—Es un gusto conocerlo señor Larino, no se preocupe, afortunadamente nadie salió herido.
El señor Larino, parecía tener unos sesenta años, sus ojos eran negros, su cabello rizado y corto; su tono de voz era muy amable, eso hizo que sintiera nostalgia de la última vez que alguien fue cordial conmigo.
Me sonrió y estiró su mano temblorosa donde tenía una taza blanca.
—Le he preparado un té con limón, le ayudará para pasar el frío mientras la casa se calienta. La casa es muy grande y la calefacción había dejado de funcionar, por fortuna ya lo hemos arreglado pero tomará algún tiempo que el calor nos arrope.
Sí, ya había notado el frío que hacía, la temperatura había bajado considerablemente y parecía una intensa noche de invierno; lo que era desafortunado para mi que solo tenía puesto un vestido liviano.
—Si desea puedo traer ropa más abrigada.
Moví mi cabeza con una leve sonrisa.
—Eso sería genial, pero no quiero generar molestias.
—No sería una molestia, sin embargo debo decirle que no creo que tengamos ropa juvenil de mujer; Aquí solo vivimos tres personas...
Mi esposa, mi Jefe y yo... siendo mi Señor el más jóven puedo traer ropa de él.—Lo que sea que pueda abrigarme esta bien.
—vendré en un instante.
Larino, salió de la habitación dejando en mis manos la taza y yo me senté al borde la cama. Debía poner las ideas en orden para estar lista en cuanto la tormenta pasará.
Tal y cómo dijo Larino, volvió minutos después con ropa y nuevamente me dejo sola para que me cambiará.
La casa era demasiado silenciosa y aunque temía a salir de la habitación, un repentino deseo de hambre me invadió.
Claro, al salir de la casa que compartía con mi esposo, no había comido nada; asi que con miedo abrí la puerta y empecé a recorrer el lugar.
Parecía que todos dormían ya que las luces estaban apagadas. Tocando la pared, con cuidado y bajo una penetrante penumbra fue bajando las escaleras. Búsque en la pared mientras avanzaba las llave para prender las luces y ver mejor pero no lograba hallarlas.
—¿Qué haces?.
Me sorprendió una voz que ya conocía.
—Disculpe Señor Azael, yo sentí hambre y quise bajar a la cocina... por que pensé que quizás le había quedado algo que pudiera comer de sus comidas. Lo siento si eso lo molesta, no quería, ni quiero sobrepasar mis limites pero me duele el estómago.
Escuché como daba algunos pasos, pero no podía saber bien donde estaba, hasta que algunas luces se encendieron; no había suficiente claridad para verle el rostro a Azael, pero si para al menos ver por donde caminaba.
—Sígueme.
Inmediatamente lo seguí, hasta llegar a la cocina, donde nuevamente encendió una sutil luz. Me daba curiosamente, deseaba ver su cara, saber de color tenía sus ojos o sus cabellos pero no podía observar demasiado con tan poca luz.
Apenas lo veía moverse de un lado a otro, algunos ruidos de platos se hicieron presente.
—Ten... puedes comer esto. Es pollo, esta caliente aún por que Cristal los pone en no se que para que mantengan su calor por más tiempo por justamente si nos da hambre por la noche.
—Gracias. — le dije sentándome en la mesa. De la nevera saco una botella y después agarro un vaso que puso al lado de mi plato mientras comía, seguidamente lo lleno.
—¿Estamos muy lejos del Pueblo "Costa de Pratzul"?— pregunté.
— A unos Treinta minutos caminando, estamos más cerca del pueblo "La Paz". Pero no tiene mucho, de hecho casi esta abandonado, ñas familias se van en busca de una mejor vida, no vas a encontrar mucho allí. ¿Ibas rumbo al Pueblo Pratzul?.
—No realmente. — mentí. — buscaba una nueva vida lejos de la ciudad y pensé en buscar trabajo por aquí.
Su perfume me ponía nerviosa, inquieta... me atraía y queria olerlo más de cerca.
—No vas a conseguir trabajo en ninguno de los dos pueblos.
Hice una mueca, ¿Era el final de mi plan?, estando tan cerca de un destino diferente ¿Debía soltarlo para volver atrás?, podía fingir mi muerte.
"La tormenta, hizo que chocarán, baje a pedir auxilio pero me perdí entre la intensa malesa de los bosques en los lados de la carretera, morí en algún lugar, mi cuerpo fue comido por animales salvajes". Era perfecto...
—¿Tú no necesitas a alguien más?, puedo aprender rápido... lo que sea... por favor, no quiero volver a la cuidad.
¿Qué más podía perder?, además no se supone que cuando alguien acepta un trabajo, solo le toca "confiar". Después de todo, no todos conocen demasiado para quien trabajan.
—¿Lo que sea?.
—Sí, por favor.
—Las cosas de la casa las hacemos entre todos y el lugar se mantiene bien, asi que servidumbre no necesito.
Baje mi vista al escuchar eso, ya me había resignado a volver a la vida que llevaba.
—Pero...— escuché como paso saliva por su garganta. — Estoy buscando una chica para que sea mi amante... mi sumisa en realidad, siempre con el consentimiento y los límites de no dañar o que la persona se sienta mal. Igual es una locura déjalo asi mejor.
Dió media vuelta para caminar hacía la puerta.
—Sí quieres, yo Quiero.
No lo pensé, por que a veces toca saltar sin ver demasiado las consecuencias, en el peor de los casos sería lo que ya estaba viviendo.
—Te advierto que no soy una persona que sea agradable de ver.
—¿A que te refieres?.
Ingenuamente pensé que lo decía por que tenía un caracter fuerte, pero en cuanto elevó su mano para prender la luz principal y giró me di cuenta que no era por eso.
—Tus ojos son rojos—. Suspiré. —He leído de lo extraño que es tener ese color, es por que tenes albinismo ¿Verdad?... ¡Qué tonta! Claramente tu cabello y piel tan claras es una muestra de ello... lo siento, Quizás te moleste que hable de tu apariencia asi... es que es asombroso.
Me miró confundido, como si esperaba que dijera algo más pero yo estaba estupefacta por tener una condición tan extrañamente maravillosa en frente de mi.
—Tengo la mitad del rostro quemado... ¿no vas a decir nada?
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EL DIARIO DE UNA SUMISA
RandomElena, es una chica huérfana, la presa ideal para un depredador...