Capitulo 45

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"No sabe lo que hace", es el argumento de todos al tratar de entender lo que estoy haciendo. Porque es lo único que encaja en esa situación.

Juliana me observa desde la esquina de la mesa. Tal vez su expresión no es tan perpleja y aterrada como la de todos los demás en el comedor de la escuela, pero, de alguna forma, le incómoda. Sergio tiene la boca tan abierta que me dan ganas de cerrársela de un golpe. Lucho, frente a mí, parece hacer un esfuerzo porque el animal que lleva dentro no se libere delante de tantos testigos.

- Ya no hay nada de qué hablar- reitero, como cortando la tensión del silencio.

- Pero...no lo entiendo, osita, ¿por qué? - pregunta tratando de alcanzarme con sus brazos.

Doy un paso atrás.

- No me llames osita, ya no soy tu osita, terminamos, es todo- mi voz se endurece.

Con la poca dignidad que le queda, se aleja.

- Pudiste hacerlo en privado, no tenías que humillarlo delante de toda la escuela- replica Marcela.

- Sí, podía hacer eso- me limito a decir.

En realidad, no.

Esa mañana, ese lunes después de haber despedido a Esmeralda en el aeropuerto el día anterior, me había despertado como si el mundo me pesara. Ni siquiera había salido el sol y el sueño había escapado de mí. Algo molesta, me puse una sudadera y decidí salir a trotar un rato mientras quemaba las cuatro horas libres antes de la escuela. Llevaba mucho sin hacerlo, correr.

Desde que mi madre empeorara y padre se refugiara en los brazos de su amante había tomado el hábito de correr, casi como si quisiera escapar. Entonces mis sentimientos por la intrusa -la amante- se volvían unos celos casi incontenibles y terminé emborrachándolo para perder mi virginidad con él. Luego, simplemente me volví una maldita zorra. Creo que no hay otra forma de describirlo, cada una de mis acciones me confirmaban, cada noche, lo poco que valía como persona. Con el tiempo, dejé de pensar en ello. Más bien, dejó de atormentarme. Ese año, conocí a las arpías.

- No creo que deje las cosas así- suelta Juliana. Sólo ella y yo sabemos a qué se refiere.

- Que haga lo que quiera- contesto sin mirarla.

No tengo que hacerlo para saber cuál es su expresión. Es la misma que tiene desde que se marchó de mi casa pensando que Esmeralda había muerto. Para evitarme problemas, tuve que fingir que los padres de Pimentel me habían informado de sus planes y contarle lo del supuesto accidente a la directora. Ni siquiera lo puso en duda. Pedí discreción y los profesores se limitaron a decir que Esmeralda había sido transferida a Europa.

- ¿A qué se refieren? - interviene Sergio oliéndose algo extraño.

- A que Lucho es un rencoroso- suelta Juliana. El resto de la mesa, aún perpleja por la noticia, guarda silencio.

- ¿A qué viene eso? - insiste él.

- A nada importante- le lanzó una mirada mortal a Juliana y ella decide callar desviando la atención a los murmullos en otra mesa.

Sergio me cuestiona con un levantamiento de ceja, pero sólo me encojo de hombros. Ya es bastante malo que una persona lo sepa, no quiero que nadie más se entere de que Lucho me había golpeado una vez.

Cuando lo conocí, dos años y medio atrás, aún no era el capitán del equipo, pero sí un aspirante junto con David. Era extraño pensar en eso, en cómo nos conocimos. Las arpías estaban conociéndose y se tenían la guerra declarada por mi atención. Era mi época de casi anorexia, casi no comía y me limitaba a sonreír sólo cuando la situación me obligaba. Mi vida era un desastre. Dos años después, nunca habría pensado que ese chico romántico que me llenó la habitación y la casa de flores durante el primer mes, que gastaba enormes cantidades de dinero en restaurantes lujosos y regalos para mí, fuera un patán golpea mujeres. En algún punto de esos dos años no lo amé, pero sí lo quise mucho. Sin embargo, ese sentimiento desapareció cuando casi me ahorca.

Friends With Benefits  (Adaptación Juliantina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora