Capítulo 3

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Anne

Miro mi ropa, sintiéndome repentinamente incómoda. Esta era una universidad de personas con dinero y yo aquí, vestida de lo más simple. Probablemente Diana viniera a esta universidad, pero con seguridad sé que yo no podría permitírmelo. Parecía un jodido castillo medieval, único y perfecto.

Me adentro, rogándole al cielo que me acepten como bibliotecaria. La paga era similar a la del antiguo trabajo que tenía, por lo que me vendría bien para seguir manteniendolo todo bajo control. Según las indicaciones que me dieron, la biblioteca estaba muy adelante. Por suerte logro encontrarla antes de que tenga que pedirle a alguien que me lleve.

No puedo evitar que mis ojos y mi boca se abran de la sorpresa. ¡Es una biblioteca demasiado grande! ¡Incluso más que la de mi instituto! 

Los libros están en perfecto orden, con los estantes elevándose hasta el cielo. Camino más rápido, emocionada por tener que trabajar aquí todos los días. Creo que podría equilibrarlo con mis estudios.

Hay una mujer de lentes, castaña, leyendo muy atentamente el libro. Bajo mi mirada para leer el titulo, pero ella lo esconde antes de que pueda leerlo. Ella debe tener unos... ¿Cuarenta años? Ni idea. Me mira, nerviosa.

—Hola —saludo, quedo enfrente de la mesita, sentándome delante.

—¿Tú eres la chica que quiere el puesto de bibliotecaria? —pregunta, frunciendo el ceño.

—Eh... ¿Si?

Me miró de arriba a abajo.

—Buen día, me llamo Zara. ¿Cuantos años tienes?

—Diecisiete.

Tiene un gesto de desaprobación.

—Eres muy pequeña para estar aquí, al mando de todo —dice, negando con la cabeza.

Siento que el alma se me sale del cuerpo.

—¡No! Por favor, necesito este trabajo. Soy muy responsable, ayudo mucho, me encanta leer y puedo memorizar los lugares donde está todo.

Ella desvía la mirada, mirando a la entrada de la biblioteca.

—¿Cuanto tiempo te falta para cumplir los dieciocho? —inquiere.

—Un año  —susurro.

—Eso es demasiado tiempo, pero podemos hacer algo, no tendrás el cargo principal, sin embargo, serás mi ayudante. Hablaré con la directora para pueda darme el permiso y un sueldo bueno para ti. ¿Es realmente necesario este trabajo?

—¡Si! 

Sonríe de lado, asintiendo.

—De acuerdo, pero, ¿Podrás estar todo el día aquí? ¿No tienes que estudiar? 

Oh.

El instituto.

—Tomo clases vespertinas —murmuro.

—En ese caso, puedes empezar hoy mismo, ¿no? Tu horario será desde las ocho de la mañana hasta la una de la tarde. Luego, vuelves a las seis para ayudarme a ordenar los libros que los chicos dejan desordenados y estaremos aquí hasta las nueve. ¿A que hora comienzan tus clases?

—A las diez —mascullo.

Odiaba mentirle a las personas.

Ella asiente, felizmente y me muestra todo el lugar. Lo único que podía pensar ahora mismo es como puedo estudiar y trabajar aquí. 

Nos detenemos en unas estanterías de libros donde están desordenados. Algunos en el suelo—¿que clase de ser humano deja un libro en el suelo?—, otros encima de las mesas, otros cuantos en las estanterías, pero puestos de forma desordenada.

𝑻𝒊𝒏𝒕𝒆 𝑵𝒆𝒈𝒓𝒐 (𝑨𝒏𝒏𝒆 𝒙 𝑮𝒊𝒍𝒃𝒆𝒓𝒕) PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora