Capítulo 1: La chica que parecía una diosa

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Alex

Jamás había visto a una chica como la que estaba sentada delante de mí, a simple vista parecía que no destacaba, pero al igual que las mejores cosas, mientras más la observaba, más me daba cuenta que no era nada normal, ya que ella lograba destacar sin problema alguno. Quizás era porque recién me estaba despertando y el atardecer que estaba a sus espaldas combinaba en perfecta armonía con su vestido blanco el cual emanaba cierto aire de libertad desde las pequeñas flores lilas que tenía estampadas resaltando así entre el mar de uniformes donde estábamos, quizás era por ese toque de misterio y elegancia que sus lentes le daban o por lo concentrada que estaba en su lectura haciendo parecer que estaba dentro de ella o que estaba en otro mundo. Quizás era por como el viento movía lentamente su largo cabello castaño cubriendo su rostro lo suficiente para dejarla leer.

Y antes de darme cuenta, por alguna extraña razón no podía dejar de mirarla, descubrí que parecía una diosa entre mortales, era similar a una estrella fugaz, un oasis en la ciudad, simplemente era algo que jamás había visto. Rápidamente intente mejorar mi imagen lo mejor que pude, no sabía porque lo hacía, pero quería que ella tuviera una buena impresión de mí. Aunque claro, eso era algo imposible de lograr ya que si se había subido cuando estaba durmiendo, no podía hacer nada para mejorarla. No sabía prácticamente nada de ella y aun así me estaba esforzando por agradarle.

A pesar de todo, tenía la vaga esperanza de que, si me atrevía a hablarle, quizás ella me respondería. No tenía nada que me aseguraría que eso pasaría, pero aun así algo me decía que debía intentarlo.

Pero, por alguna razón no podía pronunciar ni una sola palabra, parecía que tenía un gran nudo en la garganta y todo el valor que segundos antes sentía se estaba desvaneciendo lentamente, me sentía como si ella fuera una especie de kriptonita para mí y tan solo logre desviar la mirada intentando disimular que no la había estado mirando desde que desperté.

Y mientras yo perdía el tiempo intentando pensar que hacer, las estaciones se estaban terminando, yo bajaba en la última estación y eso me daba algo de tiempo, pero no sabía cuál era la estación donde ella bajaría. Y aunque me atreviera a hablarle, ¿qué debería decir?, no podía solamente llegar y decir: ―Hola, te he estado mirando desde que desperté, ¿cómo te llamas?. Me sentía como un tonto solo pensarlo.

De esa forma llegamos al final del camino, ambos éramos los únicos que aún no habían bajado del vagón, hasta que las puertas se abrieron de par en par mientras todas las demás personas de los otros vagones bajaban llenando por completo el andén formando un mar de gente. Ella cerró y guardo su libro, se levantó con delicadeza mientras su cabello provocaba una ligera brisa que llego a mí con la misma fuerza de un huracán acompañado de un dulce y agradable aroma. Inmediatamente me levante, no quería parecer un acosador, pero por lo menos quería saludarla o despedirme, pero sobre todo, no quería pasar desapercibido.

—Nos vemos — dijo con una sonrisa que inundo de luz todo el vagón, antes de desaparecer en el andén.

Esas simples palabras me habían paralizado, sabía que buscarla en ese momento era inútil. Pero aun así quería que volver a verla. Aunque solo fuese para saber su nombre.

La última estaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora