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Después de un par de horas de viaje, Marinette llegaba a su destino. Y es que, ¿Qué mejor que su hogar para despejar la mente y asentar las ideas?

Quizá su marcha no fue de lo más ideal, pero sabía que si veía o hablaba con Adrien, acabaría abdicando y cayendo de nuevo en la tentación. Y eso era algo que entonces no podía permitirse.

Sus inseguridades la llevaron por mal camino, y si lo que quería era tener una oportunidad con ese chico de ojos verde esmeralda, primero debía madurar y dejar de ser tan influenciable.

Se sentía mal de no contestar los mensajes que él le hubo mandado durante las horas en las que no se habían visto. Se le rompía el alma al obviar sus llamadas y cualquier tipo de contacto; pero entonces era lo mejor para ambos.

Nada más entrar por la puerta de su casa, Tom y Sabine corrieron a recibirla con un afectuoso abrazo. Contadas eran las veces que veían a su hija, limitándose a vacaciones de la Universidad y algún fin de semana cada determinados meses. Por eso mismo, cuando la tenían a su lado, aprovechaban al máximo el tiempo juntos.

Dada que su marcha fue un tanto precipitada, tuvo que atar los pendientes de la facultad con sus profesores, consiguiendo así presentar las tareas a través de internet y no perder el hilo de las distintas materias.

Sin embargo, y pese a que todo lo tenía bastante controlado, su cara lucía algo demacrada y sus ojos carecían de su brillo habitual. Pues, al fin de cuentas, le faltaba su rayo de luz; le faltaba Adrien.

A la mañana siguiente, y ya instalada en su habitación de adolescente, la azabache se dedicó a explorar esas cuatro paredes que en su día acallaban los dramas y fantasías de una inocente chica de coletas.

La decoración seguía intacta, con el color pastel de siempre y las fotos con sus amigos colgadas en un tablero de plomo que le sonsacaba alguna que otra sonrisa nostálgica.

Estuvo unos instantes mirando esas no tan viejas instantáneas. Contemplando los rostros de ella junto a Alya y demás amistades que hubo perdido al iniciar su vida universitaria.

Entre las varias imágenes, sus zafiros vislumbraron la fotografía de fin de cuarto curso de secundaria; donde se podían ver a todos sus compañeros y... A él.

Marinette se encontraba al lado de Alya, sonriendo a cámara junto al resto de los alumnos mientras que Adrien hacía un gesto con los dedos por detrás de su cabeza.

«Bicho tonto...»

Su mirada se empañó al reseguir con los dedos el rostro de ese rebelde quinceañero que entonces se había convertido en el epicentro de su universo. Inspirando profundo al intentar no derrumbarse.

—¿Marinette? —La susodicha levantó la mirada, encontrándose con el preocupado semblante de su madre asomándose por la puerta—. ¿Va todo bien...?

La joven pestañeó un par de veces, asintiendo en silencio.

—Sí, mamá, yo... Solo estoy algo cansada.

—¿Segura? —La menor confirmó con un simple sí, no dándole muchas opciones a su progenitora—. Como digas... —Suspiró, sonriendo con amabilidad—. Dentro de un rato comenzaré a preparar el almuerzo, ¿Querrás ayudarme?

—¡Claro! —Exclamó la chica, denotando más énfasis—. Dame unos minutos y enseguida bajo a la cocina...

Sabine se retiró sin insistir, volviendo a dejar a solas a su pequeña princesa, la cual tan pronto se sintió tranquila y con privacidad, estudió nuevamente esa foto que había captado su atención. Centrándose en la sonrisa socarrona de Adrien para luego evadirse en memorias pasadas.

ODIO AMARTE |+18 collab. ft Marichat8989Donde viven las historias. Descúbrelo ahora