Cap.9 En el que Naruto tiene problemas con un conjuro

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En la puerta estaba el capitán del barco, que por fin había venido por su conjuro de viento y a quien no le había hecho ninguna gracia tener que esperar.

—Si pierdo la marea, muchacho —le dijo a Naruto—, le voy a decir un par de cosas sobre ti al hechicero.

En opinión de Iruka, Naruto fue demasiado educado con él, pero el se sentía demasiado cansado para intervenir. Cuando se marchó el capitán, el aprendiz se fue a la mesa para pensar en su conjuro e Iruka se sentó en silencio a remendar las medias. Sólo tenía un par y sus nudosos pies les habían hecho enormes agujeros. El traje gris estaba desgastado y sucio. Pensó que podría cortar las partes menos gastadas del traje azul y plateado de Kakashi para hacerse un pantalón con él. Pero no se atrevió.

—Iruka —dijo Naruto, levantando la vista de su undécima página de notas—, ¿cuántos sobrinos tienes?

Iruka había temido que Naruto empezara a hacer preguntas.

—Hijo, cuando se llega a mi edad —le dijo—, se pierde la cuenta. Se parecen todos tanto. Esos dos Yamato, para mí, podrían ser gemelos.

—Ah, no, claro que no —dijo Naruto, sorprendiéndolo—. El sobrino del valle del fin no es tan lindo como mi Yamato —arrancó la undécima página y sacó la duodécima—. Me alegro de que Kakashi no haya visto a mi Yamato —dijo. Comenzó con la decimotercera y la rompió también—. Casi me da la risa cuando la señora Tsunade ha dicho que sabía quién era Kakashi, ¿a ti no?

—No —dijo Iruka. A Yamato no le importaba quién fuese su enamorado. Recordó su cara encendida y encandilada bajo las flores del manzano—. Me imagino que no hay ninguna posibilidad de que esta vez Kakashi esté enamorado de verdad —preguntó sin esperanza.

Obito soltó una ráfaga de chispas verdes.

—Me temía que lo fueras a pensar —dijo Naruto—. Pero te estarías engañando a ti mismo, como la señora Tsunade.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Iruka.

Obito y Naruto se miraron.

—¿Acaso no ha pasado al menos una hora en el baño esta mañana? —preguntó Naruto.

—Ha estado dos horas ahí dentro —contestó Obito— poniéndose conjuros en la cara. ¡Menudo narcisista!

—Ahí lo tienes —dijo Naruto—. El día que a Kakashi se le olvide su sesión en el baño creeré que se ha enamorado de verdad, no antes.

Iruka recordó a Kakashi arrodillado en la tierra, posando para estar lo más guapo posible, y supo que tenían razón. Pensó en entrar en el baño y arrojar todos los conjuros de belleza de Kakashi por el lavabo. Pero no se atrevió. En vez de eso, se acercó cojeando a buscar el traje azul y plateado y pasó el día entero cortando pequeños triángulos azules para hacerse un pantalón de retales con ellos.

Naruto le dio unas palmaditas amables en el hombro cuando se acercó al hogar para arrojar las diecisiete páginas de notas a Obito.

—Al final todo el mundo lo supera —le dijo.

Para entonces era evidente que Naruto estaba teniendo problemas con su conjuro. Soltó las notas y cogió un poco de hollín de la chimenea. Obito asomó la cara para observarle con curiosidad. Naruto cogió una raíz marchita de una de las bolsas que colgaba de las vigas del techo y la puso entre el hollín. Luego, después de mucho pensar, giró el taco de madera con el azul hacia abajo y desapareció durante veinte minutos en la aldea de . Regresó con una concha marina grande y retorcida y la colocó con la raíz y el hollín. Después, rompió en pedazos páginas y páginas de papel y los añadió también. Puso todo junto delante de la calavera humana y empezó a soplar, de forma que el hollín y los trocitos de papel revolotearon por toda la mesa.

El Castillo De KakashiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora