6

4.3K 505 219
                                    

—Y... listo —dijo la enfermera mientras sacaba mi vendaje —, tu cara está mejor de lo que esperaba.

Bokuto se para al lado de la enfermera y se queda viéndome, ¿por qué hace eso, no ve que me pone nerviosa?
Se acercó a mi y tomó mi cara, pasó su pulgar por mi ojo izquierdo. Se sentía tan bien el tacto de él.
Lo único que pude hacer fue cerrar los ojos y disfrutar esa sensación.

La enferma carraspeó, llamando mi atención, Bokuto seguía mirándome fijamente.

—¿Ocurre algo? —preguntó la enfermera.

—No... no recordaba que era tan hermosa —responde.

—¡Bokuto-san! —exclamo, intentando disimular mi vergüenza. Siento tantas cosas dentro cuando habla de mi... —, deja que la enfermera termine su trabajo.

—No pasa nada, ¡el amor! —dice entre risitas, tomó mis datos y se sorprendió.

Se quedó callada unos segundos, Bokuto volvió a tomar mi cara, me daba vergüenza porque seguro esa parte esta toda marcada por la venda.

—Akira Katō —repite la enfermera, casi en un susurro.

—Si, ¿qué ocurre? —pregunté extrañada.

—Eres Katō-senpai —dijo mientras me miraba fijo. Me quede sorprendida que una enfermera me reconociera —, mi hermana esta en el equipo de hockey, me contó cuando te golpearon. Va a ser mejor que te mandemos a hacer una placa, para estar seguros de que ningún hueso esta roto.

—Oh... si —respondí, la enferma salió rápido del consultorio —¿Qué tan mal me veo? —le pregunto a Bokuto-san.

—Mmm, ¿Del uno al diez? —pregunta, afirmo con la cabeza —. Menos infinito.

Volvió a tomar mi cara, esta vez con ambas manos, paso ambos pulgares sobre mis ojos y quedaron cerrados. Un destello de electricidad recorrió mi espina dorsal. Pude sentir su respiración en mis labios, rosaban tan suave, no estoy mentalmente preparada para otro beso.
Depositó un tierno beso en la punta de mi nariz, otro en mi frente y uno en la parte inferior de los labios. Eso me resultó muy familiar, tuve la sensación de que ya había pasado antes.

—Esta es nuestra promesa... —dijo, apoyando su frente en la mía y dejando mis ojos libres.

— ¿Por qué siento que te conozco de toda la vida? —pregunté sin más.

—Quizás porque así fue... en alguna vida —responde suave y calmado.

Bokuto volvió a tomar asiento justo a tiempo, la enfermera entró y me pidió que la acompañara para hacer los rayos. Tomó las fotografías y nos dijo que tardarían una hora en estar, nos dió unas monedas para la máquina de café que hay en la cafetería, luego de agradecerle bajamos.
Todos se quedaban viéndome mal, nuevamente salude a unos niños y sus madres apartaron sus vistas de mi. ¿Por qué? Ya me habían sacado la venda. Me quede cabizbaja, no quería causarle problemas a Bokuto.

Paso un brazo por encima de mi hombro y me levantó la barbilla.

—Aunque te falte la corona, eres mi princesa, no puedes estar así —dijo mirándome con una sonrisa.

—¿Por qué siguen mirándome mal? Ya no tengo la venda —pregunté, paré en seco y lo abracé. Oculté mi cara en su pecho. Él correspondió mi abrazo, seguido de acariciar mi cabello.

—No quería decírtelo para que no te pongas mal —empezó a hablar, yo escuchaba desde mi escondite —, pero parece que la gente no sabe simplemente correr la mirada. Tu ojo esta rojo, y gran parte del lado izquierdo de tu cara esta amoratado —habló dulcemente, admiraba como intentaba calmarme, aunque era obvio que no podría. Me oculté aun más en su pecho.

Me maldecía una y otra ves por haberme cortado el pelo, si estuviera más largo podría taparlo y, quizás, nadie lo notaría.
Mi energía se estaba agotando poco a poco, aprecio mucho el esfuerzo de Bokuto por hacerme sentir mejor, pero es inútil. Me ven como si fuera un monstruo.

Busque la mesa más apartada de todas y le pedí que nos sentemos ahí. En ese sector no había niños, ni madres para que me juzgaran.

—¿Podría taparlo con maquillaje? —dije concentrada en mis manos, una vez que nos sentamos —, usar unos lentes de sol... nadie sospecharía —hablé divertida, aunque igual un dejo de tristeza se escapó de mi boca. Bokuto tomó mis manos.

—Estas hermosa, si los demás no pueden verlo no importa —respondió serio —, solo te tengo que importar yo —añadió haciendo puchero, me reí por su horrible actuación.

—Esta bien —sequé mis lágrimas que caían sin permiso por mis mejillas —¿Puedo preguntarte algo?

—Ya sé lo que dirás —dijo, soltando un gran suspiro —, lo lamento. No puedo resistirme, algo me dice que tengo que cuidarte, que protegerte, que tengo que estar toda mi vida contigo —añadió, no sabia que decir. Estaba, gratamente, sorprendida.

—Solo te iba a preguntar si tomábamos un café —dije divertida, Bokuto se rió.

A pesar del poco tiempo, notó que yo estaba bromeando.

—¡Akira Katō! —Me llamó la enfermera desde la entrada. Nos pusimos en pie y nos dirigimos a ella.

Tenía ganas de ir con la cabeza gacha, no quiera que me vieran. Bokuto tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos. Me hizo sentir muy segura así que fui con la cabeza en alto.
Cuando llegamos la enfermera me informo que, de milagro, no tenia ningún hueso roto o fisurado. Me dio la receta de medicamentos para el dolor y nos dejó irnos sin pagar. Le voy a estar agradecida eternamente, gracias a esto, pude conocer más de Bokuto-san.
Dejé que él me mirara con sus ojos dorados, deje que observara mi alma, me mostré débil delante de él y pareció no importarle, porque aun así sigue conmigo.

—Sabes... unos lentes de sol te pueden quedar muy bien —dice, llamando mi atención —¿Aún tienes ganas de ir al campamento? —lo recordé, ¿se supone que deba ir con el rostro así? Dude un momento, pero al final asentí. Tomó una gran bocanada de aire —¿¡Nos compramos lentes de sol que combinen!? ¡Porfis! —su propuesta llamó mucho mi atención y pareció notarlo.

Me arrastró hasta la primer tienda óptica que encontramos, estuvimos media hora viendo lentes de sol. A Bokuto no le convencían, decía que tenían que combinar con mi moretón, me hacia sentir muy bien.
Recorrimos toda la tienda hasta que me detuve en seco, agarré la camiseta de Bokuto y lo detuve.

—¡Los encontré! —Dije mirando dos pares de lentes de sol amarillos, con detalles en blanco y negro.

Mi moretón no era verde o morado, sino más bien amarillo, iban genial. Nos los probamos e hicimos un mini desfile de modelos de lentes de sol. Bokuto sería un buen modelo, lo tiene todo. Hasta un buen trasero.

—¡Genial! —exclamó cuando salimos de la tienda –, ahora podré presumirte con mis amigos en el campamento.

—¿P-presumirme? —pregunté feliz, pero un poco nerviosa.

—Si, ¡quiero presumirte siempre! —gritó.

Un ángel perdido | Kōtarō BokutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora