Capítulo 12

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Llegué al parque que había acordado con Adrien, estaba cerrado y tenía un sin fin personas en su interior.

Posiblemente una sesión de fotos, eso explicaría el porqué se encontraba aquí. El vigilante me dejó pasar al instante, una ventaja de ser el hijo de una importante editora.

Al entrar al lugar me di cuenta de lo caótico que puede ser una sesión así, todos corrían de un lado a otro con aspecto preocupado, vamos, ni siquiera parecían notar que yo estaba ahí.

A lo lejos vi a Adrien, caminando a toda velocidad.

–¡Hey Adrien!–le dije en voz alta mientras intentaba alcanzarlo, él se dirigía hacia un remolque que estaba en un pequeño espacio del jardín. Giró su rostro para verme y simplemente continuo con su camino sin mostrar expresión alguna.

–Felix, justo a tiempo–me contesto en voz baja. Su voz sí que había cambiado, durante el trayecto hacia acá pensaba que debía ser solamente por la llamada telefónica que se había escuchado de esa forma pero no era así.

Era más pastosa, incluso más débil de lo que se escuchó al teléfono.

–Vine en cuanto me hablaste–le dije justo cuando lo alcance en la puerta del remolque, él entró y dejo la puerta abierta para que pudiera entrar–. ¿A qué se debe está visita?

–¿Dónde lo conseguiste?–me pregunto sin más, parece que no tenía ánimos de una convencional charla.
Yo cerré la puerta, tomándome más tiempo de lo necesario para pensar en alguna idea rápida incluso perdí un poco de tiempo en checar con la mirada el lugar.

Estábamos en su camerino, tan desordenado como siempre; su kwami salió de su bolsillo y se dirigió a un tocador blanco.

Mi mente intentaba encontrar una rápida repuesta que, por más que lo intentamos, ni Sophie ni a mí se nos había ocurrido.

–Alguien me lo dio–le contesté con una sonrisa. Obviamente esa respuesta no le agrado, me miró con enfado y se cruzó de brazos al mismo tiempo que se recargaba en una de las paredes, simplemente esperando–.No puedo decirte más detalles, es una instrucción de mi guardián.

–¿Quién es tu guardián?–me interrumpió sin inmutarse, siempre me había preguntado cómo lograba hacer eso.

– Tampoco puedo decírtelo–un quejido salió de sus labios, estaba claro que ahora tenía menos paciencia que antes–. Adrien, yo tampoco quería esto. Sabes que jamás lo quise pero como tú lo dijiste aquel día, esto trae consigo una responsabilidad y si mi guardián no quiere que lo sepas, debe haber una razón.

El silencio que continuo después fue larguísimo, su mirada no se apartaba de la mía y su expresión sin emoción no se detenía.

Bastante incómodo a decir verdad sin embargo esa pausa me ayudó a verlo mejor. Su cansancio era evidente, sus ojos estaban marcadas por una par de oscuras ojeras, parecía que el chico no había dormido en días.

Incluso su piel se veía más sombría.

–Esta bien, solo debes tener más cuidado. No puedes estar mostrándote tanto–dijo al fin, rompiendo la tensión en el lugar. Él se dio media vuelta y empezó a buscar la ropa que estaba en un casillero.

Saco una camiseta blanca y una chaqueta oscura, después en un rápido movimiento se quitó la que tenía puesta y se colocó la nueva ropa.

–¿Por qué lo sacaste en la feria?–me pregunto mientras me daba la espalda.

–Bridgette estaba en peligro–fue lo único que le dije, ya que mi atención se centraba en ese kwami negro que no dejaba de verme con preocupación.

Félix (Chat Blanc Secuela) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora