09; viento salado

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❝tardes de verano❞

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❝tardes de verano❞


                   𝓢e escucharon tres golpes secos en la puerta y, al instante, Shoto lanzó un suspiro. Thyra pegó un brinco de la silla como si la hubiesen pillado haciendo algo malo, y gruñó con la mirada fija en la puerta aún cerrada. Desde el otro lado no habían vuelto a insistir con más golpes. Solo se oía el silencio, pero algo en eso la inquietaba.

—¿Qué quieres? —dijo alzando la voz. Shoto se levantó con pocas ganas del asiento, y se apoyó contra el marco de la ventana. Ella caminó hasta la puerta, giró el pomo, y no se sorprendió al ver del otro lado a Mina—. ¿Ocurrió algo?

Sentía que el momento que estaban teniendo ambos solos en ese cuarto era perfecto, pues ninguno de sus ruidosos compañeros estaba cerca, o eso creyó. Pedía —como si fuera mucho— unos minutos en paz con su novio. Más allá de que todas esas semanas habían transcurrido con calma, deseaba tener más tiempo a solas con él. Pero verla hizo que el nudo en su estómago desapareciera; su verdadera preocupación era que, por ahí, fuese un profesor el que estuviese del otro lado.

—Raiden, los necesitan a ti y a Todoroki en la playa. Hubo un problema con una de las tiendas —explicó.

—Ya, diles que en un minuto estaremos ahí.

El contraste de su voz rompió con la tensión que se había creado. Mina carcajeó. De alguna u otra forma era consciente de que ambos estaban pasando un buen momento. No era de su incumbencia, sólo cumplía con parte de su trabajo. Si se necesitaban héroes, entonces era su deber buscarlos. Thyra pensó que, si los hubiesen encontrado en otra situación más íntima, habría sido peor que perder un combate con los héroes del otro curso.

—Bien, bien. Les diré que en un momento estarán listos.

Shoto estiró la espalda una vez se despegó de la ventana y quedó de pie a pocos metros de la puerta. Fue hasta el escritorio, agarró el cinturón y se lo colocó con pereza, sin decir nada. Thyra, por su lado, se arregló el cabello. Mientras se encargaba de que ningún mechón quedara fuera de la liga que usaba para mantenerlo en algo, se preparó mentalmente para salir y dar la cara después de haber desaparecido junto a su novio por quién sabe cuánto tiempo. A nada de salir, Shoto la detuvo tomándola por el brazo.

Recibió un corto beso suyo que sonó en el silencio del cuarto. Aquello la tomó por desprevenido; tanto, que su cuerpo se hizo hacia atrás, como si hubiese tenido la intención de caer de espaldas, pero la mano de él en medio de su espalda evitó el impacto. Parecía que, aunque ya estaba equipado con su traje y demás recursos, aún le faltaba el beso para estar completamente listo.

—¿Vamos? —preguntó, y pasó la yema de sus dedos por sus pómulos.

—Vamos —contestó ella.

Era extraño. Sentía un cansancio poco usual, indiferentemente de que la palabra misión mejorara su estado de ánimo. Caminar sosteniendo la mano de Shoto era lindo, también saborear la libertad de no tener profesores merodeando —aunque se encontraban algunos en las islas, según lo que habían dicho—, y poder usar sus quirks sabiendo que sus licencias provisionales apoyaban sus actos. Todo eso era el sueño de cualquier aspirante a héroe de la academia. Sin embargo, la graduación no le provocaba ningún regocijo. Al contrario, era una fecha de la que podía temer, pues significaba el final de una época repleta de emociones; compartir edificio, escaparse a ver películas en la noche, entrenar juntos, escuchar las clases. Sus compañeros formaban una parte importante en su vida. Graduarse significaba, de algún modo, despedirse de lo que más disfrutaba.

—¿Estás bien? —preguntó Shoto, mirándola por encima de su hombro.

—Sí, solo me acordé de algo —respondió fuera de sí. No tenía ganas de hablar de eso, pues había una gran posibilidad de llegar a la playa con los ojos rojos. Prefirió guardar silencio, y simplemente caminar.

Shoto comprendió que necesitaba silencio, y asintió.

—¡Niños, por aquí! ¡Qué rápido han llegado!

Un hombre les gritaba a pocos metros, aliviado de verlos.

—Señor Tanaka, qué gusto verlo —exclamó, soltando la mano de Shoto. Sintió que su piel se enfriaba al romper el contacto.

Él hizo una pequeña reverencia a modo de saludo.

—¿En qué lo podemos ayudar? —Thyra le echó un vistazo rápido al lugar, intentando buscar la fuente del problema, pero no vio nada. Los trabajadores se veían tranquilos.

—La energía de los congeladores falló y el hielo se derritió por ese problema.

—Lo solucionaremos enseguida —prometió.

El final de la tienda estaba a pocos metros. Era un cuarto más oscuro, frío, aunque la temperatura no fue lo suficientemente baja para poder conversar el hielo de los refrigeradores. Vio varias máquinas silenciosas pegadas a la pared. Cualquier fallo eléctrico, pensó, podía ser manejado correctamente por otra persona.

—Deberían haber llamado a Kaminari —dijo en voz baja, analizando el cableado en la parte trasera de un refrigerador—. Sus descargas eléctricas son un poco más suaves que las mías. Yo podría quemar los cables y empeorar la situación. Aunque...

Shoto enarcó una ceja. Thyra alzó un brazo y miró el pequeño depósito de energía en el brazalete. Las tormentas eléctricas eran destructivas, pero Kaminari podía aprovechar toda esa energía y hacer un trabajo más pulido. Sin embargo, gracias a la ayuda de los estudiantes de la academia, confeccionaron pequeñas cajas de ahorro que llevaba cerca de sus muñecas. Contenía una diminuta reserva de energía que podía manipular con más cuidado. Eso debía servir.

—Kaminari está con las baterías del tractor, por eso no pudo venir —le dijo Shoto—. Tú puedes controlar bien la potencia de tus rayos, no debes preocuparte. Es como cuando practicamos en los entrenamientos. Si pudiste acumular potencia para perforar metros de hielo espeso, puedes usar una pequeña parte de esa energía para no provocar daños. Por alguna razón lanzaba hielos finos y otros más gruesos, ¿no? Usabas distintos niveles de energía para destruirlos.

Miró las cajas de reserva en sus dos brazos. Los hombres esperaban pacientemente que ellos se organizaran, para así volver a abrir la tienda y seguir contentando a los clientes acalorados. Thyra tomó aire y preparó sus brazos en pocos segundos; el ardor debajo de su piel no tardó en hacerse presente. Luego, al cabo de cinco minutos de concentración, sonrió satisfecha al haber concluido su tarea sin provocar cortes o fallos eléctricos.

Shoto activó su quirk con rapidez llenando todo el interior de la despensa con hielos completando, ahora sí, toda la tarea.

—¡Estupendo, muchachos! ¡Muchas gracias! —exclamó Tanaka, sonriente. Había volteado el cartel en la puerta de la entrada. Desde el interior leía: cerrado. Sin embargo, para quien caminara por la arena, vería con facilidad que la tienda volvía a ponerse en marcha.

—No gradezca, señor. Siéntase en la libertad de llamarnos de nuevo si necesita ayuda —contestó Thyra, devolviéndole la sonrisa.

Al salir de la tienda, ambos se detuvieron unos minutos para poder observar el atardecer, percibiendo al instante la brisa salada. Shoto agarró su mano como de costumbre.

—¿Vamos a la orilla un rato?

Ella asintió. Al encontrar un lugar cómodo, lejos de donde los demás podían verlos, Shoto colocó una mano detrás de su cabeza para arrimarla a su pecho. Thyra solo descansó sobre sus clavículas después de dejar un pequeño beso en ellas.

—Thyra.

—¿Qué ocurre?

—Te quiero —musitó.

—Yo también te quiero, Shoto.

Un pequeño beso selló sus palabras. Él la abrazaba con fuerza, y ella seguía con las manos en su cuello. Todoroki era cálido y pacífico. A veces le recordaba a una playa durante la noche, justo en medio del verano. 




𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 𝐒𝐇𝐀𝐏𝐄𝐃 𝐁𝐄𝐃 | 𝘁𝗼𝗱𝗼𝗿𝗼𝗸𝗶 𝘀𝗵𝗼𝘁𝗼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora