Capítulo 3

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CORREGIDO*

Llevo media hora frente al computador, preparando una lista de reproducción para trabajar, evadiendo mis responsabilidades como la adulta que soy, cuando veo que llega un correo electrónico con una invitación a una gala, que viene dirigida a mí. Poca gente sabe que estoy trabajando en la Clínica y dudo que la revista que organiza este evento tenga conocimiento de mi existencia, pero no puedo evitar sentirme importante al verla, se trata de una charla sobre algo de la moda y un coctel que se organiza anualmente, a la que asisten los representantes de casas de modelos, clínicas estéticas más reconocidas y todos aquellos que sean relacionados con marcas caras de ropa y maquillaje, es el próximo viernes y el dress code es Black tie. Decido que, aunque claramente la invitación tiene mi nombre, está directamente relacionada con la clínica y en vista de que todavía tengo un par de días para confirmar asistencia, primero lo hablaré con mi madre y con Vince, para no verme tan desesperada por asistir a uno de esos cócteles a los que mamá siempre iba sola con papá y a los que moría por ir desde que estaba pequeña, porque, desde que tengo memoria me apasiona la organización de eventos de ese nivel, la decoración y toda la temática de fiestas de gala, o por lo menos lo que yo pensaba que eran. Además, es la excusa perfecta usar esos vestidos que guardo en el último rincón del armario de mi habitación en la casa de mis padres.

Traté de enfocarme en hacer mis tareas del día rápido y casi lo logro de buen humor, de no ser por el poco amable desarrollador con el que hablé una hora completa por teléfono, para al final decirme que no tenía interés en el proyecto. Ya por hoy tuve suficiente de informáticos groseros, así que apago la computadora faltando dos horas todavía para que se acabe mi jornada, pero a los dos segundos me arrepiento y la vuelvo a encender para cambiar algunos detalles de la presentación que sigo preparando para Vince; he estado leyendo sobre la economía italiana y creo haber comprendido mejor algunos conceptos, como para replantear un poco el plan de negocios y aterrizarlo más, si bien estaba segura de que ni siquiera lo iba a leer completo, tampoco me sentía cómoda con la idea de entregar algo mediocre; al releerlo, siento que los avances de días pasados, son el reflejo de cómo me estaba sintiendo en el momento y me entraron ganas de golpear el computador cuando me vi obligada a borrarlo todo, me pase al menos una hora reseñando los servicios detalladamente, la cadena jerárquica y el público meta y sé que requerirá correcciones, pero al menos ya no se siente como si quisiera pegarle con mis palabras al pobre ser humano que lo lea.

Antes de irme, paso a dejarle a Amber el presupuesto de gastos para navidad, en el que deje una posdata que dice que se apresuren a firmarlo para poder comprar con buen tiempo un árbol, la decoración y los regalos para los colaboradores o les ayudaré a organizar un sindicato, finalice mi posdata con una carita feliz. Solo espero que Vince se lo tome con el mismo humor que sé que se lo tomará mamá.

Apenas si he hablado con Amber esta semana y no es que la esté evadiendo, o si, un poco, hablar de Jaime me abruma casi más que no hacerlo y prefiero mantenerme ocupada.

Mientras camino hacia el gimnasio, que se encuentra en el mismo centro de negocios, escucho el mensaje de voz de Luka en el que se tarda cuatro minutos hablando de un proyecto que no recordaba que tenemos que entregar esta semana, apenas alcanzo a llegar con el tiempo justo para hacer unos cuarenta minutos de cardio, bañarme y correr para llegar a la clase de Mercado Estratégico. He descubierto que vivo entre dos extremos, o estoy demasiado saturada o estoy demasiado dispersa, y curiosamente, la una siempre me lleva a la otra.

Tom, el chico que se encuentra en la recepción del gimnasio me recibe con el mismo saludo cálido de siempre, como si fuéramos muy cercanos, aunque solo nos vemos las caras las dos o tres veces por semana que consigo venir antes o después del trabajo.

—Hola, de nuevo. El coach te programo la cita con el nutricionista para el viernes, ¿te parece a las dos de la tarde?

—A las dos está bien, gracias, Tom.

Cuestión de TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora