04-Octubre-2020.
Su aliento y su aroma a azufre inundaron mis fosas nasales.
Se presentó ante mi petición, sonriendo porque aún había gente como yo.
—Dilo y será realidad, Cecil —canturreó, embriagándome con su pútrido aroma.
Le observé asustado. Su mirada rojiza reflejaba las almas torturadas del infierno y su sonrisa la perversa satisfacción de llevarse mi alma.
—Deseo ser devorado por su Majestad —balbuceé con un hilo de voz.
—Tus deseos son órdenes.
Sus brazos me rodearon, mordió mi cuello lamiendo la sangre que brotaba y finalmente; unió nuestros labios en un ósculo, sumergiéndome en un sueño del cuál jamás despertaría.