Cap. 6 En el que Kakashi expresa sus sentimientos con fango verde

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Kakashi no salió aquel día, ni tampoco los siguientes. Iruka se sentaba para pensar en silencio en su silla junto al hogar. Se dio cuenta de que, por mucho que Kakashi lo mereciera, había centrado su rabia contra el castillo cuando en realidad estaba enfadado con la bruja del Páramo. Y, además, se sentía un poco incómodo por encontrarse allí disimulando sus verdaderas intenciones. Puede que Kakashi creyera que le caía bien a Obito, pero el sabía que el demonio del fuego sólo había aprovechado la oportunidad para hacer un trato con el. Además, pensó que le había fallado a Obito.

Aquel estado de ánimo no duró mucho. Iruka descubrió una pila de ropa de Naruto que había que remendar. Sacó un dedal, hilo y tijeras de su bolsa de costura y se puso a coser. Aquella tarde se sintió lo bastante animado como para unirse a una canción tontorrona de Obito sobre sartenes.

—¿Contento con tu trabajo? —preguntó Kakashi sarcásticamente.

—Necesito más cosas que hacer —dijo Iruka.

—A mi traje viejo le vendría bien un remiendo, si buscas algo con que entretenerte —dijo Kakashi.

Parecía que ya no estaba enfadado. Iruka sintió un gran alivio, pues aquella mañana casi había tenido miedo.

Era evidente que Kakashi todavía no había conseguido al chico que perseguía. Iruka oyó cómo Naruto le hacía preguntas directas al respecto y cómo Kakashi se escabullía hábilmente y no contestaba a ninguna.

—Se escurre como una anguila —murmuró Iruka a un par de calcetines de Naruto—. No puede aceptar su propia maldad.

Vio que Kakashi estaba inquieto, sin parar de hacer cosas para ocultar su descontento. Iruka lo entendía perfectamente.

En la mesa, Kakashi trabajaba con mucha mayor intensidad y rapidez que Naruto, ejecutando conjuros de forma experta, aunque un tanto atropellada. Por la expresión en el rostro de Naruto, casi todos los hechizos eran inusuales y difíciles de hacer. Kakashi dejó un conjuro a la mitad y subió corriendo a su habitación a vigilar algo secreto, y sin duda siniestro, que estaba pasando allí; luego salió a toda velocidad al patio a trastear con un gran conjuro que se traía entre manos. Iruka abrió la puerta un poco y quedó sorprendido al ver al elegante mago, arrodillado en el barro con las largas mangas atadas en un nudo por detrás del cuello para que no le estorbaran, mientras llevaba con cuidado una pieza de metal grasiento hasta una estructura extraña.

Aquel conjuro era para el Rey. Otro mensajero peripuesto y oloroso llegó con una carta y un discurso largo, larguísimo en el que preguntaba si sería posible que Kakashi le dedicase algo de su tiempo, sin duda ocupado en otras muchas cosas, para concentrar su poderoso e ingenioso intelecto en un pequeño problema que afectaba a Su Real Majestad: concretamente, cómo podría el ejército hacer pasar sus pesados carros por un terreno pantanoso e irregular. Kakashi ofreció una respuesta elocuente y maravillosamente educada, pero dijo que no. Después, el mensajero habló durante otra media hora, al cabo de la cual ambos hicieron una reverencia y Kakashi accedió a hacer el conjuro.

—Me da mala espina —le dijo Kakashi a Naruto cuando se hubo marchado el mensajero—. ¿Por qué se tendría que perder Itachi en el Páramo? El Rey parece creer que yo le serviré en su lugar.

—Él no era tan inventivo como tú, eso está claro —dijo Naruto.

—Soy demasiado paciente y demasiado educado —dijo Kakashi en tono sombrío—. Debería haberle cobrado mucho más.

Kakashi era igual de paciente y educado con los clientes de la aldea de la Nube, pero, como Naruto señaló preocupado, el problema era que Kakashi no les cobraba lo suficiente. Aquello fue después de que Kakashi hubiera escuchado durante una hora las razones por las que la esposa de un marinero no podría pagarle todavía ni un penique, y de que le prometiera a un capitán un conjuro de vientos a cambio de una minucia. Kakashi eludió los argumentos de Naruto dándole una lección de magia.

El Castillo De KakashiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora