aznarepsE

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Eiji intento forcejear cuando sus manos fueron amarradas, sus ojos vendados y su boca terminó amordazada por un trozo de tela, pero la persona que lo tenia atrapado era mas fuerte, e indiscutiblemente mas grande que él. Así que al final solo se dejo llevar por el desconocido que ahora lo cargaba en su hombro. 

La capital era tan extraña...

Cuando sintió que era bajado al suelo, termino tambaleándose hasta que quedo sentado en lo que supuso, era una silla de madera. Al final confirmó aquello cuando el desconocido le quito la tela que cubría sus ojos, y la mordaza que seguía en su boca impidió que soltara un chillido de asombro por lo que veía. 

Estaba sentado en medio de una gigantesca habitación sin ventanas, pero el color blanco de las paredes y los muebles lograba que el sitio se viera tan claro como la luz del día. Encontró una pared entera dedicada a sostener armamentos como espadas y escudos, y justo enfrente de esta habían siluetas humanas hechas de madera. 

Habían muchas mas cosas peculiares en aquella extraña habitación, pero Eiji no pudo seguir observándolas cuando noto la presencia de cuatro figuras frente a él. 

Eiji no los conocía de ninguna parte. Estaba seguro de que recordaría a la perfección ese cabello rosa, al muchacho de piel canela o a la formidable estatura del hombre que lo miraba con detalle.

El único con aspecto común era un sujeto castaño que estaba sentado en el suelo, pero el hecho de que tuviera una navaja entre las manos solo hizo que la piel de Eiji palideciera por los nervios. 

—Te quitare la venda si prometes no gritar —dijo el mas alto de todos. 

Eiji rodó los ojos por aquella linea tan clásica. En primera, la mordaza no le permitiría aceptar el trato con palabras, y en segunda, tenia mas que claro que si gritaba, nadie lograría escucharlo. 

Asintió después, y el mismo hombre se encargo de liberar su boca de la tela. 

—Te vimos en la plaza —dijo el chico de cabello rosa, quien abrazaba una de las siluetas de madera— Casi le ganas a Arthur.

Eiji quiso responderle, pero el hombre que parecía estar al mando volvió a captar su atención.

—Esta habitación se encuentra justo debajo del castillo real, cerca de las catatumbas de la capital —informó como si nada— Ahora somos de los pocos que conocen dé su existencia. 

—Eso suena extraordinario, pero no me dice la razón por la que me secuestraste. 

—No te secuestre —dijo el mayor con una delicada mueca burlona. 

Entonces Eiji lo miró incrédulo, sintiendo el ardor de sus muñecas por las cuerdas que aun lo retenían. 

—Me trajiste hasta aquí a ciegas, con las manos atadas y la boca bloqueada. ¿Cómo le llaman a eso en esta ciudad?

—Te traje hasta aquí porque vi tus habilidades en combate —contestó el mayor, en un obvio intento de desviar la pregunta de Eiji— Tu, al igual que ellos, han sido negados por los mosqueteros por algo en especial.

—¿Dices que me vetaron por ser un granjero?

Eiji juró que el sonido de las burlas se hizo presente en ese instante. El no se avergonzaba de sus orígenes, pero cuando los habitantes y mosqueteros de York se burlaron de sus raíces, fue inevitable perder algo de la calma. Cuando arthur lo humilló, deseo que por arte de magia la tierra lo tragara y luego lo escupiera al otro lado del mundo.

—A nosotros nos negaron el ingreso a la guardia real por no ser de familia noble —admitió el castaño que seguía tirado en el suelo.

—A mi me rechazaron por culpa de mi piel —dijo el muchacho moreno, y Eiji se sintió indignado tras escucharlo.

Sin duda algo andaba mal en los procesos de reclutamiento. Puede que fueran distintos a los jóvenes nobles de la ciudad, pero si iban a ser negados por mosqueteros como Arthur, debía ser por una razón más válida que sus diferencias raciales o de estatus.

Eiji era un granjero humilde, pero vaya que estuvo cerca de vencer a ese arrogante rubio.

—Puedes llamarme Blanca. —ofreció finalmente— Estoy a cargo de formar la escolta secreta para la llegada del príncipe.

—¿El príncipe? —inquirió Eiji sin comprender.

La ciudad de York contaba con una reina y rey, y era bien sabido por todos que estos gobernantes tenían un pequeño hijo que no pasaba de los siete años.

Escuchar  acerca de la llegada del príncipe, no tenía sentido en la cabeza de Eiji.

—La reina ha decidido dejar el trono a un heredero ilegítimo. Nadie conoce su rostro, pero toda la ciudad espera con ansias para darle la bienvenida.

Escucho atento la breve explicación de Blanca, pero aún así, Eiji seguía un poco confundido sobre todo lo que rodeaba la existencia de este extraño príncipe.

—¿Entonces quieres convertirnos en mosqueteros?

Blanca negó a su pregunta.

—Los convertire en un equipo.

Eiji miró a los tres muchachos que seguían su conversación con Blanca. Estaban expectantes por escuchar una respuesta concreta de su parte, pero el aún no lo tenía claro.

No podía ver el cielo, pero estaba seguro de que el sol iba a esconderse demasiado pronto y con eso, el día empezaría a terminarse. Tampoco tenía un lugar para pasar la noche, y sabía que buscar una pensión a esas horas sería una pérdida de tiempo o como mínimo, de dinero.

Eiji se vio sin muchas opciones, pero tenía la certeza de que aceptar ma propuesta de Blanca era algo que en el fondo, deseaba con ahínco.

—No puedo entrenar con las manos atadas. —aclaró con una sonrisa conciliadora.

Y entonces dejo de sentirse un extraño.

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Eiji y Los tres Mosqueteros || AshEiji Donde viven las historias. Descúbrelo ahora