CAPÍTULO 13 En el que Iruka ensucia el nombre de Kakashi

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CUANDO LLEGÓ AL PALACIO, Iruka volvió a sentirse mal. Sus muchas cúpulas doradas lo cegaban. Para llegar a la entrada principal había que subir una enorme escalinata, donde un soldado con uniforme escarlata montaba guardia cada seis escalones. Los pobres muchachos debían estar a punto de desmayarse con el calor, pensó Iruka mientras pasaba resoplando junto a ellos.


Al final de los escalones había arcos, salones, corredores, vestíbulos, uno detrás de otro. Iruka perdió la cuenta. En cada arcada una persona espléndidamente vestida, con guantes, que de algún modo seguían blancos a pesar del calor, le preguntaba qué lo traía por allí y luego lo conducían hasta la siguiente persona en la siguiente arcada.


—¡El señor Hatake para ver al Rey! —resonaba la voz de cada uno por los pasillos.


Aproximadamente a mitad de camino separaron a Kakashi educadamente y le pidieron que esperara. A Naruto y a Iruka los siguieron escoltando de una puerta a otra. Los llevaron al piso superior, donde los lacayos pasaron a estar espléndidamente vestidos de azul en lugar de rojo, y fueron escoltados hasta llegar a una antesala recubierta de paneles de madera de cien colores distintos. Allí apartaron también a Naruto y le pidieron que esperara. Iruka, que para entonces no estaba seguro de si estaba inmerso en un sueño extraño, fue conducido a través de unas puertas enormes, y esta vez la voz resonante anunció:


—Su Majestad, el señor Hatake ha venido a verle.


Y allí estaba el Rey, no en un trono sino sentado en una silla cuadrada que tenía como único adorno una hoja dorada, en el medio de una gran sala, vestido con mucha más modestia que sus sirvientes. Estaba totalmente solo, como una persona normal. Es cierto que estaba sentado con una pierna extendida en un ademán más bien real, y que era atractivo de una forma regordeta y un tanto vaga, pero a Iruka le pareció demasiado joven y un poco demasiado orgulloso para ser el Rey. Sentía que, con aquella cara, debía de sentirse menos seguro de símismo. El Rey le dijo:


—Y bien, ¿para qué quiere verme el padre del mago Kakashi?


E Iruka se sintió de repente sobrecogido de estar hablando con el Rey. Era como si el hombre que estaba allí sentado y el cargo tan importante que suponía reinar fueran dos cosas distintas que por casualidad ocuparan la misma silla. Y se dio cuenta de que no recordaba ni una sola palabra de todas las cosas estudiadas que Kakashi le había encargado decir. Pero tenía que decir algo.


—Me ha enviado para anunciarle que no va a ir a buscar a su hermano, Su Majestad.


Miró al Rey fijamente. El monarca le devolvió la mirada. Aquello era un desastre.


—¿Está seguro? —preguntó el Rey—. El Mago parecía muy dispuesto cuando hablé con él.


Lo único que Iruka tenía en la cabeza era que había venido a ensuciar el hombre de Kakashi, así que añadió:


—Mintió. No quería molestarle. Es tan escurridizo como una anguila, si sabe a lo que me refiero, Su Majestad.


—Y espera escabullirse sin tener que buscar a mi hermano Tobirama —dijo el Rey—. Comprendo. ¿Por qué no se sienta, ya que veo que no es tan joven, y me cuenta las razones del Mago?

El Castillo De KakashiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora