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—¿¡Qué ocurrió!? —gritó mi madre, haciendo que Yamiji-senpai se apresurara a la entrada. Al verme se quedó helado —¿¡Por qué nadie llamó!? —decía mientras le abría el paso a Bokuto-san, que se ofreció a cargarme porque yo estaba muy mareada —¿¡Cómo llegaron hasta aquí!?

Cada grito que daba era como si me dieran nuevamente un golpe en la cara. La entendía, entendía que estuviera así, pero no era necesario gritar tanto.

—No tenemos idea de porqué nadie la llamó, señora Katō —comenzó Akaashi, Bokuto no dejaba de verme, ni de acariciar suavemente, por sobre la venda, el lugar donde esta mi ojo izquierdo —. La golpearon con uno de esos palos que no sé como se llaman y, cuando Katō-san salió de enfermería la trajimos con Bokuto-san hasta aquí, con su auto.

—¿¡Cómo que con su auto!? ¿¡Tienes permiso!? —comenzó a gritar nuevamente, haciendo que mi cabeza doliera aún más.

—Tome, señora Katō —dijo Bokuto, entregando toda la documentación correspondiente, mi madre dio un gran suspiro.

Comenzó a llorar y se acercó a mi, no para de pedirme disculpas una y otra vez por no haber ido a recogerme. Ya no sabía como explicarle que la culpa no era suya, ella no sabía nada.

Akaashi vivía a un par de cuadras, según él, así que se fue. Bokuto ofreció llevarlo, pero éste se negó, dijo que era mejor que se quedara conmigo un rato más. Una vez más, Bokuto-san obedeció a Akaashi. Su amistad era rara, a pesar de que Akaashi parecía tener mi edad, o sea, ser más chico que Bokuto, parecía ser el más maduro de los dos. Bokuto era un niño pequeño y eso me daba ternura.

—Bokuto-kun, ¿te gustaría quedarte a cenar? —preguntó mi madre, me sorprendió.

Nunca creí que mi madre hiciera eso, especialmente porque no me preguntó antes, pero estaba bien, Bokuto me ayudo mucho, lo mínimo que podíamos hacer por él hoy, era servirle la cena. Me ofrecí para cocinar, a lo que el búho me dijo que no, si era necesario cocinaba él, pero yo tenía que descansar.

—Tranquilos —dijo Yamiji-senpai —, yo puedo cocinar, ustedes descansen, parece que tuvieron un día terrible —agregó divertido.

Mi madre se puso a cocinar con él, me recordó a cuando era pequeña. Yamiji-senpai siempre cuido muy bien de mamá y de mí, lamentablemente se separaron porque mamá no tenía tiempo para la relación, casi no tenía tiempo para mi tampoco, Yamiji la entendió y la esperó, pasó mucho tiempo de eso, pero creo que aún la espera.

Subimos a mi cuarto, Bokuto se lanzó a la cama sin preguntar.

—¿No soy yo la que tiene que descansar? —pregunté divertida. Él también se rió.

—Estuviste inconsciente tres horas Akira-chan, yo estuve despierto esperando a que tú, señorita, te dignaras a despertar, creo que merezco un descanso también —dijo y ambos comenzamos a reírnos. Reírme con Bokuto no era tan doloroso como antes.

Me dispuse a buscar ropa limpia para poder darme un baño, la camiseta del equipo estaba llena de sangre, que asco, toda dura. En lo que veía que ponerme Akaashi nos llamó... o bueno, en realidad a Bokuto, para confirmar que había llegado a su casa. Se tardó bastante, espero que no haya mentido para que Bokuto se quede aquí, él también pudo haberse quedado a comer y después irse juntos.

Fui directo al baño de mi cuarto, avisé que iba a bañarme para que ningún pajarito nocturno entre sin querer. Lo bueno de que solo seamos mamá y yo, era que cada una tenía un baño en su habitación, ambos cuartos estaban arriba, separados por un largo pasillo y, ni bien subís las escaleras, se encuentra el baño principal, casi nunca lo usamos, es para visitas.

Mi cabello es corto así que quedó gran parte atrapado en el vendaje. La enfermera, cuando nos fuimos, me recomendó dejarlo dos o tres días, para evitar que volviera a sangrar. No quiero ni imaginar como esta mi cara debajo de este vendaje.
Pude escuchar como Bokuto-san hablaba por teléfono, avisaba que estaba aquí y que llegaría tarde, asumo que es su familia. Luego puso un poco de música.
Tocó dos veces la puerta del baño.

—¿Estás bien? —preguntó, sonreí —Seria muy incómodo entrar a rescatarte ahora...

Sus comentarios siempre me sacaban una sonrisa.

—Estoy bien... —anuncié. Me dió una fuerte puntada en la cabeza, detrás del ojo. Terminé de limpiar mi cuerpo rápido y me vestí, si estaba a punto de desmayarme, por lo menos que me vea vestida.

Salí del baño y ahí estaba él, acostado en mi cama, abrazando uno de mis peluches. Se veía tan tierno y tan sereno. Me acerqué intentando no hacer ruido, creí que estaba dormido así que pase mi mano por su revoltoso pelo y le hice caricias, luego de unos segundos sonrió. Quedé helada por unos momentos, se suponía que estaba dormido.

—Aaa... —se queja —no te detengas, me gusta —con los ojos aún cerrados buscó y encontró mi mano, volvió a posicionarla en su pelo e hizo un patético esfuerzo por enseñarme como hacerle caricias.

Mi madre nos llamó, desperté a Bokuto y bajamos para comer. El entrenador se rió al ver la cara de dormido que tenia y el pelo todo despeinado, en mi opinión, era muy sexy.

Bokuto-san hizo un gran esfuerzo por no gritar durante la cena, aunque a veces se le hacía imposible. El entrenador le contó a mi madre lo buen jugador que era Bokuto, y mi madre le contaba las veces que tuvimos que ir al hospital porque me lastimaba en hockey.

Algo sentía en mi interior, pero no sé como describirlo. Algo me dice que Bokuto será un gran amigo.

—Muchas gracias por la cena, señora Katō —dijo Bokuto, haciendo una reverencia —, también gracias a usted, entrenador.

—Nada que agradecer, Bokuto, las puertas de mi casa están abiertas para ti. De hecho, yo quiero darte las gracias, trataste muy bien a Akira-chan, de nuevo, gracias —respondió mi madre, me sonroje un poco.

Lo acompañe hasta la puerta y nos quedamos un rato sentados en el porche de la casa.

— ¿Ves aquella estrella? —dijo llamando mi atención, asentí —, te la regalo.

Mi corazón estaba acelerado, no porque tuviera intención de hacer algo, sino que el simple hecho de escucharlo hablar suave y con tacto, me hacía sentir bien, me daban ganas de abrazarlo.
Me apoyé en su hombro y nos quedamos así un rato largo, hasta que oscureció. Bokuto-san tenía que regresar, no sé porqué, se me hizo muy difícil despedirme de él.

La sensación que tengo es... como si hubiera encontrado algo que perdí hace mucho tiempo y no quiero volver a perder.

Un ángel perdido | Kōtarō BokutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora