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Los túneles secretos del castillo real eran profundos y lóbregos, pero Eiji nunca sintió la necesidad de subir la guardia con los hombres que lo acompañaban, incluso se sentía mas aliviado por la espada que sostenía mientras eran guiados por Blanca.

El mayor se paro frente a la puerta de madera que estaba mas cerca del cuarto de entrenamiento. 

—Se que pueden estar nerviosos, pero por ahora solo deben preocuparse por descansar —dijo Blanca mientras abría la puerta. 

Los aprendices corrieron hasta el interior de la habitación y casi de inmediato, se lanzaron sobre el trio de literas que allí se encontraban, entonces Blanca se despidió de ellos con la promesa de levantarlos temprano. 

Eiji se dio el tiempo de conocer mejor a sus nuevos compañeros. Escuchó los relatos de Alex con atención, y cuando se giro sobre la cama para verlos a todos, se dio cuenta de que tanto Kong como Bones ya se habían quedado dormidos sobre las sabanas.

—El cansancio se las ha cobrado. —dijo Alex desde su lugar, pero se levantó después para colocar las mantas sobre los cuerpos descubiertos de sus amigos. 

—Se nota que los quieres demasiado —apuntó Eiji mientras miraba el techo.

—Solo cuando están dormidos y no pueden hablar.

Soltó una risa que Alex pudo escuchar a la perfección. Eiji no pensó que conocerlo pudiera resultar entretenido.
Pero ahí estaban, consumiendo lo que les quedaba de energía para el día siguiente.  

—Eres tan cruel... —murmuró con burla—Creo que ellos no podrían decir eso de ti. Pareces ser el que mantiene al grupo unido. 

Alex regresó a su litera y subió hasta la cama que le correspondía, dejando a Bones en la cama de abajo. Pareció pensar un poco sobre algo que Eiji desconocía por completo, hasta que terminó dejando en el aire sus ultimas palabras del día.

—Nos quedamos aquí porque no encontramos algo mas que perseguir —dijo, pero el tono de su voz fue más como un susurro para si mismo— Siempre estamos buscando algo que seguir, pero tengo miedo de que ellos lo encuentren primero. Es absurdo, ¿no lo crees?.

Eiji no supo que responderle.

Una vez que Alex se quedó dormido,  Eiji fue incapaz de arremedarlo. Se mantuvo despierto hasta tarde pensando en que tal vez, los miedos que cubrían sus pensamientos no eran tan extraños como creía. 

Alex no era tan diferente a él, y aquello le hizo concluir que podían existir más personas como ellos en el mundo.

Divagando se sintió en paz, se dejó llevar por una melodía inventada y cerró los ojos cuando no encontró un final.

[...]

El entrenamiento inicial fue tan duro, que los cuatro aprendices no lograron levantarse del suelo cuando el receso terminó. 

Los pies de Eiji aun dolían por la caminata que realizo para poder llegar a la ciudad, pero Blanca solo accedió a darle cinco minutos extra para que tomara aire y bebiera un poco mas de agua.

Pero él no quería verse débil ante su mentor y todas las expectativas que este tenia sobre él, así que se levantó junto al resto de sus compañeros y empuño la espada que ahora le pertenecía.

—¿Puedo quedarme los cinco minutos de Eiji? —pidió Bones con la voz entrecortada. 

La petición le sacó una risa a Blanca, pero Bones no se vio capaz de encontrar el chiste por ninguna parte. 

Eiji se concentro en su entrenamiento. Prestaba total atención a las correcciones que Blanca tenia para él y repetía una y otra vez las posturas apropiadas antes de comenzar a atacar la silueta de madera que tenia a un lado. 

Entrenó con tanto empeño que no hubo más opción que olvidar su dolor.

Comprendió la razón por la que Blanca los había reclutado cuando notó el talento que tenia cada uno de sus compañeros. Kong era indiscutiblemente fuerte, mientras que Alex tenia una resistencia tan buena que resultaba difícil aceptar que era el único sin la respiración agitada y el rostro lavado en sudor.

Por otra parte, Bones estaba agotado por aquel entrenamiento tan estricto, sin embargo, Eiji envidio que la contextura de su cuerpo le permitiera moverse con tanta facilidad bajo cualquier circunstancia. 

Eiji tuvo la certeza de que ellos se convertirían en un equipo extraordinario a medida de que el entrenamiento avanzara, pero en medio de todo se encontró con que no había nada especial en el. 

Era fuerte, pero no tanto como el arrogante de Arthur. Su físico no sobresalía en ninguno de los sentidos, y recordar el estado sensible de sus pies le rememoró que no podía soportar muchas cosas.

Si Eiji se miraba de ese modo, ¿Qué podía rescatar de si mismo? 

Fue imposible continuar con el enredo de sus pensamientos cuando su vista creyó notar algo en la puerta. Se quedo mirando la entrada hasta el punto donde se negó parpadear y sus ojos comenzaron a escocer, pero confirmó que no estaba alucinando cuando fue testigo del preciso instante donde unos luceros verdes se asomaron con cautela por la misma puerta. 

Esos brillantes ojos desaparecieron luego de verse descubiertos, pero Eiji empezó a caminar con determinación, y no se detuvo hasta que se encontró parado bajo el marco de la puerta, completamente solo en medio de la oscuridad del subterráneo.

Eiji lo buscó por cada habitación que se le cruzaba, lo buscó por todos los rincones que había en el túnel pero aún así, nada fue suficiente para encontrarlo. 

Ese muchacho, el muchacho de los ojos jade se había esfumado tan rápido como el humo de los trenes después de bailar en el aire, y Eiji tuvo que aceptar aquello cuando miro a sus espaldas y se encontró en medio de aquel laberinto subterráneo, sin alguna idea de cual podía ser el camino correcto para regresar con sus compañeros.

Así es como en realidad comenzo todo. Él dibujaba mapas, pero Eiji no sabía leer las coordenadas.

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Eiji y Los tres Mosqueteros || AshEiji Donde viven las historias. Descúbrelo ahora