Orígenes

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En el denso bosque se escuchaba el sonido de una voz y unos suaves pasos, Elinor se paseaba por el lugar finalmente hoy era su día de descanso y estaba más que agradecida había trabajado lo suficiente y ese horrible Anutrof no le daba un descanso merecido "viejo tacaño" fue lo que pensó, nada extraño cuando se trataba de aquella raza.

Después de un rato caminando y quejarse sobre su vida, se sentó en las raíces de un árbol, saco la manzana que estaba en su bolso y se dispuso a degustar el fruto, sus ojos cafés oscuro miraban atentamente el lugar buscando algo un indicio de que algo en su vida tenía que cambiar estaba harta de su monotonía, al terminar su merienda decidió dormir un rato y descansar por lo menos un momento, se recostó y cerro ambos ojos queriendo dejar sus preocupaciones a un lado.

- ¡¡¡¡agh!!!! ¡¿Realmente esto es lo único que seré?! No puedo creerlo - se enderezó de golpe molesta al carajo su descanso - ¡estúpida vida! primero ese Anutrof engreído y tacaño, trabajo lo suficiente, me paga una miseria pero aun así él se niega a darme un tonto día de descanso, estoy harta cómo es posible, suficiente tengo con que me hayan corrido de casa ¡¡¡agh!!! - volvió a gritar, se paró y camino de un lado a otro - pero ya verán les mostrare de lo que soy capaz - murmuró entre dientes - si jaja jaja ¡JAJAJAJAJA! – en su intento por hacerse sentir mejor soltó grandes carcajadas.

- Podrías... Guardar silencio - una voz ronca se escuchó dentro de la cueva que estaba a unos metros del lugar donde se había sentado a tomar su "merecido descanso" un escalofrío le recorrió la columna vertebral y de un salto volteo hacia la cueva, nadie se escondía en las cuevas a menos que fuese de noche o fuera un fugitivo, caminando con cautela se acercó paso a paso mientras tomaba un palo largo.

- ¿H... hay...al...al... alguien ahí? - su voz salió más temblorosa de lo que esperaba, carraspeó su garganta y volvió a preguntar tratando de sonar un poco más ruda, como su madre cuando la regañaba por no haber realizado los quehaceres, sin esperar realmente una respuesta la voz ronca volvió a sonar - sí, hay alguien... ¿Podrías ayudarme? - la joven no tenía idea de que hacer, era un extraño que no conocía y del cual no sabía que podría hacerle, estaba a punto de dar la vuelta e irse ignorando la situación no tenía razones para exponer su vida por más que estuviese harta de la misma, decidida dio unos cuántos pasos en reversa cuando un pequeño balbuceo se hizo oír en el silencioso bosque, la vocecita de un bebé, con un suspiro se acercó al lugar, ahora no podría ignorarlo, prendió fuego a una rama con la suerte de que hubiese metido los cerillos del trabajo, se adentró en la cueva y ahí acurrucado contra la pared había un hombre con unas enormes alas de color blanco envolviéndolo a él y al pequeño bebé.

En el reflejo de los ojos del hombre se demostró la desconfianza y un poco de hostilidad, se veía herido y cansado, aun así la sitio observando, mirando si podía o no confiar en ella, un reflejo de dolor en aquellos ojos se presentó pero ella creyó que no era dolor físico si no un dolor del alma, lo reconocería, aquel brillo de tormento perduró es su mirar por un largo tiempo.

Cautelosamente se acercó hasta estar cerca, sin movimientos bruscos se hinco ante el y con la voz más suave que pudo pronunció - tranquilo no te haré daño, no tengo armas y ningún poder que pueda herirte ahora ¿dime qué fue lo que pasó y cómo puedo ayudarte? -

El hombre suspiro viéndola con desconfianza, posando su mirada en la pequeña que estaba en sus brazos en su estado no tenía otra opción ya había revelado a la mujer que se encontraba ahí - necesito ayuda, agua, comida y protección, podrías... ¿Podrías hacerlo? Aun si es solo la niña -

La chica lo miro un padre desesperado por el cuidado de su hija, aun así no estaba segura, por algo estaba herido quizás era peligroso pero... La pequeña reposaba en los brazos de su progenitor, sus ojitos se abrieron con una mirada de curiosidad observando el lugar hasta parar en la mujer, unos ojos azules radiantes la miraron desarmando sus barreras. Acepto llevarlo a su pequeña casa, el hombre le dio una pequeña sonrisa en forma de agradecimiento era lo único que podía ofrecer, su gratitud, pasándole a la niña con cuidado y algo de renuencia trato de pararse mientras se sujetaba se la pared.

Les Ailés (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora