CAPÍTULO 1

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-hoy he tenido una importante reunión de trabajo... mi jefe quiere que nos mudemos a la casa de sus padres, quienes ya fallecieron para desempeñar mis labores desde allí y de paso cuidar de la casa.

Mi esposo lo dijo tan desinteresadamente que por un momento pensé que mudarse no era la gran cosa, pero luego llegué a la conclusión que quizás eso salvaría nuestro matrimonio.

- ¿Por cuánto tiempo sería?.

Estabamos sentándos el uno frente al otro, podía ver cada gesto que hacía al ingerir los alimentos que tenía en su plato.

Observe como con fastidio dejaba su tenedor al lado del plato y me miraba con despreció. Ya estaba acostumbrada a esa mirada asi que me mantuve con un semblante serio, esperando sus ofensas.

-¿Porqué... la "Reina" no puede vivir mucho tiempo en un pueblo?; ¿te preocupa tus sesiones de spam o pilates?, quizás lo que más te aterra es no poder gastar grandes cantidades en ropa ¿No es asi?.

Detesto profundamente las palabras tan irracional que salen de su boca, pero el divorcio no es opción, al menos no por ahora...

- ¡Por Dios Rubí! Cada segundo que intento hablar contigo es despreciable... ¿no puedes decir "sí"? Nada más... sin preguntas... solo "sí".

Se marchó dejándome sola en el gran comedor de nuestra casa.

Hice una mueca con forma de sonrisa al aire y me levante para caminar directo al bar de la sala siguiente.

Tomé una copa y serví la primera bebida alcohólica que encontré, tomé un observó apoyada en la baranda de aquella sitió.

Mi casa estaba en silencio.

No, él no se había puesto así por mi pregunta, sino porqué había algo más... o mejor dicho, alguien más...

Claramente si nos marchabamos a un pueblo que esta a dos horas de la cuidad le sería más difícil reunirse con ella y eso le molestaba.

"Francese"... ese es mi apellido, soy la tercera hija de Mario Francese, quien logró obtener ganancias incontables por sus audaces negocios. Tenia dos hermanos mayores, Gonzalo y Peter...

Una fría noche de invierno, de esas donde la ventana se empaña por la combinación del calor que larga el fuego de la chimenea y el viento helado que ramas desnudan producen, un grupo de hombres entro a mi casa.

Vi cómo asesinaban a mis padre y mis hermanos, antes de que el mayordomo y mano derecha de mi papá logrará sacarme de ahí.

Heredé todo, por supuesto. Pero esos hombres seguían afuera; los motivos por los que mataron a mi familia hasta ahora no los sé, pero se que la justicia sentenció que se había tratado de un robo.

Roberts, crío desde los cinco años a mi padre, por eso estaba dispuesto a todo por él. No tuvo hijos, por que luego de criar a mi papá se dedico a nosotros, pero tiene una hermana llamada Esmeralda y ella si tiene un hijo... mi esposo.

Como ya no podía usar mi apellido, Roberts le planteó a su hermana, la posibilidad de que me casará con su hijo, de esa forma yo podría usar su apellido y ellos podrían escalar en la nefasta escalera de "clases sociales".

Aceptó de inmediato, y como mi padre había dejado un Testamento donde decía que en caso de su muerte y si sus hijos también morían o era menores para administrar su fortuna, quien heredaria todo, iba a ser su mayordomo Roberts Mayers... todo lo que tenía, paso a ser de ellos y yo, de repente deje de tener un futuro como una de las mejores empresarias mundiales a ser una esposa.

Si bien no me desagrada el concepto de esposa, me parecía algo muy cargado y rutinario. Además nunca había soñado con casarme o algo asi...

A veces, me pregunto si quizás lo mejor hubiese sido morir ese día... creo que por momentos me sentí atraída por mi esposo... es que para ser sincera, feo no es y además es bastante culto; Aparte al principio no era asi, sino todo lo contrario, solía caer con ramoa de rosas y chocolate por que decían que me iban a ayudar a sanar de la pena de haber perdido a mi familia.

Si tan solo, nada hubiese cambiado entre él y yo...

Unos pasos pesados, me sacaron de mis pensamientos, su voz diciendo mi nombre me causo escalofrío, dos segundo después lo vi parado en la puerta que da entrada y salida a esta sala.

-con que acá estás...- deslizó acercándose.

-Pensé que te habías ido...

-¿y por eso te vas a emborrachar como una maldita zorra?.

-¿Qué quieres Lautaro?. - la verdad ya no tenia ganas de seguir lidiando con su enojo, que además no sabía que lo había ocasionado.

Se pegó a mi, y subió la falda de mi vestido de tela ligera, era verano y vestía casual.

Sentí sus húmedos labios pegados en mi cuello y su virilidad rozando mis glúteos. Esto me puso inquieta, a lo mejor en un matrimonio promedio el sexo en una discusión era sinónimo de reconciliación pero no en este, no en mí.

Yo me sentía como una muñeca de esas que venden en los locales de juguetes sexuales.

-tengo cosas que hacer...- dije tajante. A pesar de que estaba "atrapada" entre él y el bar pude salirme rápidamente.

Intente caminar hacía la puerta, pero me agarró tan fuerte de la mano que me hizo quejar de dolor.

-me lastimas idiota...- dije molesta.

-eres mi esposa y tu deber es sastifacerme en todo lo que necesito.

-¿que para eso no tienes amantes?, ¿no que te daba asco tocarme?, ¿quién carajo crees que soy?.

-es que si... me das asco pero tengo ganas de tener relaciones y ahora lo único que tengo para sacarme esas ganas, sos vos.

-pues... ¡vete a la mierda!.

Pensaba voltear e irme, pero antes de que lo pudiera hacer, sentí su mano impactando contra mi rostro.

-¿piensas que puedes decir que no?, estamos casado ¡maldita infeliz!.

Caí al suelo, ya que había sido un golpe bastante fuerte, mi mejilla me ardía por lo que llevé mi mano hacía esta y sobe mi piel.

-¿ves que eres tonta?, podrías haber hecho silencio y ya todo hubiese terminado pero ahora... ¡ja! Ahora vas a ver lo que es intentar decirme que no.

EL DIARIO DE UNA SUMISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora