Capítulo 8

618 112 145
                                    

Anne

Había tenido exámenes toda la mañana. Pedí el día libre en la biblioteca, el señor Pye extrañamente también me dio el día libre, alegando que trabajaba demasiado y debería tomarme un descanso, a la vez que la señora Rachel me dijo que se iría de viaje por una semana a no sé dónde, pero que no necesitaba que fuera a limpiar su casa.

Por primera vez en dos años, no tenía nada que hacer. Eran las dos de la tarde, mis exámenes habían terminado y no tenía que trabajar.

Me sentía nerviosa. Estaba apunto de llamar a Zara por este extraño celular —demasiado actualizado para mi pobre ser—, cuando me entró una llamada de un número desconocido.

—¿Hola? —hablé, extrañada.

Jane me dijo que estabas libre. ¿Es así?

Oh, Gilbert.

—Pues sí, hoy me dieron el día libre en todos mis trabajos, ¿por qué...?

Genial, estoy en tu casa en veinte. Vamos a salir.

Ni siquiera me dejó decir algo, porque el muy idiota colgó.

Me quedo mirando el celular como estúpida, procesando sus palabras. ¿Dijo salir? ¿Salir? ¿Él y yo? ¿Juntos? No, quizá irá Jane también. Sí, es probable.

Esperen, ¿por qué me preocupa si salimos solos? Esto... esto es ilógico. Siquiera somos amigos. O sea, no estoy preocupada por salir con él. Pff, para nada.

Es solo que estoy nerviosa, sí, eso. No tengo nada que hacer y divertirme no es algo que haga a menudo. Hay cosas más importantes.

Como el hecho de que al momento de pagarme, todo el dinero se fue directo a pagar las cuentas. Al menos podíamos sobrevivir hasta el otro mes con agua y luz. Los alimentos se encargó de comprarlos Matthew, al igual que sus camisas que le faltaban. Como yo no tenía que comprarme los lápices —porque Gilbert me los regaló—, no gasté dinero en mi.

Bueno, había aprendido a economizar todo.

Veo la hora y me doy cuenta de que quedan diez minutos para que llegue él. Ni siquiera me dijo a donde vamos.

Quizá es una broma.

Sí, es una broma. Lo más probable.

Me dejé caer en la cama, suspirando pesadamente.

¿Qué podía hacer? Nunca había tenido tanto tiempo para mí.

Tomé la opción de no hacer nada y quedarme ahí hasta que me quedara dormida.

Ese era el plan hasta que escuché un bocinazo, a la vez que mi teléfono volvía a sonar.

Me incorporé de golpe, contestando el celular.

Ya llegué.

—Pero...

¿Pero qué? Sal, que no tengo todo el tiempo del mundo.

Es un grosero. Me colgó.

Salí de mi habitación con el ceño fruncido que mantuve hasta que llegué a la puerta principal. Al abrirla, él estaba apoyado en un automóvil negro. Estaba vestido completamente de negro, con unos lentes de sol y parecía que se quería suicidar. Bueno, siempre tiene ese rostro.

—Pensé que era una broma —murmuré, acercándome a él.

—¿Una broma? ¿Por qué te haría una broma en una situación tan importante como esta? —dice, cerrando la distancia entre nosotros para luego apretujarme en sus brazos—. Feliz cumpleaños.

¿Qué?

—No estoy de cumpleaños —susurré, mientras el olor de su perfume llegaba hasta mis fosas nasales.

—Eso no es lo que le dijo tu amiga rebelde a mi amiga loca.

Demonios, se le olvidó mi propio cumpleaños.

Se separa de mi, extendiendo una caja negra.

—¿Qué es esto?

—Un regalo, Anne, ¿es que estás ciega?

La tomo para abrirla.

Y me quedo en shock por unos segundos.

—Digamos que tu amiga me prestó la foto y la mandé a enmarcar. Me dijo también que las flores favoritas de ella eran las gerberas, por lo que las pintaron a mano en el marco. Es de marfil.

Siento como las lágrimas se acumulan en mis ojos.

En la fotografía hay una Anne de catorce años junto a una Marilla que la está abrazando con fuerza. Ella estaba riendo. Yo estaba riendo.

—¿No te gustó? ¿Quieres que le cambie algo? Sabía que no te gustaría. Debí comprarte, no se, más lápices. ¿Y si vamos al centro comercial y te compro todos los lápices que quieras? Vamos, no llores por favor, perdón, quería que quedara bonito...

Ni siquiera lo dejé terminar porque lo abracé, escondiendo mi rostro en su pecho.

Esto era lo más lindo que me habían regalado. Esa foto tenía tanto significado para mí, aún más por el hecho de que había perdido todas mis fotografías con Marila cuando mi computadora se rompió.

—No sé si interpretar este abrazo como algo bueno o algo malo, Anne, ¿me puedes decir si te gusta? Puedo mandar a hacerlo otra vez, del material que quieras, como quieras, pero no llores. No me gusta verte llorar.

Alcé mis ojos hasta él. Se veía realmente mortificado porque me hubiera gustado o no. Y siendo sincera, me había encantado. Puso su mano en mi mejilla.

—¿Quieres otra cosa? ¿Prefieres otro regalo?

Y lo sorprendí tanto a él como a mi cuando de la nada y por una fuerza irracional, uní mis labios con los suyos.

𝑻𝒊𝒏𝒕𝒆 𝑵𝒆𝒈𝒓𝒐 (𝑨𝒏𝒏𝒆 𝒙 𝑮𝒊𝒍𝒃𝒆𝒓𝒕) PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora