Capítulo 6 - Logan

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CORREGIDO*

LOGAN

Ha sido un día de mierda. Después de tantas horas revisando horarios, ya me los he aprendido de memoria, lo cual no es precisamente bueno. Solo puedo pensar en lo fastidioso que va a ser estudiar por las noches, pero tiene que ser así si quiero conservar mi independencia, es la única forma de no perder el trabajo con la revista, que aunque no es de planta, pues si es mayormente durante el día casi toda la semana, además me deja espacio para agendar sesiones durante los días libres, porque bajo ninguna circunstancia le voy a permitir al viejo que además de pagarme los estudios, me mantenga, odiaría tener que recordarle que no va a haber forma nunca de que pueda comprarme.

Apenas ha pasado una semana desde que recibí la llamada de Rhett recordándome que tenemos un trato y que debía regresar para ayudarle con el «negocio» y nunca antes en su jodida vida, ese hombre ha sido tan oportuno. Kate, mi ahora exnovia, es un alma libre, una mujer realmente relajada, a quien no parece que nada en la vida le afecte realmente. Pero yo, a mis veintiocho años, creo haber comprobado que no cuento con la madurez emocional suficiente para convivir todos los días como si fuéramos amigos, con la mujer que me devolvió el anillo de compromiso que me costó nada menos que tres meses de sueldo como barman, sin tener derecho a darme lujos como tomarme una cerveza o pagar un taxi cuando salía realmente tarde de trabajar y en vista de que vivía en su casa y estaba a unos seis mil kilómetros de distancia de la mía, estaba volviéndose realmente incomoda la situación, para mí. Aun así, estaba esperando juntar dinero (porque me niego a vender el puñetero anillo) para irme a un hotel, hostal o lo que me alcanzara primero, pero antes de que eso pasara, Rhett ya me había comprado el tiquete de avión para regresar. Y si, nunca me cansaré de agradecérselo.

Llegue hace tres días y todo me parece igual de feo que antes, me tome el primero para dormir y disfrutar de la comida hecha por las manos privilegiadas de mi madre y durante los otros dos he estado moviéndome de aquí para allá, buscando que la revista para la que trabajaba antes de irme a Irlanda me contrate de nuevo, haciendo trámites para recuperar mi antiguo número de celular y ahora, intentando que los estúpidos clasistas de admisiones de la estúpida clasista universidad de ciencias económicas que deje tirada hace dos años cuando me fui, acepten el estúpido y clasista dinero de Rhett para permitirme terminar la estúpida y clasista carrera de finanzas que le prometí que terminaría. Lo único que he disfrutado un poco son las caras del encargado de admisiones cuando le muestro el comprobante de la transferencia que corresponde a la cancelación de los tres semestres que me faltan para que hagan la excepción de aceptarme como oyente lo que queda de este mes para empezar en enero. Hasta que se vuelve un poco insultante cuando se atreve a cuestionarme por el origen de los fondos y me veo obligado a llamar al viejo para que les aclare que el vínculo entre nosotros no tiene nada que ver con favores índole sexual y que es completamente normal que un abuelo asquerosamente millonario le pague los estudios a su nieto, así este no tenga su apellido.

Cinco años antes, había casi suplicado por una de las dos becas para licenciatura que entregan a estudiantes de instituciones públicas, en ese momento pensé que era la única forma que tenía de conseguir un mejor futuro para mi madre y para mí y me esforzaba muchísimo para tener calificaciones destacables. Lo que más quería era poder retribuirle a ella todos los sacrificios que tuvo que hacer por mí y sacarla de esa horrible cafetería en la que trabajó tantos años. Pero poco tiempo después la vida nos cambió a los dos, con la aparición de Rhett y la noticia de nuestro parentesco, su disculpa por perderse veinticinco años de mi vida consistió en cancelarle la hipoteca a mi madre para que finalmente tuviera su casa, comprarnos un auto ridículamente caro para movilizarnos tranquilamente e intentar comprarme con un montón de cosas innecesariamente caras (play station, celular, computadora, ropa y zapatos de marca y las únicas dos cosas que no pude rechazar: mi motocicleta y un curso de fotografía en Irlanda que duraba dos años y al que me podía ir tranquilamente porque mi madre ya no tenía que preocuparse por si podíamos o no llegar a fin de mes.

Cuestión de TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora