CAPÍTULO 16. En el que ocurre muchísima magia

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PASARON VARIAS HORAS. El perro-hombre volvió a tener hambre y Naruto e Iruka decidieron almorzar también. Iruka se acercó a Obito con la sartén.


—¿Por qué no coméis pan con queso para variar? —protestó Obito.


Pese a todo, inclinó la cabeza. Iruka estaba poniendo la sartén sobre las rizadas llamas verdes cuando se oyó la ronca voz de Kakashi salida de la nada.


—¡Prepárate, Obito! ¡Me ha encontrado!


Obito se irguió inmediatamente. La sartén cayó sobre las rodillas de Iruka.


—¡Tendrás que esperar! —rugió Obito, alzándose con llamas cegadoras por el hueco de la chimenea. Casi al mismo tiempo, se desmembró en una docena de caras azules más pequeñas, como si lo estuvieran sacudiendo violentamente, y ardió con un ruido fiero y ronco.


—Eso significa que están luchando —susurró Naruto.


Iruka se chupó un dedo que se le había quemado un poco mientras que con la otra mano recogía lonchas de beicon de su falda, mirando con malas pulgas a Obito, que se sacudía de un lado a otro de la chimenea. Sus caras borrosas flameaban con un azul marino a azul cielo y luego casi blancas. En un instante tenía muchos ojos anaranjados y al siguiente, hileras de ojos plateados. Iruka nunca había imaginado una cosa igual.


Algo pasó volando por encima con un golpe y una explosión que sacudió todos los objetos de la habitación, otra lo siguió con un rugido largo y agudo. Obito ardía de negro y a Iruka se le puso la piel de gallina al sentir el estruendo de la magia.


Naruto corrió a la ventana.


—¡Están muy cerca!


Iruka se acercó cojeando. La tormenta de magia parecía haber afectado a la mitad de las cosas de la habitación. A la calavera le temblequeaba la mandíbula con tanta fuerza que la hacía moverse en círculos. Los paquetes saltaban. Dentro de los tarros, los polvos bullían. Un libro se cayó pesadamente de una de las estanterías y se quedó abierto en el suelo, con las hojas abanicándose solas de atrás a adelante. De un rincón de la habitación salió un vapor aromático del baño; en el otro, la guitarra de Kakashi produjo unas notas desafinadas. Y Obito se agitaba con más intensidad que nunca.

Naruto puso la calavera en el fregadero para que no se cayera al suelo con tanto tembleque mientras abría la ventana y se asomaba. Y comprobó exasperado que la pelea quedaba fuera de su vista. La gente de las casas de enfrente se asomaba a las puertas y ventanas, señalando con el dedo hacia algo que estaba más o menos sobre sus cabezas. Iruka y Naruto corrieron hacia el armario de las escobas, cogieron cada uno una capa de terciopelo y se la echaron por encima de los hombros. Iruka había cogido la que convertía a su portador en el hombre barbudo. Y entonces supo por qué se había reído tanto Obito cuando el se puso la otra. Naruto era un caballo. Pero no había tiempo para risas. Iruka abrió la puerta y salió a la calle, seguido por el perro-hombre, que, sorprendentemente, parecía muy tranquilo pese a todo. Naruto trotó tras el con un repiqueteo de cascos inexistentes, dejando a Obito ardiendo entre el blanco y el azul a su espalda.


La calle estaba llena de gente que miraba hacia arriba. Nadie tuvo tiempo de fijarse en un caballo que salía de una casa. Iruka y Naruto también miraron y descubrieron una inmensa nube que ardía y se retorcía justo sobre los tejados. Era negra y giraba sobre sí misma violentamente. A través de su negrura brillaban relámpagos blancos que no eran realmente de luz. Pero casi en cuanto llegaron Naruto e Iruka, el nudo de magia tomó la forma de una masa borrosa de serpientes enzarzadas en una lucha. Luego se separó en dos con un ruido parecido alde una enorme pelea entre gatos. Una parte se alejó maullando por los tejados hacia el mar y la segunda la persiguió gritando.

El Castillo De KakashiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora