oicneliS

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—Enserio, déjalo ya. —dijo Alex mientras se tapaba hasta la coronilla con las mantas— Apaga la luz y vete a dormir, mañana puedes aceptar que estas alucinando. 

—Te digo que alguien nos esta espiando, joder. —siguió insistiendo Eiji antes de asomarse de nuevo por la puerta de la recamara. 

Había transcurrido una semana desde la primera vez que vio al muchacho de ojos verdes. Eiji sabia que no se trataba de una alucinación por pasar tanto tiempo en el subterráneo, y su seguridad constaba por el par de veces donde volvió a pillar al intruso mientras los observaba entrenar. 

Pero esta persona era rápida y escurridiza, y Eiji siempre terminaba por equivocarse entre la maraña de laberintos. 

—¿Qué tengo que hacer para que me dejes descansar en paz? —el castaño fue directo con su pregunta.— Puede que Bones y Kong duerman bien incluso en medio de un huracán, pero te aseguro que mi sistema no funciona así. 

—Y eso es genial, porque tus ronquidos son insoportables. 

Alex se descubrió el rostro con indignación, y después, para sorpresa de Eiji, bajó de la litera y se hizo a un lado de este mientras se cruzaba de brazos. 

—¿Qué te hace pensar que alguien va a espiarte a las dos de la madrugada?, incluso los ladrones deben descansar. 

—No puedo dormir sabiendo que nos están observando. —declaró con sinceridad el azabache.

Eiji había escuchado a alguien merodeando por los túneles secretos hace un par de noches, y desde entonces estaba batallando por dormir con un ojo abierto, a la espera de que algo mas ocurriera mientras se suponía que todos descansaban. 

Lo peor era que después de eso, el extraño rubio no volvió a aparecer. Y eso solo consiguió poner más nervioso a Eiji.

—Andando. 

Alex empujó a Eiji para que saliera, y después apago la luz de la habitación para salir al tenebroso pasillo junto a su compañero. 

Los túneles subterráneos eran fríos la mayoría del tiempo, sin importar que estuviera muchos metros por debajo del castillo real. Pero lo anterior fue fácilmente ignorado por ambos aprendices justo cuando comenzaron a caminar por el túnel, completamente descalzos y sin ningún abrigo que los cubriera.

La caminata pudo seguir siendo calmada y silenciosa, de no ser porque Alex puso su brazo frente a Eiji para que frenara de golpe. 

—¿Lo has escuchado?

Eiji negó, pero se quedo estático en su sitio mientras agudizaba el oído. 

Eran sonidos huecos y pausados, pero al rato se transformaron en pisadas un poco mas perceptibles.

—Ve por ese lado, yo seguiré por aquí —dijo Eiji como si se tratara de una buena propuesta. 

Su amigo acepto y se echó a andar hacia la dirección contraria. La luz del túnel era poca, pero los candelabros en las paredes le permitieron seguir con su objetivo. 

Encontraría a aquel intruso de cabellos dorados, y luego se encargaría de darle una buena reprimenda, justo como las que su madre le daba cuando olvidaba cerrar el corral de las vacas. Estaba listo para correr, incluso gritaría por la ayuda de Alex con la intención de que los ecos subterráneos aumentaran su voz. 

[...]


Alex estaba a nada de caer dormido sobre el suelo de piedra. 

Había comenzando a preocuparle la estabilidad mental de Eiji, pero lo que resultaba angustiarlo el doble era sopesar la idea de que tal vez, su amigo no estuviera loco, y de verdad hubiera alguien siguiendo cada uno de sus movimientos. 

¿Quién podría ser?, ¿Acaso los mosqueteros oficiales se habían enterado de ellos? 

El no quería ni pensar en eso. Sabia que de ser así, los altos rangos se encargarían de arrancarle la cabeza a él y a todos los implicados en aquel equipo secreto, cosa que no le causaba ninguna gracia al castaño. 

La noche demostró su carácter despiadado cuando los ojos de Alex, se posicionaron sobre una silueta desconocida que le daba la espalda. Era el intruso.

No veía su rostro, pero Alex logró grabarse desde el color preciso de sus cabellos hasta los detalles de sus prendas. Tenia el aspecto de todo un noble, pero el hecho de que estuviera escabulléndose por el subterráneo hizo que Alex dudara sobre su origen. 

Intento acercarse con sigilo para atraparlo, pero los reflejos del desconocido fueron tales, que terminó encarándose con esos escalofriantes ojos esmeralda. 

El intruso lo miro escéptico, pero sus ojos se mostraron afilados justo antes de intentar escapar de Alex. 

—Maldición —soltó el rubio cuando Alex lo agarró a medias de la ropa, impidiendo su escape. 

—Un noble jamás hablaría así.—regañó falsamente el aprendiz. 

El forcejeo continuo, pero ninguno estaba dispuesto a rendirse. Alex puso en practica cada movimiento que aprendía de la mano de Blanca, pero sus manos no eran suficientes para combatir al extraño. Necesitaba algo mas para dejarlo inmóvil, y el cansancio que llevaba desde hace horas solo causaba que sus acciones fueran poco efectivas. 

De alguna manera, consiguió aplastar el cuerpo del intruso en la pared. Pero Alex jamás conto con la posibilidad de que el rubio presionara algo en el muro que los hiciera tambalear hasta caer de lleno en una habitación secreta. 

Alex intentó recuperarse de la caída, y cuando lo logro, se dio cuenta al instante del lugar en el que se encontraba. 

—El castillo —murmuró para si mismo.

—Esto va a dejar cicatriz —escuchó decir al rubio mientras se miraba el corte que se había hecho en el brazo. Nada demasiado grave. 

—¿Quién demonios eres...? —empezó a cuestionar Alex, pero a medida que inspeccionaba el interior del castillo, encontró la respuesta. 

Había una pintura. El aprendiz noto que estaba enmarcada en oro puro, y que era tan grande hasta el punto en que cubría la mitad de la enorme pared.

Pero todo estaba en los detalles, siempre estaba allí. 

Se quedó parado frente a la obra, olvidando de a poco el hecho de que no estaba solo.

Alex pensó que no podía existir un cuadro mas triste que ese, pues allí pintados, se encontraban unos ojos verdes y agresivos que no tenían planeado mostrar algo, solo dejaban apreciar el extraño deseo de vivir, de sentir cualquier cosa incluso si se trataba de grandes pecados.

Alex sintió que no era solo una pintura, era la materialización de la disconformidad y la desesperación mirándolo. 

—Eres el príncipe. —dijo finalmente, pero sonó como el chiste mas confuso de todos. 

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Notita para avisar que mañana no habrá actualización, estaré redactando para The Gang. ✏

Gracias por leer 💛

Eiji y Los tres Mosqueteros || AshEiji Donde viven las historias. Descúbrelo ahora