La búsqueda del cliché perfecto (CLICHÉ 1)

Capítulo 12. Confesiones que caen como la nieve

AVISO. La versión que hay en Wattpad es un borrador. Es posible que haya algunas faltas de ortografía o que el estilo no termine de estar pulido. Por favor, tenlo en cuenta a la hora de hacer valoraciones. Si quieres leer la historia corregida y con nuevas escenas te recomiendo leer la versión publicada por la editorial Fandom Books. Puedes conseguirla en librerías o en digital (enlace en mi perfil).

Axel era un desastre con los estudios y solo se acordaba de los exámenes finales cuando era demasiado tarde. Iba dejándolo y dejándolo hasta que la semana de antes no le quedaba más remedio que hacer jornadas maratonianas de estudio para no catearlo todo, lo que era inútil; no se podía estudiar todo un trimestre en unos días.

Por eso, no destacaba por sus buenas notas. Al contrario que Ben, Axel siempre pasaba de curso con lo justo y necesario. Tampoco le importaba mucho. Tenía claro que no iba a ir a la universidad, así que no necesitaba una media demasiado alta.

Lo único que podía hacer para intentar ganarle el pulso al tiempo era renunciar a sus horas de sueño, lo que le ponía de peor humor de lo normal.

Sus amigos no tenían esos problemas. Lissa solía compaginar bastante bien los estudios con el club de kárate y Dave era un mini genio que tenía la media más alta del instituto. Siempre que Axel les suplicaba un poco de ayuda solían negarse. Les molestaba que Axel dejara todo para el último momento y de nada servían sus súplicas y sus promesas de no volver a repetirlo. Aunque, por suerte, siempre conseguía ablandarlos un poquito y terminaban cediendo a regañadientes.

La semana anterior a los exámenes solían aprovechar la hora de la comida para ayudar a Axel. Trataban de enseñarle de una manera simple y concisa, conscientes de que sería una tarea muy complicada.

Ese año no fue una excepción.

Fueron días perdidos.

—Deberías haber empezado a estudiar mucho antes, Axel

—lo reprendió Lissa—. Siempre haces lo mismo. Lo alargas y alargas y esperas que Dave y yo te solucionemos los problemas. Te lo hemos dicho mil veces: ¿por qué no te vienes a estudiar con nosotros?

Axel hizo oídos sordos. La mesa de la biblioteca era un auténtico desastre de papeles y libros de texto abiertos a la mitad y subrayados por colores. No entendía nada.

—Esto es imposible —masculló, pero no consiguió conmover a sus dos amigos.

—Lissa tiene razón. —Dave le pasó un cuaderno con las fórmulas de física que entrarían en el próximo examen y que Axel ya se tendría que saber—. No puedes seguir así siempre.

—Que sí —gruñó. Le echó una rápida ojeada al cuaderno de Dave y lo comparó con sus propios ejercicios. No había dado ni una. Frustrado, se echó hacia atrás en el asiento.—. Qué raro que tú te pongas de su parte.

Dave le lanzó una mirada dolida.

—Oye, ¿se puede saber qué te pasa? —preguntó Lissa—. Llevas un par de semanas actuando extraño.

—No me pasa nada.

—No me lo creo. Pero, sea lo que sea, no lo pagues con nosotros. Solo estamos intentando ayudarte.

—No lo estoy pagando con vosotros.

—Sí, sí lo estás haciendo. —Esta vez era Dave—. Mira, Axel.

Somos tus amigos y siempre vamos a apoyarte. Pero no podemos darte la razón cuando te comportas de manera irracional.

—Gracias, Dave —susurró Lissa, agradecida. Su amigo le sonrió de vuelta y Axel les retiró la mirada.