CORREGIDO*
Mi día comenzó cuando gracias a un calor infernal no pude dormir más, de descansar ya ni hablamos; siempre he odiado la horrible sensación de congestión nasal y del inminente dolor de cabeza. Miré el reloj en la mesita de noche, solo para alimentar un poco más mi odio, porque apenas a las siete de la mañana mi buen humor no funciona. Linda forma de empezar un sábado.
Casi que, por instinto, me dirijo al baño y lo primero que veo en el espejo es el reflejo de mi cara cansada, como si me hubiese pasado de fiesta la noche anterior, con las ojeras, pero sin los buenos recuerdos de una fiesta. Me peino torpemente el cabello con los dedos y consigo hacerme el moño más decente que me es posible en vista de las circunstancias; me enjuago la cara y reúno el valor suficiente para salir del baño.
Lo primero que veo al salir del baño es a Jaime sentado en el sofá grande de la sala con su celular en una mano. Por un momento, me permito un par de segundos para observarlo en paz y recordar porque sigo aquí, a pesar de todo. Pero esa sensación desaparece muy rápido, cuando de inmediato es sustituida por esa parte insegura de mí, que odio más que el calor y que me hace cuestionarme si estará hablando con otras mujeres. Me obligo a abandonar esa línea de pensamiento y de paso la anterior, cuando me abordan los recuerdos de la horrible discusión de anoche.
No sé cuál es el paso por seguir en esta ocasión, pienso en si darle un beso, tocarle la cabeza, abrazarlo de sorpresa por la espalda, o todas las anteriores y dar por zanjado el problema, pero esta vez no me parece que sea lo correcto, no es que otras veces me lo haya parecido, nunca soy yo quien da ese paso, pero esta vez decido ser cauta, más, si es posible. No se tampoco porque lo sobre pienso, tras el problema de anoche sí dormimos juntos, no fue como otras veces que se va o me pide que lo deje solo.
Cuando me hago consciente de que me estoy pasando del límite de tiempo que se considera normal que una persona este de pie, pensando, mirando fijamente a otra sin decir nada, se me ocurre ser salomónica y dejar lo demás a la suerte.
—Buenos días —Me limito a decir.
—Buenas...
—¿Quieres desayunar? —Le pregunto, mientras me dirijo hacia la cocina. Buscando una tregua.
—No, ya me hago yo un café —Es lo que recibo por respuesta, sin siquiera separar la mirada de su móvil.
¿Que quién es Jaime? Bueno, es mi novio. La personificación de todas mis inseguridades. Físicamente imponente: alto, cabello negro y rizado, ojos de un café muy oscuro, una sonrisa de ladeada con unos labios carnosos y unas hermosas y sutiles arrugas en los ojos que se asoman solo cuando se ríe sinceramente, tiene un cuerpo bien tonificado, aunque él dice que está un poco pasado de peso porque dejó temporalmente el ejercicio, debido al estrés por su trabajo que básicamente consiste en escribir novelas y uno que otro guion pequeño, es una promesa de la escritura debido a su primer libro que descubrió una editorial y se convirtió rápidamente en un Best Seller. Pero desde eso ya han pasado tres años y como no fue lo suficientemente contundente con la conclusión de la historia, el público y la editorial le piden una segunda parte, en la que lleva trabajando más de un año. Tiene 30 años y yo veintitrés y esos siete que hay de diferencia entre nosotros, últimamente han marcado una brecha demasiado extensa para mi gusto, ya no compartimos casi nada en gustos o aficiones y nuestras conversaciones, a menos que sean una disputa, suelen ser triviales y vacías. Siempre me gusto precisamente eso, si aura de chico malo, la idea de que sabía cosas del mundo que yo aun no conocía y que de su mano iba a poder acceder a todos eso, me enamore de su prosa, de su forma perfeccionista, de sus libros favoritos y de su misticismo.
Hasta este momento hemos sobrevivido a lo que parece un año de relación formal, precedido por dos años y medio de relación no-formal y hace cuatro meses, así como si nada, como quien habla de ir a comer un helado el fin de semana, me propuso que me mudara a su departamento, departamento que fue un regalo de sus padres y en papeles seguía siendo de ellos, cuando termino la carrera de letras. Yo acepté sin pensármelo mucho. La verdad es que no fue una propuesta en absoluto romántica ni mucho menos un antecedente al matrimonio. A mí no me causó ninguna molestia porque lo conozco y no esperaba más de él, es más, no me esperaba ni eso de él, pero no podría decir lo mismo de mis padres, que casi se infartan cuando simplemente les informé que me mudaría a vivir con mi novio, quien no es precisamente su persona favorita, de un día para otro y sin casarme.
Mientras esperaba que se enfriara mi café soplando la taza entre mis manos, pensé en lo sola que me siento compartiendo el mismo cuarto y respirando el mismo aire con la persona a la que le he dedicado los últimos tres años y medio de mi vida y sentí lástima por mí misma, porque me sentía como un adorno más, tan lleno de vida como el florero que contenía las rosas que traje hace dos semanas y deje marchitar como una forma de evidenciar las pocas ganas que tenía de estar aquí y que como todo lo demás, incluyendo mis sentimientos, parecían ser invisibles para Jaime.
Inconscientemente, suspire. Eso hizo que Jaime hiciera un ruidito de molestia y se dirigiera del sofá hacia la cama tirando la puerta de la habitación, dejándome por fuera, en una señal obvia de búsqueda distancia. Más, si es que eso era posible.Así comienza mi fin de semana, el décimo séptimo desde que me mudé, no tan atípico como me gustaría admitir. Y el simple hecho de pensar en que todavía faltan dos días completos hasta que llegue el lunes, me pone ansiosa, enojada y triste en partes iguales. A veces deseo quererlo un poco menos, necesitarlo un poco menos, tener el valor de tomar las pocas cosas que me pertenecen aquí e irme. Pero se, en el fondo, que, si me voy, Jaime jamás me seguiría.
¿Asimilar que esto es una mierda, o arreglarlo?
Cuestión de tiempo.
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Cuestión de Tiempo
RomanceAlex nunca se atrevió a cuestionar sus sentimientos, Logan nunca tuvo miedo de entregarlo todo, hasta que conoció a quien no necesitaba nada, pero merecía todo. Ambos estaban perdidos y no lo sabían, hasta que se encontraron. Aprender el uno del o...