Capítulo 31. La verdad

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AVISO. La versión que hay en Wattpad es un borrador. Es posible que haya algunas faltas de ortografía o que el estilo no termine de estar pulido. Por favor, tenlo en cuenta a la hora de hacer valoraciones. Si quieres leer la historia corregida y con nuevas escenas te recomiendo leer la versión publicada por la editorial Fandom Books. Puedes conseguirla en librerías o en digital (enlace en mi perfil).


En el instituto las cosas tampoco cambiaron mucho, algo que Axel agradeció. No soportaría recibir más atención de la acostumbrada y tampoco le apetecía ser la nueva atracción de feria del instituto, ni mucho menos que los demás se metieran en medio de su relación con Key. Acababan de hacer las paces; necesitaba un poco de tiempo para asimilar la situación.

Además, ya tenía suficiente con que sus padres lo supieran. O bueno, con que lo intuyeran, porque Axel tampoco les había dicho abiertamente que estaba saliendo con Key, aunque se imaginaba que no hacía mucha falta. A lo largo de esa semana, fue habitual encontrarlos en su habitación jugando a algún videojuego o viendo alguna película, siempre dentro de los límites de la decencia. Con Ben otra vez de vuelta en casa, no se les ocurría ponerse cariñosos. Ya se la habían jugado demasiado y Axel no era tan aventurero.

A su hermano tampoco pareció afectarle mucho la nueva relación entre Key y él. De vez en cuando, el rubio se marchaba para hablar con su mejor amigo. Entre ellos, las cosas no habían cambiado lo más mínimo. Axel escuchaba las carcajadas desde su cuarto, algo que aliviaba a Axel como jamás pensó que pudiera aliviarle escuchar las bromas de esos dos.

Todo era distinto y, al mismo tiempo, no lo era.

El mundo seguía girando sobre su eje, Axel pillaba el mismo bus cada mañana para ir al instituto y seguía comiendo los mismos cereales. Sin embargo, y por primera vez en su vida, sentía que todo —o casi todo; todavía faltaba solucionar el problema de Lissa y Dave— estaba como tenía que estar.

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El último viernes de marzo, sus padres dejaron a los mellizos solos en casa porque tenían una cena de empresa. Su madre había insistido mucho en que Ben tenía que cumplir con su castigo y, por supuesto, su hermano no le hizo ni caso. Lo primero que hizo cuando sus padres se marcharon fue llamar a sus amigos. Axel, que había aprovechado la tarde para comer en casa de Lissa, no se enteró hasta que ya fue tarde.

La música se escuchaba desde el final de la calle y él ya se temía lo peor.

Tal y como imaginó, la casa era un caos: la música a un alto volumen se mezclaba con el sonido de la televisión. Desde la cocina le llegaba el olor a chamusquina de la comida quemada, y había un rastro de patatas fritas que subía hasta la planta superior. Axel se infartó al ver que los sofás estaban deshechos y los cojines desperdigados por el suelo.

«Voy a matarlos».

—¡Ben! —gritó. Su hermano no tardó en asomar la cabeza por la puerta de la cocina.

—¿Qué quieres?

—¡No me vaciles! ¿Qué coño ha pasado aquí? ¿Y por qué demonios huele a quemado? ¿Qué has hecho?

Su hermano no tuvo tiempo de contestar. Key asomó también la cabeza por la puerta y le lanzó una sonrisa culpable.

—Ha sido culpa mía. He quemado las palomitas sin darme cuenta.

¿En serio creía que su enfado se iba a aplacar solamente por mostrarle esa sonrisa deslumbrante? Pues un poco de razón sí que tenía.

Se había vuelto un blando.

La búsqueda del cliché perfecto (CLICHÉ 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora