La búsqueda del cliché perfecto (CLICHÉ 1)

Capítulo 22. Confía en mí

AVISO. La versión que hay en Wattpad es un borrador. Es posible que haya algunas faltas de ortografía o que el estilo no termine de estar pulido. Por favor, tenlo en cuenta a la hora de hacer valoraciones. Si quieres leer la historia corregida y con nuevas escenas te recomiendo leer la versión publicada por la editorial Fandom Books. Puedes conseguirla en librerías o en digital (enlace en mi perfil).

El despertar fue el más dulce y vergonzoso que Axel había tenido en la vida.

Key y él habían dormido entrelazados, aunque encontrar la postura perfecta había sido toda una proeza. A sus cuerpos les costó acostumbrarse a la presencia ajena; se habían chocado, sus codos se habían clavado en lugares poco apropiados y hasta estuvieron a punto de caerse de la cama. Pero al final, y Axel no sabía cómo, habían encontrado la manera de que funcionara. Axel se despertó entre los brazos de Key e improvisaron una nueva sesión de besos matutina.

No podía dejar de sonreír como un idiota.

Cuando llegó la hora de la despedida, Key se marchó a las pistas de esquí y Axel se reunió con sus amigos en el hall del hotel. Se pasaron el día a los pies de la chimenea, jugando a las cartas o pasándose la Switch de Axel. A la hora de la cena se juntaron con el resto de sus compañeros, y Axel no pudo evitar buscar al rubio con la mirada. Después de lo que había ocurrido en esa habitación, aunque no había sido mucho, se sentía más unido a él que nunca. Sus amigos se dieron cuenta de que tenía la cabeza en otra parte y le estuvieron tomando el pelo hasta que Axel perdió la paciencia y los mandó a la mierda.

Entonces, ocurrió.

Un golpe en la mesa llamó su atención, y Axel a punto estuvo de atragantarse con la comida. Frente a ellos se encontraban las personas que menos esperaba ver: Key, Hill y Conrad. Los dos primeros sonreían.

—¿Qué demonios...? —empezó a preguntar Axel, pero la voz jocosa del rubio le detuvo.

—¿Podemos sentarnos?

No le dio tiempo a decir que no. Los recién llegados tomaron asiento bajo las miradas estupefactas de sus dos amigos. Y no era para menos. Hasta la fecha, jamás habían intercambiado más que insultos o malas palabras cuando coincidían en casa de los Waters.

—¿Qué hacéis aquí? —preguntó Lissa, que fue la primera el recomponer el semblante sorprendido.

—No hay otros sitios libres —le contestó Hill. Su amiga arrugó el morro cuando el más alto se inclinó hacia ella e irrumpió en su espacio personal—. Por cierto, hola.

Lissa se apartó y trató de poner distancia entre los dos.

—¿Te importaría...?

—Venga, Hill, no seas plasta —cortó Key, en un tono de voz que nada le tenía que envidiar al de los mensajeros de la paz. Alejó a su amigo de un tirón de brazo—. Solo hemos venido a cenar.

—No queremos causar molestias —dijo Conrad, en el tono de voz bajo y aburrido que lo caracterizaba. Ni siquiera apartó la vista de su móvil al hablar y Dave, un maniático de los modales, torció el gesto.

—¿Comer aquí? —pregunto Lissa, que no pensaba dar su brazo a torcer—. Pero si jamás os habíais molestado en intercambiar palabra alguna con nosotros.

Key fingió ofenderse.

—¡No es verdad! El año pasado, en el quinceavo cumpleaños de Axel y Ben, nos hicimos muy amigos.