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Ash no llegó a dormir esa noche.

Todos los reclutas estaban hundidos en un profundo sueño, pero Eiji no podía hacer otra cosa mas que removerse en su cama mientras le daba vueltas y vueltas a la vida del jardinero. 

Había actuado impulsivamente cuando le arrebató el prendedor de oro al rubio, pero no fue sino hasta que notó que Ash no iba a regresar esa noche, que termino por aceptar la culpa de sus acciones. Tal vez Ash era solo un chico común con una familia algo excéntrica, o a lo mejor, un campesino como el jamás podría terminar de comprender a la gente de ciudad. 

Aún así, las dudas seguían presentes.

Supo que debía disculparse, pero quería recibir algunas respuestas como garantía. Porque si decidía confiar en Ash, si realmente valía la pena confiar en él, entonces eso ameritaba que lo buscaría con las manos en alto. 

Se escapó de la cama en silencio y se colocó los zapatos, procurando que el liviano sueño de Alex no fuera interrumpido. Abrió la puerta con los músculos tensionados por el chirrido leve que esta emitía, y cuando finalmente logro salir de la habitación, se encontró con que Blanca también estaba saliendo al pasillo. 

—¿Acaso eres sonámbulo? —preguntó su mentor mientras se acercaba.

—No, solo perdí un tornillo. 

—¿Y en donde podría estar? —inquirió el mayor al deducir las intenciones de Eiji.

—No tengo ni idea, pero dímelo tú. 

Blanca sonrió de lado por el inocente gesto que el granjero tenia en ese momento. 

—No esta en los túneles. —admitió para satisfacción de Eiji— Sucede que tiene cierta fascinación por lugares que a nadie le importan. 

—Eso es tan extraño que parece normal en él. —dijo el recluta, aunque su voz sonó peculiarmente divertida para el mentor. 

Blanca se tomó el tiempo de buscar lo necesario para garabatearle un mapa a Eiji, y cuando este lo tuvo entre sus manos, se entero a la perfección de que el camino no era tan corto como suponía en un inicio. Aun así, salió del subterráneo sin titubear. 

[...]

La madrugada no resultó demasiado amable para el granjero. El clima de la capital era un poco mas cálido que el de la granja de donde provenía, pero en ese momento el cuerpo de Eiji estaba tan frio que solo podía agradecer el hecho de que la lluvia nunca se hizo presente. 

El camino fue agotador, pero sus pasos veloces hicieron que llegara al lugar que Blanca le había señalado en el mapa antes de lo previsto. 

Había llegado al Lago Mosela, un lugar que pudo haberse robado toda la atención de Eiji de no ser por el muchacho que balanceaba sus pies en el muelle, aterrado de tocar el agua gélida y perder de vista esas estrellas que lo atrapaban. 

Cuando se acercó mas, el rubio se giró de golpe tras notar que no estaba solo. Y Eiji supo que se trataba de Ash, porque nadie mas podría verse tan azul mientras lloraba a la luz de las constelaciones. 

Azul brillante, aunque físicamente todo se veía gris. 

—Piérdete. —le ordenó mientras se limpiaba las mejillas, pero Eiji ya había olvidado el camino de regreso.

Eiji se paró junto a él sin importarle la mirada de reproche que iba dirigida a el. Lanzó un suspiro hacia el frente cuando logro sentarse de la misma manera que el rubio, sobre el muelle de madera antigua y mirando directamente hacia aquel lago que parecía profundo e infinito, y entonces, el silencio le cedió la oportunidad que necesitaba. 

Eiji y Los tres Mosqueteros || AshEiji Donde viven las historias. Descúbrelo ahora