CAPÍTULO 17 En el que el Castillo viajero se traslada

90 23 0
                                    

KAKASHI SE PUSO A TRABAJAR con tanto ímpetu que parecía que acabara de disfrutar de una semana de descanso. Si Iruka no le hubiera visto librar una agotadora batalla mágica hacía una hora, nunca lo hubiera creído posible. Naruto y él iban de un lado para otro cantando medidas en voz alta y pintando extraños símbolos con tiza en los lugares donde antes habían colocado los puntales de metal. Parecían haber marcado todos los rincones, incluyendo los del patio. El cubículo de Iruka bajo las escaleras y un recoveco extraño en el techo del cuarto de baño les dieron muchos problemas. A Iruka y al perro-hombre los empujaron de acá para allá, para queNaruto pudiera dibujar una estrella de cinco puntas inscrita en un círculo en el suelo.


Cuando Naruto terminó y se estaba sacudiendo el polvo y la tiza de las rodillas, llegó Kakashi corriendo con la ropa negra salpicada de cal. Iruka y el perro-hombre tuvieron que apartarse otra vez para que Kakashi pudiera moverse por el suelo escribiendo signos dentro de la estrella y el círculo y a su alrededor. Los dos fueron a sentarse en las escaleras. El perro-hombre estaba temblando. Aquel tipo de magia no parecía gustarle nada.


Kakashi y Naruto salieron corriendo al patio. Kakashi volvió a toda prisa.


—¡Iruka! —gritó—. ¡Rápido! ¿Qué quieres que vendamos en la tienda?


—Flores —contestó Iruka, pensando de nuevo en la señora Tsunade.


—Perfecto —dijo Kakashi, y se alejó acelerado hacia la puerta con un bote de pintura y un pequeño pincel.


Metió la punta del pincel en el bote y con mucho cuidado pintó la marca azul de amarillo. Volvió a mojarlo y esta vez el pincel salió con pintura morada. Pintó la mancha verde con ella. La tercera vez salió de color naranja, que pasó a cubrir la mancha roja. Kakashi no tocó el negro. Al dar media vuelta metió la manga de su traje en el bote de pintura junto con el pincel.


—¡Vaya, hombre! —se quejó Kakashi, sacándola. La manga de la chaqueta era de todos los colores del arco iris. Kakashi la sacudió y se volvió de nuevo negra.


—¿Cuál de los dos trajes es? —preguntó Iruka.


—Se me ha olvidado. No me interrumpas. Ahora viene la parte más difícil —le ordenó Kakashi, corriendo a colocar el bote de pintura otra vez en la mesa. Cogió un tarro lleno de polvo—. ¡Naruto! ¿Dónde está la pala de plata?


Naruto llegó a la carrera del patio, con una gran pala reluciente. El mango era de madera, pero la hoja parecía de plata maciza.


—¡Ya está todo listo ahí fuera! —dijo.


Kakashi se colocó la pala sobre la rodilla para escribir un signo con tiza tanto en el mango como en la hoja. Luego espolvoreó polvo rojizo del tarro sobre ella. Después colocó un pellizco de la misma sustancia en cada punta de la estrella y volcó el resto en el centro.


—¡Apártate, Naruto! —dijo—. No os acerquéis ninguno. ¿Estás listo, Obito?


Obito salió entre los troncos en forma de larga llama azul.


—Lo intento —dijo—. Sabes que esto podría matarme, ¿verdad?

El Castillo De KakashiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora