos vestidos de esa forma, no es lo que deseo ver por las mañanas. -dijo con ironía riendo mientras se servía una taza de café.

Yo reí bobamente mientras él me rodeaba con sus brazos

-Daría lo que fuera por tener ésa imagen yo también -murmuró Jean.

El silencio invadió toda la estancia y yo me aclaré la garganta para calmar los ánimos.

-¿Huevos y tocino? -sugerí.

-Suena delicioso. -canturreó el mientras nos abríamos paso a la estufa.

Después de desayunar, me dediqué a lavar los platos mientras Jean ayudaba a Mae a recoger la mesa.

La puerta de la entrada sonó y, para entonces, yo estaba secando mis manos.

-¿Podrías abrir? -pidió Mae amablemente.

Yo asentí y corrí hasta la puerta para abrir la puerta. El corazón se me heló en el pecho ante lo que vi.

Una chica pelinegra de ojos hermosos y cabello lacio me miró de arriba a abajo.

-¡ERES UNA ZORRA! -me gritó Nicole con odio en su voz.

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AUNQUE NO PUEDA VERTE- LIEAN (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora