Crueles Intensiones (Adrinette)

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Adrien estaba acostumbrándose a ver el rostro de Marc en una videollamada. Ahora mismo, estaba en la pantalla del iPhone de Adrien, quien descansó sus codos en el volante y ladeó su celular para protegerlo de los rayos del sol.

—Fuerte y claro.— Adrien dijo, su voz era el único sonido en la desierta carretera frente al colegio. —¿Dónde está Nathaniel?

El video se movió de Marc al otro extremo del auditorio de la preparatoria. Entre las sombras, Nathaniel estaba dándole la espalda a la cámara, sosteniendo varios manuscritos, extendiendo una copia a cada estudiante. —Trabajando en ello.— Dijo Marc.

—Cielos..., me gusta como llena ese uniforme.

La sonrisa de Marc regresó a la pantalla del celular.

—Soy afortunado.

En el fondo, escucharon la voz de Lila empezando el bien ensayado discurso.

—¡Bienvenidos, estudiantes!— dijo. En el video, Adrien pudo ver que Lila ni siquiera miraba sus tarjetas.

Dos líneas más de 'este es el primer día del resto de sus vidas', y Adrien vio a los estudiantes, en la fila delante de Marc, poniéndose de pie para irse.

—Hey, dónde están-... ¡esto es muy grosero!— la voz de Lila se quebró.

—Y la bomba por fin cayó.— Marc susurró. —¿Estás seguro que planeaste todo?

—Hasta el último detalle. No hay forma en la que esto pueda salir mal.

La vista de Marc reparó en el manuscrito que tenía en su regazo. Era una copia del diario de Adrien.

Marc giró las hojas y se detuvo cuando vio el nombre de Nathaniel.

Rayos...

—Adrien...

—¡Ya debo irme, hablamos luego, adiós!— Adrien metió su celular en la guantera y la cerró.

«Ok, después de todo, solo hubo un pequeño agujero en su plan.»

Nathaniel fue uno de los primeros en salir de la preparatoria, sus manos estaban vacías ahora. Alzó ambos pulgares hacia Adrien cuando lo vio. Y Adrien solo pudo ondear incómodamente la mano y hundirse más en el asiento de su Jaguar.

Los demás salieron pronto, rodeando el área ahora, estudiantes y profesores, algunos entretenidos, algunos escandalizados, algunos avergonzados. Y entonces estaba Marinette, quien sobresalía de entre todos como siempre, aun cuando estaba usando su falda negra y azul a cuadros negros y una camisa con una corbata tal como los demás estudiantes.

Caminó hacia Adrien, con una copia del diario bajo el brazo.

—Hola.

—Hola.

—Y,— Marinette dijo. —¿Por qué?

Adrien se alzó de hombros.

—No más secretos. Ellos saben lo que tú sabes, lo que yo sé.

Marinette pasó las hojas.

—Pero no estoy ahí.

—Era un libro de conquistas. Tú nunca fuiste una conquista.

—Toma agallas, en especial incluir una carta para mí al final.— Marinette giró la última hoja y leyó en voz alta. —Marinette, saber lo que quería no fue la parte difícil. Fue saber si lo merecía o no. Y aun cuando todavía no tengo una firme respuesta para eso, sé que no puedo no intentarlo-

—¡Bastardo!— Adrien gritó, tomando la copia. —¡Nathaniel es un idiota! ¡Era privado, estaba en un sobre sellado!

Marinette sonrió.