Capítulo 10

509 96 185
                                    

Gilbert

Entramos al parque de diversiones y ella miraba todo con los ojos muy abiertos, al igual que su boca. No sabía si estaba sorprendida o qué. ¿Nunca había ido a un parque de diversiones?

—Cierra la boca —murmuré, esbozando una pequeña sonrisa.

Anne me golpeó el hombro con enojo. —Calla y déjame disfrutar esta maravillosa vista.

—¿Nunca habías ido a un parque de diversiones?

—Nunca había venido a este parque de diversiones. Si no te diste cuenta, anciano —se mofó, sonriendo—, este parque parece hecho de oro. Las personas simples como yo no podemos pagar taaaanto como para venir a un parque así. Y no voy a un parque desde que tenía como... ¿once años? Seh, eso.

—No es tan caro —repliqué, frunciendo el ceño.

—El valor de la entrada es mi sueldo de un mes, Gilbert y... ¡Mira! ¡Los carritos chocones! ¡Vamos, vamos!

Y se fue corriendo hacia el puesto de los carritos chocones, como si fuera una niña pequeña.

Negué con la cabeza y fui detrás de ella, metiendo mis manos en mis bolsillos. Le pagué la entrada al lugar y ella fue corriendo al carrito azul, sonriendo demasiado.

—¿No vas a subir? —me gritó desde su lugar. 

Era la única adolescente de diecisiete años que estaba en ese carrito mientras que los demás eran niños que no pasaban de los diez.

Volví a negar, divertido y ella me sacó la lengua, con el mismo gesto infantil de hace un momento. Estuvo todo el tiempo deambulando por ese lugarcito, chocando a niños y ellos devolviéndoles los choques. En resumen, Anne realmente era una niña en ese momento.

Cuando terminó su juego, tomó mi mano y me arrastró por todos y cada uno de los juegos que habían. 

Ni siquiera sé por qué la había traído aquí. Tampoco sé por qué la fui a buscar. La verdad era que desde hace días, ni siquiera sabía por qué hacía las cosas de esta manera cuando ella estaba cerca. Lo único que hice después de discutir con papá fue llamarla y decirle que la iba a buscar. 

Podría haberle dicho a Jane que fuéramos a emborracharnos, pero no lo hice.

No lo hice porque el primer contacto que apareció en mi celular fue el de Anne.

Y con la impulsividad de siempre, llegué y llamé. 

—Eres un aburrido, no quieres subirte a ningún juego.

Alcé mis ojos a los de ella. 

—No me gustan estos lugares —musité, desviando la mirada al carrusel—. Son demasiado felices. Contrastan con mi ánimo.

—¿Entonces por qué vinimos?

—Ni idea. ¿Te vas a quejar? Porque podemos irnos. Yo feliz de irme. 

Pero no le hables así, idiota.

—Eres un imbécil. Y no, solo para molestarte, no nos vamos a ir y voy a subirme al barco pirata —murmuró, enfadada—. Espero que sigas amargándote aquí, ajeno a lo maravilloso de este lugar.

Suspiré. ¿Por qué explotaba tan fácilmente?

—Espera, vamos —murmuré, caminando a su lado—. Me subiré contigo. Pero si te dan ganas de vomitar, a mi no me mires, que será tú culpa.

Ni siquiera me miró. 

Rodé los ojos, pagué las entradas —ahora ella reclamando porque quería pagar su entrada. ¿Es que esta chica nunca deja de discutir, joder?—, y nos subimos al maldito barco. Tuvimos que ponernos un cinturón negro alrededor de la cintura y esperar a que el juego hiciera su trabajo.

𝑻𝒊𝒏𝒕𝒆 𝑵𝒆𝒈𝒓𝒐 (𝑨𝒏𝒏𝒆 𝒙 𝑮𝒊𝒍𝒃𝒆𝒓𝒕) PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora