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Llego a la oficina con un vaso de café que paré a comprar antes de llegar aquí. Ya venía con retraso pero realmente no podía seguir mi mañana sin beber mi dosis diaria de cafeína.
Mi jefa, la diseñadora Diana, una mujer de cuarenta años y de cabello cobrizo, me mira con la ceja alzada. Sus lentes reposan sobre el puente de su nariz y sus brazos están en jarra sobre sus caderas. Le doy una sonrisa tímida y trato de pasar de largo, Diana chasquea la lengua antes de detenerme en la oficina principal.

—Quizás si hubiera llegado directo y no hubiera parado en Starbucks seguiría conservando su empleo señorita González—dijo en ese tono mandón.

Me atraganto con el café americano con leche de almendras y doble crema batida que ordené y la miro con pánico. No podía ser verdad lo que dijo, no podía haber perdido mi empleo, no en la empresa de diseño más importante de Nueva York.

—Diana—la miré suplicante.—te prometo que no volverá a pasar.

—Claro que no volverá a pasar porque ya no trabajas aquí—dijo, burlona.

—Si me dejas quedar, te consigo una reservación en ese lujoso restaurant que tanto te gusta.—le ofrecí, dándole una sonrisa ladina, esperando lograr convencerla.

—Está bien acepto, ahora sal de mi vista y ponte a trabajar—Diana rodó los ojos y salió de ahí directo a su despacho haciendo sonar sus tacones negros y contoneando sus escasas caderas.

Suspiré y también me dirigí a mi oficina, al fondo del pasillo. Entré distraída mientras veía un video gracioso de un mono que me había enviado Joel esta mañana.
Abro la boca en sorpresa cuando diviso un enorme y bonito arreglo floral al centro de mi escritorio. Me acerco curiosa dejando el café a un lado y tomo la tarjeta color beige que se encuentra entre aquellos tulipanes rosas.

"Te deseo un bonito día, pero no tan bonito como tú"
Atte: Cristofer Vélez

Frunzo el ceño al ver la forma en que está escrito el nombre del castaño, supongo que en la florería se habrán equivocado.
Pego la tarjeta a mi pecho rápidamente cuando escucho la voz de Teresa, la secretaria de Diana en mi oficina.

—¿Te las ha mandado Zabdiel?—dice con su voz chillona.—Es un tipazo—suspira.

Suelto una risita nerviosa, Teresa parece darse cuenta y alza una ceja. Me arrebata la tarjeta del pecho.
Teresa es una chica de veinte años que está haciendo prácticas como secretaria de Diana, la universidad lo exige para acreditar una materia.

—¿Quién es el?—inquiere mirándome de manera acusatoria.

Le quito la tarjeta de las manos y la guardo en el cajón de mi escritorio, tomo el jarrón con aquellas hermosas flores y las coloco sobre una mesita al costado de la puerta.

—Es un chico con el que estoy saliendo—digo, queriéndole restar importancia.

—Se llama igual que el novio de una prima—se ríe—en fin, regreso a trabajar.—sin más, Teresa sale de la habitación cerrando la puerta de cristal tras ella.

Decido esperar para agradecerle a Chris, tenía mucho trabajo acumulado que no podía esperar.

>>>

Salgo de la oficina a las cinco y media exactas. Cierro la puerta cristalina y me dirijo al ascensor para llegar al sótano y subir a mi auto para dirigirme a casa.
Durante el trayecto canto una melodía algo popular de un grupo llamado CNCO, su música es agradable pero no suelo escucharla.

No Sabía Que Eras Tú #1|C.V.|TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora