CAPÍTULO 19. En el que Iruka expresa sus sentimientos con herbicida

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KAKASHI ABRIÓ LA PUERTA de la tienda al final de la tarde y entró silbando alegremente. Parecía haberse repuesto de lo de la raíz de mandragora. Iruka no se sintió mejor al descubrir que después de todo no había ido con la señorita Rin. Le lanzó su mirada más furibunda.

—¡Cielo santo! —dijo Kakashi—. ¡Casi me convierto en piedra! ¿Qué pasa?

Iruka  replicó enfadado:

—¿Qué traje llevas puesto?

Kakashi se miró la ropa de color negro.

—¿Acaso importa?

—¡Sí! —gruñó Iruka—. ¡Y no me vengas con monsergas de que estás de luto! ¿Cuál de los dos es en realidad?

Kakashi se encogió de hombros y levantó una de las mangas como si no estuviera seguro cuál de los dos era. Lo miró con expresión desorientada. El color negro se corrió hacia abajo desde el hombro hasta el extremo de la manga puntiaguda. El hombro y la parte superior de la manga se tornaron marrón y luego gris, mientras que la punta se fue tornando cada vez más negra, hasta que Kakashi quedó vistiendo un traje negro con una manga azul y plateada cuyo extremo parecía haber mojado en un bote de alquitrán.

—Este —dijo, y dejó que el negro volviera a extenderse hasta el hombro.

Por alguna razón Iruka se sintió más enfadado que nunca. Soltó un gruñido de ira sin palabras.

—¡Iruka ! —dijo Kakashi, con su mejor humor, intentando razonar con el.

El perro-hombre abrió con el hocico la puerta del patio y entró. Nunca dejaba que Kakashi hablara mucho tiempo con Iruka.

Kakashi se lo quedó mirando.

—Ahora tienes también un perro pastor alemán —comentó, como si estuviera contento de tener una distracción—. Vamos a necesitar mucha comida para alimentar a dos perros.

—Solo hay uno —dijo Iruka irritado—. Está hechizado.

—¿Ah, sí? —dijo Kakashi, y se dirigió al perro con una velocidad que demostraba lo aliviado que se sentía de alejarse del Iruka. Aquello era lo último que quería el perro-hombre, por supuesto. Retrocedió. Kakashi saltó y lo agarró con las dos manos por su larga pelambrera antes de que pudiera llegar a la puerta—. ¡Es verdad! —siguió, arrodillándose para mirar a los ojos del perro pastor—. Iruka, ¿por qué no me lo has dicho antes? ¡Este perro es un hombre! ¡Y está en un estado terrible! —Kakashi se giró sobre una rodilla, todavía sujetando el perro.

Iruka se encontró con la mirada de cristal de Kakashi y se dio cuenta de que estaba enfadado, muy enfadado. Estupendo. Le apetecía una buena pelea.

—Podías haberte dado cuenta tú mismo —dijo, devolviéndole la mirada y retándole a lanzar un ataque de lodo verde—. Además, el perro no quería...

Kakashi  estaba demasiado enfadado para escuchar. Se levantó de un salto y arrastró al perro sobre las baldosas.

—Sí, me hubiera dado cuenta si no hubiera estado pensando en otras cosas —dijo—. Ven, voy a llevarte a ver a Obito —. El perro plantó las cuatro patas peludas y Kakashi tiró de él, con mucho esfuerzo—. ¡Naruto! —lo llamó a gritos.

Aquel grito en particular poseía ciertas características que hicieron que Naruto llegase a la carrera.

—¿Tú sabías que este perro es en realidad un hombre? —preguntó mientras arrastraban entre los dos al gran perro escaleras arriba.

El Castillo De KakashiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora