Capítulo 3

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Esa noche cuando llegue a casa mi hermano que había hecho mejor los deberes que yo me explicó quiénes eran los F4, Song Woo Bin, So yi Jung, Yoon Ji Hoo y Gu jun Pyo.

Al día siguiente encontré un lugar alejado del edificio principal con unas escaleras exteriores. Era perfecto para mantenerme escondida del resto de personas y evitar seguir metiéndome en problemas. Estaba sola y decidí desahogarme, lo hice en castellano, la verdad que para maldecir es el mejor idioma de todos. Cuando terminé de quejarme y de poner verde a Gum Pyo una voz masculina que venía de la parte de debajo de las escaleras me sobresaltó.

- ¿Eres española? – preguntó dejándose ver. Casi me da un infarto. Era Ji Hoo. Luego pensé rápido. Había hablado en castellano, no habría entendido nada, aunque...

- Si, mitad española – la voz no me salió lo suficientemente firme para mi gusto.

- Encantado, yo viví tres años en Colombia – joder, lo había entendido, si no todo, la mayoría de lo que había dicho – me ha alegrado poder practicarlo de nuevo, por cierto es Gu Jun Pyo, no Gum Pyo – Podría disimular y decirle que me refería a mi primo Gum Pyo del pueblo, pero aquello ya no lo salvaba ni Lasi, decidí dejarlo pasar. Asentí mientras él se marchaba y decidí tener mi boca cerrada durante la mayor parte de mi vida en ese instituto.

Era mucho pedir que me mantuviera al margen estando rondándome el trio de zorras que aprovecharon la hora del almuerzo para tocar las pelotas. Era una hora tranquila en la que yo me relajaba comiéndome la comida que mi padre me había metido en mi fiambrera. Me encantaría poder comer lo que ponían en ese instituto, aquel autoservicio parecía el de un hotel de cinco estrellas, pero era demasiado caro para mí y por desgracia eso no me había entrado en la beca.

- ¿Qué demonios estas comiendo? – preguntó una de ellas, yo la verdad que rara vez sabía cuál de las tres hablaba.

- Comida – contesté engullendo otra cucharada de arroz.

- ¿Por qué no comes del buffete? – preguntó ¿Miranda? Da igual, la que fuera.

- Porque no me da la gana, esa comida es para snobs – aquella respuesta parece que no se la esperaban.

- Es porque no tienes dinero – espetó otra. Vaya no eran tan tontas como pensaba.

- No, es porque no veo la necesidad de gastarme ese dinero en esa comida ¿Os importaría marcharos para que pueda comer tranquila? – que cruz de mujeres...

- Antes debo perfumar esto porque has dejado un olor a plebeya horrible – la idiota se puso a rociar todo con su maldito perfume. Tapé mi comida enfadada y las fulminé con la mirada. Me faltó gruñirlas para ser igualita que el perro de mi vecina.

Se marcharon riéndose y yo continúe comiendo. Me habían atufado la comida con su maldita colonia cara. El próximo día comería en las escaleras del edificio exterior, así no me sentaría mal.

En ese momento y para mi asombro se acercó una chica muy linda a la mesa.

- ¿Podría probar un poco de eso? – me preguntó señalando un rollito de huevo.

- Claro, mi padre los hace maravillosos – le dije con una sonrisa. Era bueno ver una cara amable por allí.

- Soy Oh Min Ji – se presentó sentándose frente a mí.

Pasaron varias semanas en las que gracias a Min Ji no me metí en demasiados problemas, nos habíamos vuelto grandes amigas y disfrutábamos de pasar el tiempo juntas entre clases.

Esa misma mañana Gu Jun Pyo había estampado una tarta en la cara de una chica, había estado a punto de lanzarme a su cuello y destrozárselo a mordiscos, pero por suerte Min Ji me sujetó. Cada día odiaba más a ese niñato. Me había cruzado con él varias veces y yo le había ignorado completamente. Podía ver cómo le molestaba ser ignorado y la verdad que a mí me encantaba hacerlo. En quien no podía de parar de pensar era en Ji Hoo, le había visto más de una vez tocando el violín en el banco que hay camino de la piscina y no había podido evitar quedarme atondada mirándolo.

Al día siguiente pasé bastante tiempo en la piscina entrenando. La verdad que la climatización era maravillosa. Fuera era pleno invierno y no había conocido jamás inviernos tan fríos como el que estaba viviendo allí en Corea. Mi padre me había dicho que en ocasiones alcanzaban los menos dieciocho grados centígrados. Yo no me lo creía, la gente no puede vivir a esa puta temperatura. Los pezones no aguantarían eso.

- Hoy parece que te estas esforzando demasiado – me dijo Min ji ayudándome a salir de la piscina.

- ¿Sabes? Esta piscina y tú son lo único bueno de este maldito instituto – le comenté cogiendo la toalla.

- ¿Te apetece un helado? – no podía comprender como esta gente podía comer helado en noviembre... están hechos de otra pasta.

- Vale – a ver... es que yo no le digo nunca que no a algo dulce por mucho frio que haga.

Haciendo el imbécil en las escaleras y con el helado en la mano, era de esperar que ocurriera una catástrofe. Joder, lo que no me imaginaba era que sería tan monumental. Min Ji había caído desde el último peldaño y había dejado caer su helado en los carísimos zapatos del idiota número uno. Gu Jun Pyo.

- Lo siento mucho – le dijo mi amiga con una reverencia demasiado marcada.

- Si con un lo siento se arreglaran las cosas ¿Por qué habría leyes y policías? – no sabía si la gilipollez que había dicho la había entendido bien o era alguna jerga que yo no conocía. Aunque había mejorado muchísimo con el idioma, todavía había cosas que se me escapaban.

- Te compraré otros zapatos iguales, de verdad que lo siento – se excusó de nuevo mi amiga. Mi sangre iba calentándose cada segundo un poco más.

- Estos zapatos están hechos por un artesano de Florencia, no tienes dinero suficiente para comprarlos – ¿sabéis cuando las teteras están listas para quitarlas del fuego que echan humo? Pues así estaba yo, que me estaba empezando a salir humo de las orejas – Lame los zapatos – dijo el idiota. Hasta aquí habíamos llegado.

- Te ha dicho que ha sido un accidente y creo que eso es más que suficiente – le dije a Jun Pyo poniéndome delante de ella y encarándolo. Era más alto de lo que parecía y la verdad que de cerca era bastante guapo ¡Concéntrate chica! Me dije a mi misma.

- ¿Y tú quién eres? – preguntó mirándome de arriba abajo. Sabía quién era, estaba segura de que había pensado en mí más de una vez después de cruzarme por los pasillos con él e ignorarlo.

- Soy su amiga – expliqué.

- Si tan amiga eres, lame tú mis los zapatos – según terminó de decir aquello estallé en una sonora carcajada. los F4 me miraron como si me hubiera vuelto loca.

- Claro, no te preocupes – me acerqué a él y tiré del cuello de su camisa hacia abajo, enfrenté su cara a diez centímetros de la mía y le puse mi cono de helado sobre su frente y cayó sobre su chaqueta. Pude ver la reacción de todos lo que nos rodeaban y la cara de Gu Jun Pyo que pasó de ponerse rosa por culpa del acercamiento repentino a mi rostro, a ponerse roja de la ira.

- Puedes ir a mi tintorería si quieres – le tiré una publicidad del negocio de mis padres y algo de dinero.

Agarré a mi amiga del brazo y nos largamos de allí. Esa vez la había liado pardisima, por desgracia sabía que no lo iban a dejar así. La manía que tengo de actuar antes de pensar. Me había vuelto loca por un segundo, es que no podía creerme que hubiera alguien tan prepotente como aquel chico.

Boys Over Flowes New styleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora