Tempestades eternas

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Capítulo #14

Con la llegada de la primavera se podía ver de vuelta a la pareja real en ese gran castillo.

El pequeño príncipe había sido celebrado y elogiado por todos los súbditos, regalos habían llegado y ninguno había sido olvidado puesto que hicieron entrar cada uno en la alcoba del pequeño bebé.

Su felicidad se veía reflejada en cualquier lugar del reino, la nieve no se había ido por completo pero había dado un lugar para que las flores salieran a adornar el lugar.

-Me gustaría salir en familia a recorrer el pueblo- con su hijo en brazos decía el azulino.
-Claro amor solo cambias la ropa de nuestro pequeño y salimos-

Así como ordenó el azabache no tardaron para salir en ese pequeño paseo familiar, recibidos por todos y gozosos de que el pequeño príncipe los visitará, sonreían para aquella pareja esa tarde.

Pero así como la felicidad viene fácilmente por el destino también puede irse en un parpadeo, pues la pareja aún no sabía lo que les tenía la vida preparada.

Caía la noche y todos apagaban cada vela del palacio mientras Sebastian y Ciel arropaban a su pequeño que ya estaba dormido, disponiéndose a ir a su habitación.

-Me haces tan feliz desde aquella vez que te lleve a casa- decía un ilusionado azulino.
-Y tu desde que te vi por primera vez-

Parecía una noche tormentosa pero aún así la pareja logró escuchar el llanto de su hijo y el como se rompían cosas en su habitación. La pareja temerosa corrió de inmediato para solo ver una cuna vacía y cortinas mesiendose al compás de aquella tempestad.

-Sebastian !¿donde esa mi hijo?¡- gritaba el menor, y como si de una orden se tratara el mayor tomó su capa y con espada en mano bajo cada escalón hasta donde aguardaba su caballo.
-¿Sebastian qué pasa?- alterado decía su hermano mayor.
-Quiero que informes a todos que aquel que ha desaparecido con el pequeño príncipe ha traicionado a la corona por lo tanto pagará con la vida-

Dicho esto el rubio mayor corrió casi por todo el pueblo dando la terrible noticia, haciendo que los habitantes también fueran en la búsqueda. Alarmada la madre de Ciel solo atinó a correr al palacio, donde vería a su hijo destrozado sosteniendo una manta de su pequeño hijo sin siquiera ya poder respirar por la angustia de aquel momento.

-Ciel, lo encontrar ya lo verás- decía su madre abrazando el mojado cuerpo de su hijo.
-Sebastian fue tras el ¿verdad?-

Sin poder articular una palabra solo atinó a asentir pues su garganta estaba gastada por el llanto y su cuerpo empezaba a sentirse frío.

-El lo encontrará-

Así llegaba la mañana y todos regresaban a casa pues la búsqueda había sido en vano solo consiguieron el pequeño conejo de felpa que pertenecia al pequeño bebé.

El joven rey desanimado entraba donde su esposo lo aguardaba dejándolo ver aquel pequeño objeto que un herrero pudo encontrar muy lejos ya de donde pertenecía. Ciel se lanzo a los brazos de su esposo donde desconsoladamente lloro sin reparos siendo abrazado por el azabache que también había roto en llanto.

-Te prometo que lo traerá devuelta-
-Matalo, quiero que lo mates y a toda su bastarda familia, quiero que se pudran en lo más obscuro del infierno-

Siguiendo cada indicación reunión a todo su pueblo acompañado de su esposo que ya no tenía una sonrisa amable para todos, ahora era una cara inexpresiva.

-Si nos dicen a que familia pertenecia ese bastardo, sere misericordioso y podrán elegir de que asquerosa forma morir- decía aquel joven azabache que un día antes sonreía de radiante manera.

El corazón de aquella pareja se había congelado a tal grado que ni un solo latido existía más en sus pechos, ni siquiera ellos sospechaban que su reino también terminaría inmóvil por el frío de ambos.


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Esto aún no termina falta demasiado, y me gustaría que comentaran quien arruinó esto tan bonito.
Es corto pero ya está aquí.
No olviden apoyarla y recomendarla.
Los amo.

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