Sin Remordimientos: La lujuria el pecado capital.

1.1K 86 298
                                    

Era la primera vez que le era permitido asistir a una de las fiestas del palacio y todo fue gracias a la llegada de la princesa, quien sólo aceptó que Rose, su amiga de la infancia fuera su acompañamiento, algo que la joven de largos cabellos negros aceptó con gusto.

Rose observaba a la princesa Kylie Rey. Se veía feliz bailando con el príncipe, con esas joyas que la adornaban y un vestido que ella, al ser una sirvienta, jamás podría usar. No es que la envidia hubiese corrompido su corazón, pero debía admitir que en lo más profundo de su ser, había noches en las que, después de trapear los pisos del palacio, deseaba haber nacido en circunstancias muy distintas.

- Veo que disfrutas de las fiestas - dice el príncipe de cabellos rojos como fuego, con esa voz atrevida y altanera que lo caracterizaba - Miró a todos lados con la intención de que nadie lo viera acercarse a una sirvienta.

Rose agachó la mirada, no le era permitido hablar con los miembros de la realeza, salvo para preguntarles si necesitaban algo.

- ¿Se le ofrece algo señor? - Hux sonrió con ironía.

- Vamos, después de que jugabamos en los pasillos de este palacio me hablas como un desconocido.

- Y por eso es que debo mantener distancia con usted señor, o podría tener problemas como cuando era una niña - Rose bajaba su cabeza tímida y acariciaba la manga de su traje, él la ponía nerviosa.

El pelirrojo observó cuidadosamente a la joven mientras ella hablaba. Su físico había cambiado radicalmente convirtiéndola en una mujer tremendamente atractiva y con atributos que para cualquier hombre serían un deleite, sus labios parecían invitarlo a probarlos aunque sea una vez y su timidez e inferioridad le producían unas profundas ganas de poseerla de tal manera que ella no pudiera negarse, y ciertamente no podría, nadie le decía que no a un Armitage.

- Ya veo, pero sólo eran juegos de niños y nada más que eso - los ojos cielo miraron a los rasgados de Rose - Ahorita somos dos personas adultas, ya no jugamos a cosas de niños.

- No me está permitido ponerme a su altura, señor. Podemos ser adultos, pero eso no nos convierte en iguales  - dijo con tristeza, siempre se sentía inferior - Entonces, ¿Hay algo que se le ofrezca?

El príncipe lo pensó, debía encontrar una respuesta adecuada, miro a su fruto prohibido por varios segundos poniendo más nerviosa a la tímida Rose, quien no encontraba el momento preciso para irse de su lado.

- Por supuesto, necesito que alguien limpie mis aposentos ¿Podría ayudarme con eso? - era claro que en su petición había dobles intenciones.

- No soy la encargada de tal actividad pero con gusto le enviaré ayuda - hizo una reverencia a modo de despedida - Con permiso.

Pero él la detuvo tomando su brazo, por alguna razón, el agarré le hizo saber a Rose que la respuesta no le había agradado.

- No necesito que otra criada lo haga; el rey de Alderaan me debe las mejores atenciones ya que pronto seré el marido de la princesa, osea de su hija, la princesa Kylie Rey - se acercó observándola de pies a cabeza.

Pero aquel acto no significó un gesto de desprecio hacia inferioridad de Rose, en realidad su mirada era de profundos deseos sexuales hacia la joven. De alguna forma sabía que todo lo que estaba en aquel lugar le pertenecería algún día, y que podría hacer lo que quisiera con todo eso bajo su dominio y ella no sería la excepción.

Rose sintió su corazón acelerarse de manera exorbitante, algo que jamás le había pasado frente a alguien, en especial porque él era él único que la había mirado a los ojos. Algo que estaba prohibido para ella. Observó con cuidado que nadie la viera en dicha situación.

Lazos Prohibidos [ REYLO] - Star Wars AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora