Cap. 7 En el que un espantapájaros impide a Iruka salir del Castillo

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Lo que impidió que Iruka saliera hacia Konoha aquella misma tarde fue un ataque intensísimo de dolores y achaques. La llovizna de la aldea de la Nube la había calado hasta los huesos. Se tumbó en su cubículo con sus dolores y se dedicó a preocuparse por Sasuke. A lo mejor no era tan malo, pensó. Sólo tenía que decirle a Sasuke que el mago Kakashi era el pretendiente del que no estaba seguro. Aquello lo asustaría. Y le contaría que la mejor manera de alejar a Kakashi de su lado era confesarle que estaba enamorado de él, y tal vez amenazarlo con alguna tía.

A Iruka le seguían crujiendo todos los huesos cuando se levantó a la mañana siguiente.

—¡Maldita Bruja del Páramo! —le murmuró a su bastón cuando lo sacó, lista para marcharse. Oyó a Kakashi cantando en el baño como si no hubiera tenido una pataleta en toda su vida. Se acercó a la puerta de puntillas, tan deprisa como pudo.

Naturalmente, Kakashi salió del cuarto de baño antes de que llegara. Iruka lo miró irritado. Estaba todo elegante y deslumbrante, ligeramente perfumado con flores de manzano. El sol de la mañana hacía brillar su traje gris y escarlata y le daba a su pelo un halo ligeramente plateado.

—Creo que este color me favorece bastante —dijo.

—¿Ah, sí? —gruñó Iruka.

—Le va bien al traje —dijo Kakashi—. Eres muy hábil con la aguja, ¿verdad? De alguna manera le has dado al traje más estilo.

—¡Ja! —dijo Iruka.

Kakashi se detuvo en la puerta con la mano sobre el taco de madera.

—¿Tienes algún dolor o achaque? —preguntó—. ¿O es que te ha molestado algo?

—¿Molestado? —preguntó Iruka—. ¿Y por qué me iba a molestar? Alguien acaba de llenar el castillo con un pringue asqueroso, ha dejado sordos a todos los habitantes de la Nube y ha reducido a Obito a cenizas, y además ha roto unos cuantos cientos de corazones. ¿Por qué me iba a molestar?

Kakashi se rió.

—Lo siento —dijo, girando el pomo hacia el rojo—. El Rey quiere verme hoy. Probablemente me haga esperar en Palacio hasta la noche, pero cuando vuelva me encargaré de tu reuma. Y no se te olvide decirle a Nruto que le he dejado el conjuro sobre la mesa.

Sonrió alegremente a Iruka y salió a las calles engalanadas de la ciudad del fuego.

—¡Y te crees que así se arregla todo! —gruñó Iruka mientras se cerraba la puerta. Pero su sonrisa había conseguido suavizarlo—. ¡Si esa sonrisa funciona conmigo, no me extraña que el pobre Sasuke no sepa lo que hace!

—Necesito otro tronco antes de que te vayas —le recordó Obito.

Iruka le puso otro tronco en la bandeja. Luego se volvió hacia la puerta. Pero entonces Naruto bajó corriendo las escaleras y cogió lo que quedaba de una barra de pan de camino a la puerta.

—¿No te importa, verdad? —dijo de forma agitada—. Traeré una nueva cuando vuelva. Hoy tengo que hacer una cosa muy urgente, pero volveré por la noche. Si el capitán del barco pide su conjuro para los vientos, está en el extremo de la mesa, con el nombre puesto —hizo girar el pomo con el verde hacia abajo y saltó a la ladera ventosa, apretando el trozo de pan contra el estómago—. ¡Hasta luego! —gritó mientras el castillo seguía avanzando y la puerta se cerraba.

—¡Qué lata! —se quejó Iruka—. Obito, ¿cómo se abre la puerta desde fuera cuando no hay nadie en el castillo?

—A Naruto o a ti se la abro yo. Kakashi lo hace él mismo —contestó Obito.

Así que nadie se quedaría sin poder entrar si ella salía. No estaba seguro de querer regresar, pero no tenía intención de decírselo a Obito. Le dio a Naruto tiempo para que llegara a donde fuera que se dirigiese y volvió a encaminarse a la puerta. Esta vez lo detuvo Obito.

El Castillo De KakashiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora